De la misma manera que se culpó a los medios en los meses más complicados, no faltarán en el oficialismo los que les nazca la tentación de contragolpear y achacarles a los empresarios todos los males, y retomar una agenda dura antiempresarial.
Sin duda que la reciente denuncia de la Fiscalía Nacional Económica sobre la colusión en el mercado del papel tissue entre CMPC y PISA se ha tomado la agenda como ninguna otra noticia empresarial.
Decenas de columnistas de todos los colores criticando el caso, bromas en las redes sociales que incluyen manuales gráficos de uso del bidé o la ducha, comentarios escatológicos sobre los abusos no solo en el proceso de compra sino también en la intimidad de los baños hogareños, fotos de estanterías de supermercados repletas de los productos de las dos empresas que participaron en el cartel, portadas de los principales diarios, obligación de retiro de la publicidad de Confort de la Teletón, decenas de juicios penales y civiles que se pueden levantar, una comisión investigadora en la Cámara de Diputados, amenazas regulatorias por doquier, y de manera insólita el ex Presidente y ahora candidato Sebastián Piñera, cadena en mano, pontificando sobre el caso y culpando al ex Presidente Lagos, como si a él no lo hubiesen condenado en momento alguno por conductas impropias que afectan a los mercados.
Es ya el caso de corrupción empresarial de mayor impacto desde La Polar, y con la particularidad que afecta a Eliodoro Matte, cabeza de uno de los principales grupos económicos, y a Gabriel Ruiz-Tagle, ex ministro, ex presidente de un club deportivo, y figura política de la UDI que se aprestaba a candidatearse como alcalde de Providencia y no a un desconocido para la mayoría, como era Pablo Alcalde.
A Eliodoro Matte se le vienen momentos duros: si bien reconoció mucho más allá de lo que lo hizo Gabriel Ruiz-Tagle –el otro implicado–, la opinión pública centrará sobre él una duda parecida a la que recayó sobre la Presidenta Bachelet en los casos Caval y AyN: serán muy pocos los que creerán que es un asunto de subordinados del que no tenía conocimiento.
Matte reconoce con amargura este hecho en su entrevista del domingo pasado cuando dice que “entiendo perfectamente que esto puede no ser creíble para muchos”.
Le tocará, al principal controlador de la Papelera, una segunda parte más difícil aún: explicar el verdadero sentido de la megarreunión del CEP con la Presidenta y el comité político, pocos días antes de que la Fiscalía Nacional Económica diera a conocer públicamente el caso, donde su compañía reconocía actos de colusión de la mayor gravedad que se han conocido en Chile.
El momento político es especial. La reciente encuesta Adimark muestra un repunte de la Presidenta, con alza en mujeres, sectores populares y la izquierda, justamente sus votantes más duros. Es probable que la mejor nota se deba más a su propio desempeño que a acciones propias del Gobierno.
Además de ello, en la encuesta bajan los ministros Burgos y Valdés, lo que será interpretado por muchos como una victoria del ala “sin renuncia” por encima de los defensores del “realismo”.
Y de la misma manera que se culpó a los medios en los meses más complicados, no faltarán en el oficialismo los que les nazca la tentación de contragolpear y achacarles a los empresarios todos los males, y retomar una agenda dura antiempresarial.
[cita tipo= «destaque»]Más aún, volverán a tomar fuerza los teóricos del malestar, que ven el fin del modelo en cada uno de sus defectos y en cada uno de los episodios de abuso. Como si el capitalismo en EE.UU. hubiese terminado después del caso Enron o hubiera riesgo de que resurgiera la RDA en Alemania después del escándalo de la Volkswagen.[/cita]
Eso ya ocurrió antes: hay que recordar que cuando estalló el caso Penta en pleno corazón de la UDI, en la Nueva Mayoría surgió la tentación de rematar a dicho partido en el piso, pese al enorme tejado de vidrio que poseía la coalición oficialista. Más que mal, aquella había encabezado una oposición que negaba la sal y el agua a la agenda del Gobierno, ejemplificada en el acto poco republicano de desplegar un lienzo populista en el pleno de la Cámara de Diputados, cuando se discutía el cambio del sistema binominal, y era evidente que no iban a contar con el poder de veto del que habían gozado desde 1990.
Esa estrategia gana aplausos fáciles en el corto plazo y hace sentido completo al discurso de que son los propios empresarios chilenos, acostumbrados a las ganancias fáciles, beneficiarios de lo que Acemoglu y Robinson en su clásico Por qué fracasan los países llaman “instituciones extractivas” –los que están dispuesto a engañar hasta con el papel sanitario con tal de ganar más–, los que deben pagar por los pecados del modelo.
Más aún, volverán a tomar fuerza los teóricos del malestar, que ven el fin del modelo en cada uno de sus defectos y en cada uno de los episodios de abuso. Como si el capitalismo en EE.UU. hubiese terminado después del caso Enron o hubiera riesgo de que resurgiera la RDA en Alemania después del escándalo de la Volkswagen.
Esto va a aparecer en la etapa final de la discusión de la Reforma Laboral, de donde pareciera que se saltó de un consenso difícilmente construido para equilibrar las relaciones de poder al interior de las empresas, a nuevamente una guerra de guerrillas
Pero en el largo plazo… ¿esta estrategia dura es ganadora?
Primero, hay un punto de expectativas. Palabras demasiado ambiciosas suelen encender pasiones que después son difíciles de controlar, cuando es necesario llegar a acuerdos. A esa hora, son las redes sociales enardecidas las primeras que levantan acusaciones de “cocina” y arreglines sobre los que se deben dar explicaciones.
Segundo, la experiencia del Caso Penta debiera ser aprendizaje de los daños de la estrategia del “repase”. En política también se cumple la física de la Tercera Ley de Newton: a una fuerza aplicada en un sentido, le corresponde una reacción de la misma magnitud, pero de diferente sentido. De alguna manera todavía no suficientemente explicada, la explosión del caso Caval y después los escándalos de financiamiento que afectaron también a la Nueva Mayoría, fueron la fuerza de reacción en este caso. El ex presidente de la UDI, Ernesto Silva, alguna vez reparó con agudeza en la hipocresía con la que trataron a su partido.
Y en tercer lugar, la frase de Eliodoro Matte sobre la poca credibilidad de la élite, no es algo que solo lo afecte a él. Como reflejan todas las encuestas, afecta también al Gobierno, a los jueces, a las municipalidades, y a cualquiera con un gramo de poder en esta tierra. Ha llegado a Chile lo que Moisés Naím llama la degradación del poder.
Como dice el propio Naím, este fenómeno trae consecuencias positivas: más oportunidades de elección para los votantes (nuevo sistema político), mejores mercados (consenso para una agenda anticolusión y antiabusos de mercado más profunda, y que permita derribar barreras de entrada), más acceso a información (prensa más punzante y más cuestionadora del poder), entre otras cosas.
Pero no se produce esto de manera automática, requiere de nuestras élites otro compromiso, otro discurso, más actos de transparencia, aunque a veces duelan, como las propuestas de la Comisión Engel. Quizá sean necesarias 10 comisiones Engel, con los costos que traerá.
Si los delitos de cuello y confort no son el fin del modelo, tampoco los actos que impliquen más transparencia de la política y del mercado son riesgo alguno para la democracia y el desarrollo.
Y a muchos de los que pretendan convertirse en justicieros, como hizo el ex Presidente Piñera con su cadena, sería bueno que volvieran a recordar el vaticinio de Eliodoro Matte: lo que hagan ya no será creíble para muchos.