Al negarle la sal y el agua al ministro de Hacienda que, por su responsabilidad y capacidad técnica, nunca iba a estar en una fórmula extrema, la derecha lo debilitó y precipitó la estrambótica fórmula del Gobierno de vetar sus propias indicaciones, entre ellas, una que fortalecía el poder negociador de los sindicatos, al darle la titularidad en la negociación de los pactos de adaptabilidad.
En los foros del mundo empresarial, en las mesas de los matrimonios, alrededor de los lattes del Starbucks y en la convivencia de los apoderados de colegios de la cota mil, se conversa de una sola cosa: la debilidad del ministro de Hacienda, Rodrigo Valdés.
El actual ministro se ha convertido, en dichas conversaciones, en algo parecido a lo que fue Necker, el último ministro de Hacienda de Luis XVI, tras cuya caída se precipitó el radicalismo en la Revolución Francesa. Y la frase más manida es que después de Valdés, vienen los bárbaros, las nacionalizaciones, y el cambio de nombre de la plaza frente a La Moneda, como la Plaza de la Constitución Bolivariana, con estatua de Chávez incluida.
Lo curioso es que la derecha política, que no siempre baila al mismo ritmo que el empresariado con el que convive, tiene mucha responsabilidad en la complicada situación que ha vivido el ministro, al negarle la posibilidad de negociar una reforma constitucional que permitiera la titularidad sindical y salvara el bochorno de la Reforma Laboral. Llama la atención que ahora defiendan a quien colaboraron en debilitar.
Y el punto en el cual lo debilitaron pareciera ser el cuco de Chile Vamos: la titularidad sindical. Algo que parece de sentido común, que es fortalecer el poder negociador de los sindicatos y evitar que los empresarios hagan comportamiento oportunista, formando grupos paralelos y así debilitar al sindicato con más afiliados. Pese a que esto forma parte del estándar de la OIT y es como funcionan las relaciones en muchos países desarrollados, a la derecha le parece la antesala de los sindicatos K.
Basta revisar la web de la Dirección del Trabajo para entender cómo, en las negociaciones sindicales, los empresarios apuestan por la teoría de juegos debilitando a los sindicatos, ya sea por la existencia de grupos paralelos o alargando la solución para ocupar la carta de la asfixia económica. Un ejemplo bastante contingente es la huelga en el BCI, donde la administración de la empresa juega más al desgaste, pues el banco sigue abierto mientras ocurre la huelga. Es de todo sentido común que el legislador busque equiparar la cancha, dándoles a los sindicatos mayoritarios la titularidad en las negociaciones.
[cita tipo= «destacado»]A la derecha política esta mezcla explosiva de presión sobre el titular de Hacienda y los números fiscales caminando por la cornisa le vienen como anillo al dedo. Una mezcla de radicalización de la Nueva Mayoría, explosiones de demandas sociales ante reformas inconclusas y mal realizadas, además de bajo crecimiento y aumento del riesgo país, harán que los electores indecisos tengan más inclinación para la segunda venida de Piñera.[/cita]
Al negarle la sal y el agua al Ministro de Hacienda que, por su responsabilidad y capacidad técnica, nunca iba a estar en una fórmula extrema, la derecha lo debilitó y precipitó la estrambótica fórmula del Gobierno de vetar sus propias indicaciones, entre ellas, una que fortalecía el poder negociador de los sindicatos, al darle la titularidad en la negociación de los pactos de adaptabilidad. Como suele suceder, las posiciones extremas en la política vuelven a coincidir en intereses y agenda.
La vieja táctica de la ultraizquierda, de agudizar las contradicciones, es ahora el camino que elige la derecha, ante la falta de agenda alguna y sin ganar nada en la actual crisis política. Algunos en el Gobierno parecen seguirle el juego, debilitando al ministro Valdés y colocándolo en una imagen de un rol secundario y derrotado cuando se anunció el camino del veto.
El Gobierno no puede dejar caer a Valdés en modo alguno y así de clara fue la señal cuando, en una inédita situación, el ministro encabezó un consejo de gabinete en su casa para conversar acerca de los nubarrones que se vienen sobre la economía chilena. Por suerte, esta vez, a diferencia de otras, no hubo desde el segundo piso los off sobre insubordinación o indisciplina.
El Banco Central le ha dado la razón en su pesimismo económico. En su último Informe de Política Monetaria hizo ver que la economía continuará creciendo por debajo de su potencial por algunos trimestres más, afectada especialmente por el desempeño de los sectores más ligados a la inversión, que suelen tomar decisiones, no solamente leyendo la coyuntura económica y los números, sino también el clima que se instala.
Esto implica que el año 2017 también será de bajo crecimiento con las consecuencias en la billetera fiscal, y sin duda, en la campaña electoral.
El equilibrio macroeconómico suele ser presentado por muchos como un asunto de neoliberalismo o de posiciones conservadoras, cuando es en realidad un tema país tan importante como la conservación del medio ambiente o la seguridad ciudadana. De hecho, la preocupación por estos asuntos no es solo propia de gobiernos de derecha o “amarillos” sino también de gobiernos de izquierda, como el de Correa en Ecuador o recientemente el de Raúl Castro en Cuba.
Si Chile abandona la disciplina fiscal, se disparará el riesgo país. Esta variable determina la tasa a la cual la banca internacional les presta a Chile y a sus agentes económicos, y por tanto aumentaría el costo de las empresas que requieren financiamiento en moneda internacional con la correspondiente baja en productividad. Por cierto, pretender una gratuidad de un 100% para la educación superior en este gobierno, como están las cosas iría en ese ámbito, por lo que lo responsable es transparentar, de una vez por todas, exactamente hasta dónde se puede llegar en esta política pública y no seguir en la incertidumbre.
A la derecha política esta mezcla explosiva de presión sobre el titular de Hacienda y los números fiscales caminando por la cornisa le vienen como anillo al dedo. Una mezcla de radicalización de la Nueva Mayoría, explosiones de demandas sociales ante reformas inconclusas y mal realizadas, además de bajo crecimiento y aumento del riesgo país, harán que los electores indecisos tengan más inclinación para la segunda venida de Piñera.
Además el ex Presidente inversionista y sus voceras y voceros, como se debe decir en estos tiempos de lenguaje inclusivo, pueden salir a exhibir los números de su mandato, lo que le hará parecer un mago de la recuperación económica y no un afortunado al que le tocó la parte alta del ciclo económico de un país ligado al comercio internacional.