Cuando el gobierno militar cambió el sistema previsional de reparto por uno de capitalización individual, tuvo que hacer estimaciones y proyecciones del envejecimiento poblacional, variable clave en la relación pasivos/activos, central para la sostenibilidad y éxito de un proyecto de esta especie. Al parecer se equivocaron, en medio del optimismo reinante y de las expectativas de crecimiento económico generadas por los cambios que los propios economistas del régimen estaban realizando. De ahí las ofertas de tasas de sustitución que hoy día están muy lejos de cumplirse. La “obra”, en definitiva, se quedó corta.
Para los salubristas, Chile vive una transición demográfica acelerada desde hace ya bastante tiempo, la que se asocia a cambios del perfil epidemiológico. Si bien las proyecciones de José Piñera a comienzos de los ochenta fueron incorrectas, se dice que así lo habrían sido para cualquiera que lo hubiera intentado en su lugar, en ese momento. Pero al final de esa década y a comienzos de la siguiente, sin duda alguna todos ya sabíamos que la expectativa de vida se había expandido significativamente y que el envejecimiento poblacional era más rápido que el que pensamos inicialmente. Es decir, hace 25 años, al menos, que lo sabemos. Hace un cuarto de siglo que lo sabemos.
¿Qué explica, entonces, que hayamos hecho tan poco en todo este tiempo? Ciertamente, es necesario reconocer que en sus dos gobiernos la Presidenta Bachelet formó comisiones para abordar el problema. Primero la Comisión Marcel y luego, en el período actual, la Comisión Bravo. Y también es cierto que algunas de las recomendaciones que surgieron de la primera se han estado implementando. Pero antes no hubo nada y tampoco Sebastián Piñera avanzó en el asunto y nadie lo hizo hasta ahora en los temas críticos, por la enorme impopularidad política de los mismos. Es el “agravio comparativo” que surge del caso Gendarmería y del sistema previsional de las Fuerzas Armadas, intensivo en uso de aporte fiscal que a otros se niega, el que transforma esto que ya sabíamos en un tema que se instala nítidamente en nuestras conciencias.
[cita tipo=»destaque»]Al final de esa década y a comienzos de la siguiente, sin duda alguna todos ya sabíamos que la expectativa de vida se había expandido significativamente y que el envejecimiento poblacional era más rápido que el que pensamos inicialmente. Es decir, hace 25 años, al menos, que lo sabemos. Hace un cuarto de siglo que lo sabemos.[/cita]
Claramente, en la actualidad los fondos que se acumulan en el sistema son insuficientes para generar pensiones razonables durante los años de vida esperados de los jubilados de Chile. Es decir, si perseveramos en el sistema de capitalización individual –no logro dimensionar el impacto del regreso a un sistema de reparto–, los fondos deben ser de mayor tamaño y eso significa que las tasas de cotización deben ser aumentadas, cualquiera sea quien concurra a hacerlo. Hoy en día las personas pueden hacer cotizaciones voluntarias libres de impuestos y existe la promesa de que los independientes de altos ingresos coticen de algún modo, para evitar que luego el Estado deba cargar con ellos. Y, por otra parte, es necesario prolongar el tiempo de acumulación y, de paso, acortar el período pasivo a financiar. Es decir, jubilar más tarde. Entonces, digámoslo: ¿quién le pone el cascabel al gato?