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Haití: privilegio de unos, desigualdades de “otros”

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Diego Vela Grau
Por : Diego Vela Grau Presidente de Revolución Democrática.
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Un estudio del Banco Mundial, recientemente publicado, muestra que en Haití los precios son hasta un 75% superiores en comparación con los otros países de la región, incluso considerando las diferencias de ingresos y costos de importación.

Desde que llegué a vivir a Haití me ha impresionado cómo, en un país donde 6 de cada 10 personas viven bajo la línea de la pobreza (con 2.44 dólares por día), los alimentos y productos de consumo de la canasta básica pueden ser tan costosos. Por ejemplo, productos fundamentales como un litro de leche o un kilo de arroz cuestan hasta el doble ($2,5 y $3 dólares, respectivamente) que en Chile, Colombia, Argentina y la mayoría de los países del continente.

A la hora de profundizar en las razones que han mantenido a Haití en los podios de los estudios de pobreza y vulnerabilidad, nos encontramos con muchos factores, entre ellos y uno de los más importantes, la no construcción en conjunto de un Estado sólido que resguarde la estabilidad política y económica.

Además, claramente el sistema (el de Haití y muchos países del mundo) no es fruto de la casualidad y no solo está determinado por sus recursos naturales; este sistema es el resultado de decisiones políticas donde los líderes, en varias ocasiones, han optado por beneficiar a grupos de interés que los apoyan en vez de beneficiar los intereses de las mayorías y las personas en situación de pobreza y extrema vulnerabilidad.

Ejemplo de esto fue el bloqueo cultural, económico y político histórico que vivió Haití por parte del continente y las potencias imperiales por ser la primera República Negra del Mundo y la primera nación independiente de América Latina (golpe al sistema esclavista-moderno/colonial); el cobro de parte importante de su Producto Interno Bruto por parte de Francia para que esta reconociera la independencia de Haití; como consecuencia de lo anterior; la poca capacidad que esto produjo para que se pudiera invertir en infraestructura, lo que se ve coronado con el empeoramiento general de las condiciones luego del destructivo terremoto el año 2010.

Vale la pena analizar en profundidad cada uno de estos aspectos, pero uno de los que más impresiona es cómo, a pesar de ser un país con los mayores índices de pobreza, es a la vez uno de los países más desiguales del mundo. El estudio del Banco Mundial mencionado anteriormente, muestra que más de la mitad de los productos de la canasta básica en Haití proviene de mercados ultraconcentrados, con poca competencia y que le pertenecen a un reducido número de familias poderosas que poseen tanto el poder político como económico.

¿El resultado? La institucionalidad juega al servicio de los intereses de estos mismos, a través de bajos impuestos o regulación laxa que permiten acuerdos “tácitos” entre sus competidores ¡De a poco uno comienza a ver luces de por qué Haití es el tercer país más desigual del mundo y por qué la pobreza (no solo en Haití) tiene una relación directa con la desigualdad!

En su reconocido libro ¿Por qué fracasan las naciones?, Acemoglu y Robinson plantean que una de las principales razones de las diferencias en desarrollo entre los países es el tipo de instituciones que poseen (instituciones inclusivas vs. extractivas). Haití y República Dominicana son un caso paradigmático, estos dos países comparten la isla “La Española”, es decir, tienen las mismas características geográficas, pero las principales diferencias de desarrollos entre ambos se darían, según los autores, porque en la primera se reproducen instituciones que benefician a las elites.

Más aún, un reciente estudio donde participó Robinson determina que las elites que apoyaron el golpe de Estado contra la democracia de Aristide (ex presidente de Haití y ex sacerdote salesiano vinculado a la Teología de la Liberación, crítico de la acción internacional de los EE.UU.), obtuvieron ganancias anormales vía aumento de precio de los productos importados por ellos, es decir, fueron premiadas.

Increíblemente, en esos mercados los precios subieron proporcionalmente más. Por ejemplo, en el mercado del arroz, donde cerca del 90% de la producción estaba concentrada en manos de los golpistas, se observó un aumento sostenido de precios, llegando a ser un 25% superior a su precio pregolpe de Estado. Sin duda el matrimonio política y renta económica aparece continuamente.

[cita tipo=»destaque»]Si bien el caso de Haití para algunos puede parecer lejano, este problema sistémico está presente en gran parte del mundo. Oxfam publicó este año un estudio donde plantean que la economía está al servicio del 1% más rico del mundo, evidenciando que ¡solo 64 personas tienen más riqueza que el 50% más pobre del mundo! (3.600 millones de personas). Esa cifra, junto a cientos de otras existentes, muestra que estamos viviendo dentro de un sistema que continuamente beneficia a los privilegiados por sobre los más necesitados.[/cita]

Si bien el caso de Haití para algunos puede parecer lejano, este problema sistémico está presente en gran parte del mundo. Oxfam publicó este año un estudio donde plantean que la economía está al servicio del 1% más rico del mundo, evidenciando que ¡solo 64 personas tienen más riqueza que el 50% más pobre del mundo! (3.600 millones de personas). Esa cifra, junto a cientos de otras existentes, muestra que estamos viviendo dentro de un sistema que continuamente beneficia a los privilegiados por sobre los más necesitados.

Los casos de corrupción que hemos vivido en varios países de la región en el último tiempo solo nos ponen en alerta de cómo existe un grupo privilegiado operando para poner nuestra economía y política al servicio de sus necesidades. La desigualdad es reflejo de eso, no solo una desigualdad de ingresos, sino una que da mejor salud, más años de vida, mejor educación, mayor injerencia sobre las leyes, que la que tiene el resto de los ciudadanos. Un sistema que genera personas de primera y segunda categoría.

Terminar con estas desigualdades no es para que unos pierdan, sino un acto de justicia que permitirá realmente que todos valgamos igual.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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