Es un hecho incontestable y una evidencia absoluta, a estas alturas, que los aportes ilegales a ciertas campañas y candidatos, se han conocido en profundidad, y también en su magnitud, solo como producto de un conjunto de delaciones que han provenido de dos sectores. El primero, provino de un empleado de un grupo económico, que se denominaba Penta. Por desavenencias difíciles de entender e incapacidad de los dueños para resolver un conflicto interno, se dio origen a una catarata de información que se refería a dineros irregulares para campañas y a otras materias que daban cuenta de varios delitos tributarios que se encuentran en investigación.
De ese hecho inicial se derivó una investigación colateral en otras empresas de diversos rubros y de propiedad en su mayoría de importantes grupos de negocios, los que detentan un enorme poder económico y social y que en algún momento decidieron tomar cartas en el asunto de la política, asegurándose la captura de algunos políticos con influencia decisiva que actuaban en el ámbito Ejecutivo o parlamentario.
Más allá de los análisis jurídicos respecto de la existencia o dificultad de probar cohechos o sobornos, resulta incuestionable que quienes recibían los favores económicos, quedaban muy predispuestos a considerar las opiniones de aquellos a quienes debían favores para el éxito de sus campañas electorales y también para configurar y mantener equipos de trabajo en forma permanente y así influir en la marcha de los gobiernos y en la tramitación de nuevas leyes.
Una vez descubierta la trama por la vía de la delación, de los propios empresarios que rectificaron sus declaraciones de impuestos, los fiscales no tuvieron mayor problema en tirar el hilo o seguir la huella ejerciendo la función pública que les encarga la Constitución Política. La historia que comenzó con Penta pasó a ser universal con Soquimich y se develó una práctica gigantesca que llevaban a cabo casi todos los grupos económicos y varias empresas reguladas por el Estado, incluyendo a algunas a las cuales se les fija tarifa por el gobierno.
Producido el escándalo, los señores empresarios procedieron masivamente a utilizar la vía de rectificar sus declaraciones que les ofreció el Servicio de Impuestos Internos, hace casi un año. Según se informaba por su director de esa época, esto situaba el problema en el ámbito administrativo y de paso permitía recaudar algunos varios millones de dólares, no muchos en todo caso, para lo que es la modesta economía de Chile.
Los empresarios, siempre rápidos a la hora de cazar oportunidades, corrieron a rectificar y lo han seguido haciendo y para ello no trepidaron en delatar a todos y cada uno de sus supuestos amigos, a los que gentil e interesadamente habían abierto sus arcas. De amigos potenciales, pasaron a ser símbolos de exterminio de la clase política. Los amigos de ayer, descubiertos el favor y el fraude, fueron denunciados para salvar a su vez la responsabilidad de los Directorios y Gerentes.
Esta es la correcta lectura de los hechos. Sin las rectificatorias de los empresarios delatando a los que entregaron boletas y a los amigos que las gestionaron, nada se habría sabido o muy poco, y de esta forma, mediante este subterfugio que permite la ley tributaria para casos particulares, normalmente producto de errores del contribuyente, se canalizó toda la información al SII y se pagaron los impuestos, cuyo valor exacto no ha sido dado a conocer globalmente por la autoridad, pero que, a ojo de buen cubero, difícilmente sobrepasa los 30 millones de dólares.
[cita tipo=»destaque»]Los empresarios, siempre rápidos a la hora de cazar oportunidades corrieron a rectificar y lo han seguido haciendo y para ello no trepidaron en delatar a todos y cada uno de sus supuestos amigos, a los que gentil e interesadamente habían abierto sus arcas. De amigos potenciales, pasaron a ser símbolos de exterminio de la clase política.[/cita]
Este ha sido el precio de estos modernos Judas y es lo que ha costado el masivo desprestigio casi irreparable en esta generación, de muchos políticos. De esta forma nuestro país perdió un gran prestigio y uno en el que éramos señeros, la seriedad de la actividad pública, en que fuimos maestros para otras latitudes. Como se ve, el precio que ha costado esta delación es barato en términos económicos y caro, muy caro, en términos republicanos y puede ser la ruina del Sistema Político.
Los que proveyeron los fondos ilegales han sido intocados en sus reales patrimonios, y menos aún afectados por estas rectificatorias en la arista penal y así han mantenido su poder incólume y todas sus empresas. Ni siquiera Soquimich, la señera, que explota el territorio nacional, ha sido tocada, a pesar de que hace un año pedimos su expropiación. Al mundo político le temblaron las piernas cuando propusimos que esta y otras empresas que habían invadido al Poder Legislativo fueran expropiadas, en aras del interés común y por haber atentado gravemente contra la República.
Mientras no haya una respuesta política dura y al más alto nivel hacia quienes usando su influencia y dinero corrompieron, no se habrá hecho una verdadera justicia, porque los políticos, los que han sido vinculados realmente, ya han enfrentado su amargo destino.
La clásica novela de Mario Puzo, del género criminal, genialmente interpretada en el cine por Marlon Brando y Al Pacino, que asumieron el papel de El Padrino, y su extraordinaria música, compuesta por Nino Rota Rinaldi, vuelve, hoy día en Chile, a ser interpretada por una parte del mundo empresarial y por algunos políticos y políticas. Por cierto que todos estos últimos son muy malos intérpretes y actores. Por eso la crisis tiende a ser total, mientras el país escucha los acordes musicales de El Padrino. Qué desgracia. Que Dios se apiade de Chile.