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Informalidad en la política exterior

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Fernando Thauby
Por : Fernando Thauby Capitán de Navío en retiro
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«El mundo y la región están mirando y viendo este espectáculo deprimente. Lo que está en juego es el territorio nacional y Bachelet, que tiene formación y experiencia política, sabe que la historia no es benigna con los presidentes que ceden territorios sin una adecuada compensación y con motivos muy fundados, mucho mas sólidos que las necesidades electorales de un caudillo bárbaro».


Desde el mismo momento en que se dio lectura al fallo de la Corte Internacional de Justicia anunciando el rechazo a nuestra solicitud de inhabilidad, el gobierno de Chile, su Canciller, sus representantes en la Corte y posteriormente la misma Presidente de la República comunicaron en forma clara y aparentemente definitiva, su rechazo a toda forma de negociación directa con Bolivia, y la decisión de continuar el proceso judicial en La Haya hasta su completo término

Morales por su parte no aceptó esta negativa y se permitió distinguir entre el Canciller, a quien no atribuyó la autoridad necesaria para representar al Gobierno de Chile y la “hermana Presidente de Chile”, y declaró que buscaría la oportunidad de conversar directamente con ella para revertir la postura anunciada por el ministro Muñoz.

Grande fue la sorpresa general cuando el embajador de Bolivia en la ONU fotografió y subió a la red una foto de Evo “negociando” con Bachelet, tomada en un “encuentro de pasillo” entre ambos mandatarios y las posteriores declaraciones de Morales señalando que en ese encuentro encontró “cierta receptividad” de la Presidente al inicio de conversaciones directas.

El cargo presidencial tiene la dignidad y formalidad que corresponde a la mas alta autoridad nacional y a la representación integral, a través suyo, de la República. Merece respecto y tiene la obligación de exigirlo.

La personalidad afectuosa y cercana de la Presidente fue traicionada por Morales y su embajador, que la asaltó en un pasillo, le hizo una emboscada, la fotografió y proyectó una imagen mediática y un mensaje, falso pero de alto impacto que contradecía la política que ella misma y el Canciller acaban de establecer. Cabe hacerse algunas preguntas: ¿cómo es que la presidente puede ser abordada de esa manera?, ¿es que circula sola por cualquier parte expuesta a ese u otros atropellos?, ¿dónde están los miembros de la Cancillería que deberían protegerla de estos bochornos?.

Esta no es la primera vez que la cercanía en su trato con presidentes “amigos” la pone en un mal pié. Castro se dio el gusto de sacarla en la mitad de una ceremonia que ella presidía, para salir de apuro a reunirse con él en una hora y lugar inapropiado e informal; Chávez la abrazó en público en gesto de superioridad y protección, Algo parecido pasó con Alan García, que la engañó en una conversación telefónica e hizo un evento público de una conversación que se suponía privada y personal entre ambos mandatarios.

Parece evidente que su confianza, afecto y proximidad con algunos políticos extranjeros, que podemos suponer asociada a su cercanía ideológica, le está haciendo daño, a ella y a Chile.

La negociación, secreta y también informal entre ella y Morales que transitó por ofertas de uno o mas enclaves en territorio nacional visitados por una representante, también amiga de Morales, que concurrió a nuestro país a sobrevolar los territorios ofrecidos en esa forma tan familiar, confirma que los procedimientos informales son mas frecuentes que lo deseable y lo peor, que nunca resultaron en beneficios o ganancias para Chile. Al contrario, han sido golpes feos a nuestra la capacidad negociadora de Chile y a la dignidad y prestancia de la Mandataria.

La política nacional frente a Bolivia ha sido objeto de muchos errores e indecisiones, en verdad nadie sabe que es lo que queremos mas allá de resolver asuntos procedimentales y coyunturas judiciales, responder a emplazamientos bolivianos y desmentir sus fantasías históricas, pero de una propuesta política clara, de largo plazo, que exponga cual es la forma final en que Chile quiere manejar su vecindad con Bolivia, nada.

Parece evidente que este estilo fraternal tampoco ayuda.

Me parece que la política enunciada por el gobierno, de no aceptar ningún tipo de negociación directa sobre el tema marítimo, mientras esté en marcha el proceso en La Haya y no aceptar “acompañantes”, “facilitadores” ni “garantes”, particularmente la intromisión de Bergoglio, es correcta y merece el apoyo firme e incondicional de los chilenos, pero si es saboteada por el mismo gobierno, no vamos para ninguna parte.

La ideología nos está haciendo daño. El Partido Comunista, miembro de la coalición de gobierno, con representantes en el poder ejecutivo, organizando encuentros públicos multitudinarios como el de los gritos de “mar para bolivia”, o prestando escenario “académico” para la propaganda de las autoridades bolivianas en Chile, no es consistente con la lealtad que le debe a los intereses del gobierno y a los intereses nacionales.De la misma manera, las posturas que sostiene, apoya y promueve desde el Foro de Sao Paulo, en relación a la disputa planteada por Bolivia, son inaceptablemente falsas y desleales. No es posible tener un discurso desde el Foro ideológico y otro desde el Congreso de Chile. Y el gobierno no se da por aludido.

Parece conveniente tomar este asunto con la seriedad y profesionalismo que amerita y exigir a los miembros del equipo propio la lealtad y compromiso que les corresponde. No pueden estar a favor del enemigo y en contra de los intereses de los amigos.

Si las posturas de gobierno de Chile le resultan intolerables al Partido Comunista están en todo su derecho para rechazarlas, pero entonces que abandonen el gobierno y no sigan saboteándolo desde dentro.

El mundo y la región están mirando y viendo este espectáculo deprimente. Lo que está en juego es el territorio nacional y Bachelet, que tiene formación y experiencia política, sabe que la historia no es benigna con los presidentes que ceden territorios sin una adecuada compensación y con motivos muy fundados, mucho mas sólidos que las necesidades electorales de un caudillo bárbaro.

A diferencia de una mala reforma educacional que puede ser revertida o corregida, un error en el manejo de la soberanía territorial no tiene vuelta atrás. No es posible poner en planos similares los juicios de personas como un pianista localmente famoso o algún académico de reducida representatividad y el 86% de los chilenos que se oponen a estas tratativas. No se puede olvidar que el mandato presidencial es para dar cumplimiento a lo que el mandante, el pueblo de Chile, quiere; no es la cesión de toda la soberanía nacional a un cesarismo accidental y absoluto por un período de cuatro años para hacer lo que se le antoje.

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