“Hacer una oferta que no podrá rechazar” es una máxima de Vito Corleone. Hoy es el momento indicado para que Bolivia, tal como El Padrino, nos la haga: una oferta única, realmente atractiva, irresistible y determinante para el futuro de Chile. Una oferta absolutamente seductora que nos haga dudar de nuestra inquebrantable postura de negar siquiera la posibilidad de dialogar una salida al mar al país altiplánico. Pero ¿y si ese día fuese hoy?
Debemos tener claro que la «derrota» del primer fallo nos cambia el eje y enhorabuena. Esto implica que debemos dejar de actuar con pánico o negación ante este escenario «adverso». Bolivia nos está obligando a negociar, pero negociar no es entregar gratis lo que tanto anhela. Nuestra contraparte no es la víctima ni el “país menos favorecido” que la estrategia comunicacional boliviana ha presentado al mundo. No caigamos en esa trampa. Bolivia es un país rico en recursos naturales, mineros, forestales y, aunque no lo crea, hídricos. De hecho, es la vedette económica de América Latina actualmente, a pesar de lo que podría esperarse de un gobierno socialista a la vieja usanza. Y a Evo Morales lo presiona su ego: quiere pasar a la historia como el «heroico» presidente que logró finalmente obtener la salida al Pacífico.
Veamos la demanda boliviana en La Haya como una oportunidad. Aprovechemos la negociación. Adelantémonos y sorprendamos a La Paz. No nos limitemos a que la Corte Internacional dicte nuestro actuar en política exterior. Seamos quienes rayen la cancha. Dejemos de ser reactivos y seamos proactivos. Sentémonos a negociar y con miras al futuro, basados en cómo queremos ser de aquí a 20, 30 o 50 años plazo. ¡Definamos cuál es nuestro objetivo estratégico como país! Nuestro fuerte no es la producción energética, pero la de Bolivia sí. Posee un territorio más extenso que el chileno y riqueza en recursos naturales. ¿No necesitamos nada de eso? ¿Litio? ¿No le interesa a Chile una salida al Atlántico, un corredor bioceánico? ¿Estar más cerca de nuestro aliado histórico, Brasil?
Bolivia quiere mar. Lo desea tanto como cuando lo perdió en la guerra de 1879. La salida al mar nunca ha dejado de existir en la pauta bilateral, incluso en la trilateral, cuando una solución plausible involucra al Perú. ¿Qué quiere Chile que Bolivia nos pueda ofrecer? Pensemos en litio, en el pago de la deuda externa, en petróleo, canje de territorio. El cielo es el límite. Es nuestra oportunidad de pedir “estratégicamente” lo que a Chile conviene.
¿Quién determinará la estrategia chilena? ¿Quién negociará? ¿Les daremos esa tarea a los abogados que tienen una visión legalista pero no necesariamente estratégica sobre el futuro potencial de un acuerdo? ¿A las Fuerzas Armadas, herederos de la sangre con que se ganaron esos territorio? ¿A los políticos, desacreditados y cuestionados? ¿A los economistas, a los Chicago Boys? ¿A los pueblos originarios? ¿A los «movimientos sociales»? ¿A los académicos? ¿Al Gobierno de turno?
Muchos acuerdos históricos, de relevancia estratégica, han sido elaborados principalmente por políticos y técnicos durante los últimos siglos como Panamá, Hong Kong, entre otros. Resulta aquí el primer escollo que tenemos que resolver.
[cita] Bolivia quiere mar. Lo desea tanto como cuando lo perdió en la guerra de 1879. La salida al mar nunca ha dejado de existir en la pauta bilateral, incluso en la trilateral, cuando una solución plausible involucra al Perú. ¿Qué quiere Chile que Bolivia nos pueda ofrecer? Pensemos en litio, en el pago de la deuda externa, en petróleo, canje de territorio. El cielo es el límite. Es nuestra oportunidad de pedir “estratégicamente” lo que a Chile conviene.[/cita]
El segundo obstáculo es la Cancillería; una “Cancillería artesanal” que requiere ser modernizada con urgencia. Las falencias en nuestra política exterior son evidentes y es necesario definir quiénes serán finalmente los responsables de conducirla en la práctica: ¿los diplomáticos de carrera o los políticos? ¿Cuál es el rol de la dirección de Planificación? ¿Tenemos realmente un lineamiento serio en política exterior y relaciones con América Latina y, en especial, con nuestros vecinos para evitar llegar a tribunales internacionales? Es momento de reaccionar, ahora.
En tercer lugar, es momento de diseñar una estrategia país que nos posicione en el mundo –no sólo un plan estratégico comunicacional frente a la hasta ahora aplastante maquinaria boliviana que ha logrando sumar a su causa a connotados personajes de talla mundial– sino planificar realmente una carta de navegación, seria, comprometida, estratégica, ambiciosa, creativa. El desarrollo de Chile y nuestro crecimiento futuro depende de ello. No es solo economía, es grandeza. Es negociar con grandeza, salir de nuestra zona de confort, pelear contra el statu quo o “salir a la cancha”, como les gusta decir a los fanáticos del fútbol. No temamos ser chilenos frente al mundo. Hoy podemos elegir ser grandes mañana. De nosotros depende tomar buenas decisiones hoy.