El día 9 de enero recién pasado se realizó el último Comité Central del Partido Socialista de Chile. En esta instancia se debía resolver el asunto de interés público que ha copado la agenda política en la Nueva Mayoría en las últimas semanas: el pacto electoral entre PS y DC para enfrentar las próximas elecciones municipales. Este pacto ha sido un elemento polémico desde el inicio.
Recordemos como todas las voluntades parecían indicar a finales del año pasado la posibilidad de un subpacto cimentado sobre la alianza PS-PPD, alianza que desde su posible concreción generó una inmediata oposición por parte de los demócrata cristianos, quienes argumentaron que, de realizarse, se desviaría el eje de la coalición hacia la izquierda, y es que recordemos que en términos de escaños la sumatoria del PS y PPD suma nueve diputados más que la DC, razón por la cual cuando, a principios del 2015, se propuso el trabajo como una federación de partidos entre estos, hubo inmediata resistencia por parte de la falange que ve amenazada su actual supremacía y peso, tanto dentro del Ejecutivo como del Legislativo, con la unión de estos dos partidos laicos.
Así las cosas, ante una nueva arremetida de la DC, los chilenos vimos cómo el PS se empezó a alejar de un pacto con el PPD y, en una conducta vacilante, a acercarse al partido comandado por Pizarro.
Un elemento catalizador, y que sin duda evidenció que las cosas al interior de la NM no parecen ser miel sobre hojuelas, fue que en el intertanto del paso indeciso de la directiva socialista, se anunció el pacto electoral entre PPD-PC-PRSD. Nuevamente el PS, por inacción e indefinición, quedaba con poco margen político-comunicacional y en lo práctico quedaba acorralado a reproducir el acuerdo con la falange, tal como en elecciones anteriores.
[cita tipo=»destaque»]La casta de la transición nacida, alimentada y criada desde el retorno a la democracia, incrustada al interior del PS, no tiene ninguna voluntad de representar el sentir de los militantes de base. Han preferido optar por la irracional e irritante conducta de avalar y subvencionar un pacto electoral una vez más con quienes han traicionado su palabra de campaña. Poco a poco, subvención electoral y mirada al costado mediantes, siguen siendo estas cúpulas del PS las que sin quererlo –espero– perpetúan la traición al gobierno de Bachelet y. lo más importante, al pueblo de Chile.[/cita]
Todo esto, para alguien no enterado de la coyuntura política y de la historia más inmediata que nos ha guiado hasta estos hechos, podría ser algo esperable, sin novedad. Ahora, claro, cuando se incluyen en el análisis ciertos elementos recientes, la conducta de la directiva del PS se interpreta como errática e incomprensible.
Y es que es difícil poder afirmar cordura en circunstancias en que ha sido la DC a ojos de los ciudadanos uno de los principales saboteadores del Programa de Gobierno, con el que, dicho sea de paso, se comprometieron en elecciones parlamentarias y que, por tanto, les confirieron la posibilidad de ser el segundo partido en términos de representación en la Cámara y el primero dentro de la NM. Ejemplos de su rol como oposición interna ha habido muchos: rechazo y postergación al aborto en tres causales por su oposición sistemática al aborto en caso de violación; rechazo y boicot a la reforma educacional por su defensa de la educación subvencionada que representa un lucrativo negocio para muchos de sus personeros, o la presión impuesta para que la república laica de Chile financie universidades privadas confesionales; debilitamiento de los avances propuestos por la reforma laboral al ponerse intransigentes con la negociación por ramas y para definir reemplazo en huelgas bajo algunas circunstancias; disminución del impacto de la reforma tributaria en la ya famosa “cocina de Zaldívar”; la posición vergonzosa en la que Burgos dejó a la Presidenta Bachelet con su visita a La Araucanía y la posterior filtración de la conversación privada entre ambos; la carta de Mariana Aylwin y otros veinticinco DC opositores al rumbo del gobierno en condiciones en que, como ya ha quedado claro, no solo han debilitado el avance de la agenda, sino que además han sido controladores de esta, muy a pesar de los sectores progresistas; etcétera.
En este Comité Central recién pasado finalmente se tomó la decisión de ir nuevamente con la DC a pesar del contrasentido obvio, tal como se pudo observar en algunos titulares de la prensa nacional. No obstante aquello, es importante destacar dos cosas: 1) la decisión fue tomada por apenas el 50% del Comité Central, lo que es un evidente cuestionamiento a su representatividad; y 2) la decisión no fue unánime y es que, enmarcados en la misma argumentación las Comité Central, Michelle Peutat y Patricia Abarzúa, y el Presidente Regional del PS Magallanes, Moisés Ojeda, no validaron este pacto, la primera rechazándolo y los otros dos absteniéndose.
Con todo esto, el PS actúa de manera paradójica respecto a su compromiso con el Programa y el Gobierno de Bachelet, validando a la DC a pesar de todo. Tal como señaló Rodrigo Fecci, candidato a concejal por Punta Arenas, «la unidad y proyección de la Nueva Mayoría no se puede dar metiendo la basura bajo la alfombra, y hacer como si aquí no hubiera pasado nada”. Con total falta de visión política, y de manera poco representativa por ser una decisión tomada por menos de la mitad de los miembros del Comité Central, la dirigencia simplemente no puede ver que ese dogma por generar mayorías como fin en sí mismo es, precisamente, lo que nos ha traído hasta este punto, donde existe una mayoría vigente en el Parlamento actual, pero que no ejerce su mandato, y que cede ante las presiones de grupos de interés. Como la misma Michelle Peutat señaló con lucidez, logramos una “mayoría inútil”, incapaz de resolver las contradicciones de un modelo que abusa –el último caso de colusión viene solo a corroborar la oscuridad mafiosa de nuestros tiempos–, sin miramientos ni consideraciones, de las clases medias y bajas.
Una luz de esperanza queda para los socialistas en estos votos simbólicos de decencia y convicción, que tuvieron como resultado práctico el poder decir que el pacto aprobado no fue unánime, que hay socialistas que no quieren pactar con la DC y que sabemos son la mayoría, a pesar de las cúpulas partidarias.
La casta de la transición nacida, alimentada y criada desde el retorno a la democracia, incrustada al interior del PS, no tiene ninguna voluntad de representar el sentir de los militantes de base. Han preferido optar por la irracional e irritante conducta de avalar y subvencionar un pacto electoral una vez más con quienes han traicionado su palabra de campaña. Poco a poco, subvención electoral y mirada al costado mediantes, siguen siendo estas cúpulas del PS las que sin quererlo –espero– perpetúan la traición al gobierno de Bachelet y. lo más importante, al pueblo de Chile.