Lo que hizo la Municipalidad de Recoleta con su farmacia popular, va mucho más allá de “develar” eso que todos sabíamos pero que no sabíamos que sabíamos, o que simplemente habíamos olvidado (porque saber es recordar a tiempo, como sugiere Borges): que la salud en Chile funciona no como un mercado sino como un cartel.
Por eso quiero llamar la atención sobre lo político y administrativo de la ocurrencia recoletana. Hasta hoy para los municipalistas, la innovación en materias de gestión municipal se nos batía entre la choreza tecnológica y la externalización de servicios. Entre, por ejemplo, el desarrollo de aplicaciones para que los alcaldes pudieran enviar mensajes de texto a sus vecinos el día de sus cumpleaños, y entre la entrega de concesiones de servicios, en municipalidades que asumían ser incapaces de responder por sí mismas a su mandato constitucional: el bienestar de su población.
La Municipalidad de Recoleta en cambio, trabajó como si de un manual sobre gestión municipal participativa se tratase. Comenzaron todo en lo ciudadano. Con personas que se organizaron en torno a una demanda específica: “Los medicamentos para enfermos crónicos y catastróficos, son impagables para nuestros vecinos”. Siguieron apoyando esa coordinación de vecinos para transformarla en cooperativa, seguramente desde la Dideco, y luego pensaron “desde fuera de la caja” el derecho y lo administrativo municipal.
Así, después de meses de trabajo, podían contar con el respaldo político de la ciudadanía en un bolsillo, y con un marco administrativo y jurídico que sustentase el proyecto, en el otro. Al final, solo nos queda reseñar lo que probablemente es lo más novedoso de todo esto: la voluntad política del alcalde.
[cita tipo=»destaque»]Recoleta nos recuerda que la voluntad política no es una invitación a soñar sino a despertar. Y despertar cómo. Pues, como se despierta en el mercado: acercando el valor de compra de los medicamentos a su “precio justo”. Justicia que no es revolucionaria sino todo lo contrario. Porque es esta la misma justicia con la que soñaba la moral de Adam Smith para justificar la existencia del mercado.[/cita]
Porque la idea de comprar asociativamente para mejorar los precios no es nueva en el entorno municipal. Viene sonando desde hace tiempo entre funcionarios(as) de diferentes municipalidades. El año 2011, por ejemplo, recuerdo haber conversado con varios profesionales de corporaciones y municipalidades de la Región de La Araucanía, quienes tenían el plan de usar el nuevo marco asociativo que reformó la Ley Orgánica de Municipalidades, precisamente para esto: negociar el precio de los medicamentos.
Por eso creo que, junto con el trabajo de los funcionarios y técnicos de la Municipalidad de Recoleta, lo más destacable acá es la voluntad política con la que el alcalde impulsó el cambio. Recuerdo a la Presidenta Bachelet el 2006, cuando el “movimiento pingüino” estaba en la calle, y ella decía cosas como (parafraseo): “Si no fuera Presidenta estaría marchando con ustedes”. El Alcalde Jadue, en cambio, no se paró ni en la vereda de “los realistas que piden lo imposible”, ni en la vereda de los tecnócratas centralistas del “no se puede”. El alcalde se paró, en cambio, en medio de esas dos calles y dijo: Hagamos que se pueda.
Recoleta nos recuerda que la voluntad política no es una invitación a soñar sino a despertar. Y despertar cómo. Pues, como se despierta en el mercado: acercando el valor de compra de los medicamentos a su “precio justo”. Justicia que no es revolucionaria sino todo lo contrario. Porque es esta la misma justicia con la que soñaba la moral de Adam Smith para justificar la existencia del mercado. Y es que finalmente lo que materializó el alcalde Jadue –observo que él no estaría de acuerdo conmigo en esto– es, nada más y nada menos, que el principio de subsidiaridad. Un principio, quién lo diría, que está rayado en las antípodas del proyecto del alcalde: en las definiciones programáticas de la UDI y RN.
Digo subsidiario por lo siguiente. Primero, porque el proyecto de “Farmacia Popular” está basado en la idea del asociacionismo como búsqueda de la realización de las personas. Segundo, porque refuerza la idea del poder político como algo positivo cuando es usado para el bienestar de las personas y no como una búsqueda del poder por el poder. Tercero –y esto está en el ethos de la participación ciudadana y la descentralización– porque este proyecto demuestra que quienes mejor pueden entender y hacerse cargo de los problemas de las personas son las organizaciones e instituciones que están más cerca de ellos: la comunidad organizada y las municipalidades. Y, finalmente, porque la farmacia municipal de Recoleta nos demuestra que el sentido de actuar en sociedad debe estar puesto en la solidaridad como única forma de promover la realización de las personas y su bienestar. No es el individuo, es el pueblo.
Y las paradojas de la vida. Mientras el alcalde comunista de Recoleta propone una gestión pública municipal desde lo subsidiario –asociativa, solidaria, participativa y justa, para solucionar un problema fundamental de la salud de sus representados–, en sus antípodas, hace muy poco, el alcalde Luis Plaza, militante de Renovación Nacional –partido cuyo lema es la subsidariedad– se abrazaba desesperado a las rejas del Ministerio de Salud implorando ayuda: principio asistencialista. Y, un tiempo antes, el alcalde De La Maza de Las Condes (una de las municipalidades con más recursos del país), militante de la UDI –partido cuyo lema también es la subsidiariedad– promovió externalizar la salud primaria de su comuna en una pequeña clínica de un holding (de la ACHS, conglomerado privado creado con el dinero de las imposiciones de los trabajadores chilenos), esto, a cambio de construirle a esa clínica un edificio de varios miles de millones, y de entregarle una concesión de muchos años, entre otras prerrogativas que aseguraran la rentabilidad de su “negocio”.
Luego, creo que el trabajo del alcalde Jadue nos da una oportunidad fantástica para pensar el “poder ser” de la izquierda para trabajar en una política y gestión pública moderna. Además que corresponde dar al alcalde las correspondientes concesiones ideológicas de su proyecto. Primero, debemos reconocer en su hazaña por el “precio justo” la impronta de 1844, y en ello la importancia y posibilidad de asumir el desafío de acercar el mercado al valor de uso de las cosas. Con ello, la importancia de volver a poner al hombre en el control del Mercado y no al revés. Luego, resignificar en lo colectivo (y no en el individuo) el bienestar y la posibilidad de realización de la sociedad, al mismo tiempo que superar el trasnoche autoorganizativo y cooperativo del sector, y asumir que la participación ciudadana solo es factible en relación con un Estado potente. Recoleta es el mejor ejemplo. Fue más allá de sí misma, como quien se jala de la solapa y se saca del lodazal, y evolucionó desde ser un “ente administrativo municipal”, hasta convertirse en un verdadero Gobierno Comunal. Recoleta la lleva.