A pocas horas de que François Hollande anunciara el fin inminente del estado de emergencia, un camión irrumpía en el paseo de los ingleses durante una fiesta nacional altamente concurrida matando a 84 personas, y dejando a la clase política aún más desamparada frente a esa nueva cara del “terrorismo exprés”.
Tras el horrendo atentado cometido en Niza, una encuesta IFOP publicada el 18 de julio por el diario Le Figaro daba cuenta de una baja de la confianza de los franceses en las medidas tomadas por Hollande y su gobierno contra el terrorismo. Si después de los atentados de enero de 2015, el 51% de las personas seguía expresando una confianza en sus autoridades, hoy en día sólo el 33% de los franceses cree en su eficacia.
En la legítima polémica sobre la gestión de la amenaza terrorista por las autoridades políticas en el contexto de guerra contra el Estado islámico, no se puede prescindir del debate sobre los valores republicanos, ni de un análisis más profundo sobre el tipo de práctica del islam y los fenómenos de radicalización religiosa. Sabemos que dicha radicalización consiste básicamente en un vuelco de la doctrina salafista hacia el jihadismo, pero al mismo tiempo que el hecho de ser fundamentalista no implica avalar la violencia como modo de acción. Es probablemente lo que explica que el cierre de mezquitas donde se predica este tipo de islam radical no caiga por su propio peso y haya ocurrido a partir del atentado contra el semanario Charlie Hebdo. Podemos sin embargo reparar en que la doctrina salafista niega el secularismo de un Occidente considerado como “infiel” y sigue los mandamientos más rigoristas de los defensores saudíes de la ley coránica. Es desde luego contraria a los valores fundamentales de la República francesa.
[cita tipo=»destaque»]El debate acalorado a raíz del cual los diputados aprobaron la reconducción del estado de emergencia dio una nueva muestra de la polarización que atraviesa la sociedad francesa dividida entre los defensores del “Estado de Derecho” versus quienes invocan un “principio de precaución” contrario en su aplicación a la Constitución y a la Convención europea de los derechos humanos[/cita]
El debate acalorado a raíz del cual los diputados aprobaron la reconducción del estado de emergencia dio una nueva muestra de la polarización que atraviesa la sociedad francesa dividida entre los defensores del “Estado de Derecho” versus quienes invocan un “principio de precaución” contrario en su aplicación a la Constitución y a la Convención europea de los derechos humanos. El perfil inédito del terrorista que no era conocido de los servicios de inteligencia plantea un verdadero desafío a las fuerzas de seguridad galas.
Matizando las tesis iniciales del “lobo solitario” y del banal “caso psiquiátrico”, los resultados preliminares de la investigación sugieren que éste habría premeditado durante cerca de un año el atentado reivindicado por el Estado Islámico, que siguió al pie de la letra sus consignas sin necesariamente responder a una orden de misión y que no se trató de un auténtico solitario como demuestran algunos mensajes enviados minutos antes de la tragedia. La tesis de su “radicalización exprés” tampoco convence mucho. Para los expertos, es en efecto poco probable que un individuo pueda pasar de la normalidad al acto terrorista en un instante. La radicalización es un proceso largo que toma meses o años, e implica optar por un camino ideológico susceptible o no de desembocar en un acto terrorista. Asimismo, “radicalización exprés” sólo traduciría la incapacidad de las autoridades de identificar un nuevo género de terrorista y una nueva expresión de la radicalización religiosa.
Ciertamente, el reforzamiento de la seguridad no es una panacea. Es también necesaria la implementación de políticas públicas más eficaces para luchar contra la radicalización, como prevenir la delincuencia, evitar la formación de ghettos urbanos, y también defender sin ambigüedades los valores que se celebran cada 14 de julio. Sólo en el conjunto de estas medidas se permitirá cuidar la cohesión nacional.