La disyuntiva que nos enfrenta como sociedad no es entre libertad e igualdad, sino entre la libertad del capital y la libertad humanista que es indisociable de la igualdad. Aclarar el debate en estos términos puede ayudar a encontrar el bien común, más allá de la disputa ideológica aparentemente irreconciliable que enfrentamos en Chile.
En la disputa por levantar candidaturas presidenciales dentro de la Alianza por Chile, Felipe Kast ha criticado la superficialidad instrumental de la propuesta de Sebastián Piñera y propone a cambio una reafirmación ideológica de la derecha. Pero, al hacerlo, demuestra por qué su ideario es incapaz de «proponerle al país un proyecto político que permita convocar a miles de chilenos que hoy se encuentran desencantados de la política» (El Mostrador, 6.7.16).
Autodenominándose liberal, Kast reniega como tantos otros del auténtico proyecto de los fundadores del liberalismo, ideología revolucionaria que inspiró la independencia de EE.UU., la Revolución Francesa y, en general, la democracia occidental contemporánea.
El liberalismo fue concebido como una relación mutuamente indispensable entre libertad e igualdad, ya que, sin igualdad de oportunidades, las personas desfavorecidas no pueden ser libres.
A su vez, la libertad para desarrollar un proyecto de vida y participar en política es indispensable para mantener condiciones de vida igualitarias, ya que, si unos pocos concentran el poder de decisión, nada garantiza que el desarrollo social sea equitativo (Rawls, 2001).
Esta utopía está hoy más vigente que nunca, pero paradójicamente es representada por Kast y otros como una contradicción irreconciliable entre los valores de igualdad y libertad. ¿Cómo llegamos a esto?
[cita tipo= «destaque»]Rosanvallon (2011) demuestra que, a partir de la revolución industrial, el ideario liberal fue desvirtuado con el objetivo de justificar la acumulación de capital. En este proceso, la libertad para definir y realizar un proyecto de vida de forma autónoma, como derecho universal, es despojada de todo contenido humanista y reducida a una libertad instrumental para la acumulación de riqueza.[/cita]
En un análisis histórico magistral, Rosanvallon (2011) demuestra que, a partir de la revolución industrial, el ideario liberal fue desvirtuado con el objetivo de justificar la acumulación de capital. En este proceso, la libertad para definir y realizar un proyecto de vida de forma autónoma, como derecho universal, es despojada de todo contenido humanista y reducida a una libertad instrumental para la acumulación de riqueza.
Así se transó la libertad de los seres humanos por la libertad del capital, y esta libertad de acumulación sí es irreconciliable con el derecho a la igualdad. Al oponer libertad e igualdad, Kast se hace partícipe de este proyecto liberal desvirtuado.
El marxismo surgió como reacción a esta deformación pseudoliberal y a la injusticia social que genera este ideal mutilado, por lo que se polariza hacia la igualdad radical. De este modo, los fundamentalismos de derecha y de izquierda han tomado rumbos irreconciliables, siendo ambos representaciones incompletas del ideario que dio origen a la democracia moderna. Es por esta utopía fracturada «que el país vive un momento ideológico-cultural con dos visiones de sociedad en disputa, con valores y principios muy distintos» (El Mostrador, 6.7.16). Pero no se puede gobernar lo que ya está fragmentado atizando estas disputas.
Kast se equivoca al afirmar que Chile necesita un proyecto político que enarbole un ideario liberal desvirtuado, impidiendo la evolución hacia una sociedad que promueva la libertad a partir del derecho universal a la igualdad de oportunidades. La disyuntiva que nos enfrenta como sociedad no es entre libertad e igualdad, sino entre la libertad del capital y la libertad humanista que es indisociable de la igualdad.
Aclarar el debate en estos términos puede ayudar a encontrar el bien común, más allá de la disputa ideológica aparentemente irreconciliable que enfrentamos en Chile.