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Terminal 2 de Valparaíso: una cuestión de diseño urbano

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Por: Marcelo Ruiz y Alberto Texido, miembros de la Corporación Metropolítica


Señor Director:

El año 2016 será definitivo para el polémico proyecto de expansión portuaria de Valparaíso, hoy denominado Terminal Cerros de Valparaíso (TCVAL). Junto a la finalización e implicancias del Estudio de Impacto Patrimonial del Colombiano Juan Luis Isaza, requerido por UNESCO en 2014, se acerca también la fecha para activar la cláusula de salida de OHL, empresa adjudicataria de la licitación. Finalmente la opinión de la misma UNESCO respecto al desmedido impacto del proyecto en la condición patrimonial de Valparaíso, se encuentra permanentemente presente, como una espada de Damocles pendiente sobre el Estado Chileno.

Lamentablemente la discusión sobre la expansión portuaria de Valparaíso se ha colocado en supuestos que caricaturizan las posturas. Así, la oposición al proyecto TCVAL ha sido calificada como “anti-puerto” o “anti-desarrollo”, cuando precisamente la crítica al proyecto de expansión portuaria nace producto de la falta de visión respecto a la diversificación de la economía urbana, que el emplazamiento y el diseño específico de esta alternativa presenta.

La relación urbana entre Valparaíso y la actividad portuaria es antigua, coexistiendo por siglos de forma continua, antes de ser interrumpida por las incontrarrestables lógicas económicas y productivas, emergidas en la década de los setenta. Este es un hecho básico de aceptar: la ciudad de Valparaíso y el puerto fueron durante siglos una sola unidad urbana. Esta constatación permitió que las distintas plataformas portuarias -el primer y segundo malecón- fueran diseñadas incorporando el contexto urbano. La relación puerto-ciudad fue tan fuerte en la segunda mitad del siglo XIX, que el diseño urbano de los sectores más nobles del Plan de la ciudad obedeció a la conveniencia de acercar la actividad comercial a las faenas de descarga de mercancías. Esto generó un borde denso, con una Arquitectura de alta eficiencia en el uso del suelo, donde floreció el comercio y la riqueza, haciendo de Valparaíso la cuna del liberalismo en Chile.

Hoy, el decaimiento de Valparaíso, se explica en parte por el divorcio entre la ciudad y ese borde costero. Por esta razón es relevante considerar un reajuste de la expansión, mejorando el diseño y emplazamiento de la actividad portuaria, más acorde al particular entorno urbano patrimonial. En este rediseño es fundamental evitar la monopolización del uso del borde costero, que es el principal motor económico de Valparaíso. Para dar un indicio del rol económico del litoral, basta mencionar dos ejemplos, uno local y uno global: primero, que en la vecina comuna de Viña del Mar, el espacio público del borde costero atrae el 75% de la actividad turística, y segundo, que el referente de transformación de Barcelona logró ante el traslado del puerto un par de kilómetros hacia al sur, una solución de diseño portuario y urbano integral, que al incorporar el turismo marítimo fue capaz de aumentar más de 60 veces los empleos preexistentes y generar hoy -junto al puerto-, más de 15 millones de visitas al año.

En un lamentable contexto de desempleo y deterioro, el Estado Chileno no puede avalar la involución en los procesos de integración, gestión e implementación de Infraestructura que el caso descrito expone. Al contrario, el Estado puesto a prueba desde la postulación y declaratoria del 2003, debe ser capaz de administrar los requerimientos de una zona que es Patrimonio de la Humanidad, incorporando el desarrollo de la infraestructura productiva y evitando la vergonzosa perdida de la nominación de la UNESCO. Para resolver este dilema, como vemos, existe el diseño urbano aplicado sobre las infraestructuras.

Entre las soluciones técnicas de diseño urbano, que han propuesto algunas organizaciones que han analizado los impactos del TCVAL, se encuentra el canal de amortiguación. Este elemento permitiría evitar que las piezas urbanas de dimensión patrimonial queden aisladas de la actividad costera, sin impedir la expansión de la faena portuaria. Lamentablemente esta solución nunca fue considerada públicamente ni estudiada por el mandante (EPV) que se ha enfocado en una solución reduccionista que busca maximizar el uso de lo que queda de área protegida en la poza de Valparaíso, sin considerar los profundos impactos que la ocupación intensiva y monofuncional del borde costero tiene para el resto de la comuna.

El intento de poner en duda las exigencias por aumentar la calidad de los diseños de las grandes obras, intentando simplificar la legitima discusión o apelando al paradigma comunicacional entre “buenos y malos”, puede lograr que el proyecto TCVAL sortee sin mayor exigencia, las fases administrativas existentes, pero no ayudará ni a lograr un mejor diseño, ni a la ciudad a facilitar resolver sus profundos problemas urbanos. Hoy a dos años del mega incendio de Valparaíso, en donde la acumulación de segmentos vulnerables en las cimas y quebradas revela el crítico trasfondo social de la ciudad, se necesita más que nunca, que el diseño de la expansión portuaria, colabore con la diversificación económica de Valparaíso y no, que termine por segregar aun mas a esta ciudad.

El Plan Maestro de la Empresa Portuaria, ha instalado la idea de que genera empleos. Esto es cierto durante la construcción, pero no en la fase de operación, ya que la tendencia es precisamente reemplazar el trabajo humano por la tecnologización. Adicionalmente, el actual escenario económico mundial, genera ciertas dudas sobre la real necesidad de aumento de capacidad portuaria como la llevada a cabo. Por otro lado, el Estado por medio de EPV intenta remediar mediante la construcción de un centro comercial su falta de aporte al espacio público. Al respecto, cabe señalar que dicho proyecto -aún no conocido en sus últimos ajustes- se comportará más como una prótesis urbana, funcionando de manera aislada, que como un espacio que pueda efectivamente reactivar el plan de la ciudad.

El obsoleto Plan Maestro de EPV, basado en una gastada y sectorializada institucionalidad urbana, profundiza el proceso de transformación del Plan de Valparaíso en una gigantesca bolsa de deterioro y pobreza. Los impactos urbanos de la expansión propuesta no están estudiados y si bien, no es el rol de la Empresa Portuaria velar por el desarrollo urbano de Valparaíso, tampoco se pueden simplificar los efectos territoriales de una de las inversiones portuarias más cuantiosas en los últimos 100 años. Por ello la discusión ha valido y aun vale la pena. No podemos como sociedad, permitirnos un retroceso ni perder la oportunidad de revertir los problemas urgentes que actúan sobre un Valparaíso que hemos reconocido como extraordinario. El diseño urbano, está al servicio de una sociedad más justa; entonces solo cabe considerarlo.

Marcelo Ruiz y Alberto Texido
Miembros de la Corporación Metropolítica
www.metropolitica.cl

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