El pasado domingo 31 de enero, en el diario El Mercurio se publicó una columna escrita por el Rector de la Pontificia Universidad Católica de Chile, Ignacio Sánchez, titulada “A un año de un proyecto que atenta contra la vida”. En ella, la autoridad universitaria reflexiona en torno a su postura contraria al aborto y, específicamente, contraria al proyecto de ley que regula la despenalización de la interrupción voluntaria del embarazo en tres causales. La columna causó un gran revuelo y rechazo por lo dicho en torno a la violación como tercera causal: “Permitir el aborto atenta contra la vida del único ser inocente en este acto repudiable: el niño en gestación”, dando a entender que la mujer no es víctima. Posteriormente el Rector se desdijo de esta expresión, aduciendo un error de redacción. Y más allá de este <<error>>, que seguramente es producto de la exageración de un argumento que tiende a ignorar o restar importancia al contexto y las razones que llevan a una mujer a tomar la decisión de abortar, creemos necesario responder al contenido general de lo escrito por el Rector.
El debate en torno al aborto, desde hace mucho tiempo, está abierto en nuestro país. En efecto, la demanda de la despenalización y legalización del aborto, ha sido tomada por numerosos sectores de la sociedad, que pedimos que el Estado se haga cargo de una problemática que en la actualidad nos afecta como país. Hoy no se puede eludir el hecho de que existen mujeres de todos los sectores socio-económicos que deciden, por diversas razones, practicar un aborto ante un embarazo no deseado. Y en esto, no se puede desconocer que son solo aquellas mujeres y familias que tienen un acceso mayor a recursos económicos, quienes acceden a una interrupción del embarazo en condiciones relativamente seguras, en Chile o el extranjero, mientras que un gran número de mujeres que no tienen acceso al dinero necesario se ven en la obligación de poner en peligro sus vidas, practicando abortos clandestinos bajo condiciones insalubres y de seguridad precaria.
[cita tipo=»destaque»]Sistemáticamente rectoría ha levantado la voz en diversos medios de comunicación durante el año pasado, para defender una postura que sólo se ha dialogado con un pequeño sector de la comunidad UC que dista de ser representativo. Y es esto lo que criticamos. Porque nos parece que el debate en torno al aborto debe ser abordado por nuestra Universidad a través del diálogo sincero entre todos los actores de nuestra comunidad.[/cita]
La preocupación central no sólo debe ser “el niño que está por nacer” –como dice el Rector-, sino todos los chilenos y chilenas. Se deben tomar en cuenta la necesidad de preservar siempre la vida de la madre, cuidando de su integridad tanto física como psicológica, evitando el dolor innecesario de lo que significa llevar en su vientre y, posteriormente, dar a luz a un feto inviable o que es producto de una violación. Para esto, se deben garantizar todas las condiciones materiales que permitan la toma de una decisión libre e informada, entendiendo que éste no es un debate que esté atravesado solamente por consideraciones valóricas y morales, sino que en él se arraiga un problema político, social y de salud pública, en donde se busca garantizar las condiciones de salud básica a todas las mujeres de nuestro país en igualdad de condiciones.
Levantar una u otra postura en la palestra pública, respecto a este tema, es legítimo y se corresponde con el derecho a la libre expresión. Sin embargo el Rector Sánchez no solo habla por él, sino que releva una postura que pretende representar la de toda nuestra comunidad universitaria en su conjunto. Sistemáticamente rectoría ha levantado la voz en diversos medios de comunicación durante el año pasado, para defender una postura que sólo se ha dialogado con un pequeño sector de la comunidad UC que dista de ser representativo. Y es esto lo que criticamos. Porque nos parece que el debate en torno al aborto debe ser abordado por nuestra Universidad a través del diálogo sincero entre todos los actores de nuestra comunidad: rectoría, académicos, estudiantes y trabajadores. Un debate abierto que no se escude en la confesionalidad de nuestra Universidad para ignorar un tema que sobrepasa con creces el ámbito de lo valórico, sino que tome en cuenta todas las posturas y elementos necesarios a la hora de situar a la Universidad Católica frente a un tema tan trascendental, no solo para miles de mujeres, sino para toda una sociedad que se quiera construir sobre la base de un modelo democrático, justo e inclusivo. Un debate que, por cierto, no consiste en solo levantar foros o escuchar a invitados con posturas diferentes, sino en un diálogo cuyas reflexiones sean realmente incidentes y visibilizadas en la posición que tome la UC ante el país.
Hacemos un llamado a toda nuestra comunidad universitaria a levantar procesos de discusión y diálogo e involucrarnos en ellos, de manera que podamos avanzar en abordar esta y otras temáticas tan relevantes, con madurez y altura de miras. Es nuestra responsabilidad hacerlo, pues la única forma de que la UC pueda servir a Chile, es conviviendo y dialogando desde nuestra diversidad interna, para aportar a nuestro país desde una perspectiva amplia que nos considere a todas y todos.