De todos los contratos que durante un siglo se firman en un país, no hay lugar a duda que la Constitución es el más importante de ellos. Respecto a este punto, la mayoría de las Constituciones vigentes en América latina fueron proclamadas o ampliamente reformadas en la segunda mitad del siglo XX. Como característica de esas reformas, vale la pena resaltar la división entre el “viejo” y el “nuevo” constitucionalismo. Chile, uno de los países que hacen parte del “viejo”, anunció el inicio de un largo proceso constituyente para que los ciudadanos de la tierra de Neruda y Mistral, se regalen una Constitución para el siglo XXI.
En materia de integración, Chile perteneció a la Comunidad Andina hasta 1976 y reingresó en el 2006 como simple asociado. Se trata de una de las naciones que más tratados de libre comercio ha promovido. De los más de 22 acuerdos comerciales de este tipo, se destacan los contraídos con China, la Unión Europea y Estados Unidos. Como ejemplo de multilateralismo económico, están el (Trans Pacific Partnership) y la Alianza del Pacífico. Respecto de organizaciones internacionales de América Latina enfocadas en algo más que lo económico, vale la pena resaltar que en la actualidad tiene asiento en la OEA (1948), UNASUR (2006) y CELAC (2010). Organismos con distintos objetivos, entre los que vale la pena resaltar “la integración latinoamericana”.
No obstante, la experiencia ha demostrado que los proyectos de integración en la región, no han podido sobrepasar la esfera de la simple cooperación intergubernamental ni la decorativa y siempre fácil, declaración anual o semestral de “buenas voluntades”. En consecuencia, se encuentra bastante lejos de constituirse en un bloque comparable a la Unión Europea.
El proceso constituyente que Chile discute en la actualidad, está dividido en varias etapas que deberían culminar con una propuesta al Congreso en 2017. De las de mayor participación se destacan tanto la denominada “diálogos ciudadanos” como la de “redacción de propuesta gubernamental”. Estas bases determinarán los insumos que los plenipotenciarios deberán tener en cuenta al momento de la Asamblea Constituyente.
[cita tipo=»destaque»]La Cordillera de los Andes es la columna vertebral por la cual Chile se conecta con el resto de la región y de la que irrefutablemente se extienden lazos de unión. La Historia, el sistema político y jurídico, el caos de la desigualdad, el idioma en el que se leen estas líneas, la religión, las diversidades étnicas, el fútbol y hasta los terremotos, son unos pocos ejemplos de lo mucho que nos une con ese país, y son prueba latente de la interdependencia.[/cita]
A las personas que participarán en esos distintos escenarios del actual momento constitucional de Chile y a los latinoamericanos, se dirigen las siguientes preguntas: (i) ¿Estará la integración latinoamericana y/o suramericana en el debate constituyente? (ii) ¿El interés de Chile con sus vecinos es exclusivamente económico? (iii) ¿En verdad es la identidad nacional chilena tan distinta a la de los otros países suramericanos, como para no integrarse? (iv) ¿Seguirá siendo Chile la Inglaterra del proceso de integración latinoamericano?
La mayoría de las constituciones de Suramérica han avanzado en este aspecto. Y dentro del marco del nuevo constitucionalismo, lo han hecho mediante “cláusulas latinoamericanas”. En otras palabras, sobre la base de disposiciones normativas que contemplan la posibilidad de ceder parte de la soberanía de un Estado a una institución en la esfera regional latinoamericana. A manera de ejemplo, estos países contemplan en sus constituciones algún tipo de norma o declaración sobre este aspecto: Bolivia Arts. 10. I y 265, Brasil (Art. 4), Colombia (Preámbulo y Arts. 9 y 227), Ecuador (Preámbulo y Arts. 276.5, 416.10, 416.11 y 423), Perú (Art. 44), Uruguay (Art. 6) y Venezuela (Preámbulo y Art. 153).
De los 12 países suramericanos, 9 contemplan algún tipo de disposición constitucional de mayor o intermedia apertura a la integración. En otras palabras, tan solo Chile, Surinam y Guyana se abstienen de incluir declaración alguna sobre este fundamental aspecto. Para quien quisiera profundizar sobre el tema y corroborar el estándar de las demás Constituciones citadas, puede consultar un estudio en el que se ilustran las cláusulas de integración en las Constituciones de Suramérica. Descargable, aquí.
La Cordillera de los Andes es la columna vertebral por la cual Chile se conecta con el resto de la región y de la que irrefutablemente se extienden lazos de unión. La Historia, el sistema político y jurídico, el caos de la desigualdad, el idioma en el que se leen estas líneas, la religión, las diversidades étnicas, el fútbol y hasta los terremotos, son unos pocos ejemplos de lo mucho que nos une con ese país, y son prueba latente de la interdependencia. La oportunidad histórica que está en manos del pueblo chileno para definir su postura respecto de la integración económica, política y social, resulta fundamental para configurar el peso que América del Sur se merece en el tablero del ajedrez internacional.