Acabo de ver morir al séptimo hijo de una madre drogadicta: sífilis congénita, me explica mi amiga kinesióloga de la UTI del Félix Bulnes, luego reclama por la falta de políticas públicas de salud en la prevención de embarazos no deseados o de madres que no son aptas, sí, porque hay madres no aptas para tener hijos, como la del relato, que no fue a los controles de embarazo donde un antibiótico habría salvado la vida de su hijo.
¿Creerán los pro feto que esta mujer debe seguir teniendo hijos? Esta discusión ni siquiera se está dando en nuestro país. ¿Cómo es que al cuarto, al quinto hijo de esta mujer drogadicta ningún funcionario de la salud ofreció ligar las trompas o insertar un DIU?
Nadie sabe –ni ella– dónde están cuatro de sus siete hijos. ¿Qué pensarán de esto los pro feto, que en su momento incluso estuvieron en desacuerdo con la pastilla del día después y los dispositivos intrauterinos?
Esto no es parte de la discusión que se está dando en la Comisión de Salud del Senado. No, los pro feto están espantados por algo mucho menor y de sentido común para cualquier sociedad sana y que respeta a la mujer, y la posibilidad de decidir sobre su cuerpo: la despenalización de la interrupción del embarazo por tres causales.
[cita tipo=»destaque»]Pero eso a los pro vida no les importa porque ellos en realidad son pro feto, lo único que les interesa es que nadie afecte los «derechos» de ese niño por nacer, a los pro feto no les importa esa niña, ni el futuro de los fetos que quieren salvar; no les interesa el sufrimiento de los padres con un hijo irreversiblemente enfermo, no están ahí los nueve meses que la madre los lleva en el vientre, ni cuando patea y ella sufre, sufre porque sabe que lleva un muerto adentro, porque fue obligada a sufrir con esa patada que para otra es una felicidad que se graba en video, en foto y se sube a Facebook.[/cita]
53 invitados participaron de la discusión en la comisión, presidida por la senadora DC Carolina Goic e integrada por la senadora UDI Jacqueline van Rysselberghe, el senador PPD Guido Girardi, el también UDI Francisco Chahuán y el socialista Fulvio Rossi, este último ha expuesto las maniobras de los grupos «pro vida» a.k.a «pro feto» (explicaré esto más adelante) para retrasar este proyecto, quienes desde la primera sesión y, en voz del senador Chahuán, anunciaron 100 invitados, asustando a cualquier legislador informado.
Hace siete meses que este proyecto se está discutiendo, por lo que es entonces valido preguntarse: ¿qué lo retrasa? Y más aún siendo un compromiso de Gobierno, ¿por qué este no lo impulsa, no le pone urgencia?
Algo tendría que ver el difícil momento con la Democracia Cristiana que se vive dentro del oficialismo, eso se dice en los pasillos del Congreso, a media voz. Otra razón sería la gran cantidad de votantes evangélicos en las próximas municipales.
Para explicar a los lectores no familiarizados con la estructura de construcción de una ley, el proyecto de despenalización de la interrupción del aborto por tres causales: peligro de muerte de la madre, inviabilidad fetal y violación, ya pasó por la Cámara de Diputados donde las mismas organizaciones pro vida invocaron los mismos argumentos religiosos, y en la actualidad está en el proceso de discusión que antecede a la votación en general que debería darse este 5 de septiembre en la comisión de salud. Para ahondar en este término la votación «en general», de ser aprobada, no es más que aceptar «la idea de legislar», es decir, esta lata discusión es solo para aprobar empezar a revisar el proyecto.
Parece una broma, pero el proyecto está dentro de los tiempos que se demoran en discutir las leyes «valóricas» en este país donde todos saben qué debe hacer el otro, donde la ley antidiscriminación se demoró siete años para ser promulgada y finalmente fue aprobada a propósito del lamentable y violento crimen del joven Daniel Zamudio.
Un país donde escuchamos a los pro vida despotricar en contra de estas tres causales humanitarias invocando a un Dios que no es el de todos, que ya no puede regir las leyes de un Chile laico y separado de la Iglesia.
Por mientras, una niña de 11 años violada por su padrastro es obligada por el Estado a tener a su hijo, a afectar todo el resto de su vida unida por un hilo indestructible a uno de los actos de violencia más horribles para una mujer.
Pero eso a los pro vida no les importa porque ellos en realidad son pro feto, lo único que les interesa es que nadie afecte los «derechos» de ese niño por nacer, a los pro feto no les importa esa niña, ni el futuro de los fetos que quieren salvar; no les interesa el sufrimiento de los padres con un hijo irreversiblemente enfermo, no están ahí los nueve meses que la madre los lleva en el vientre, ni cuando patea y ella sufre, sufre porque sabe que lleva un muerto adentro, porque fue obligada a sufrir con esa patada que para otra es una felicidad que se graba en video, en foto y se sube a Facebook. Ella debe aguantar las felicitaciones, la sombra de la alegría cruzada por el dolor de la muerte inevitable y el cambio físico obligada por el Estado castigador.
No están los pro feto cuando la mujer que no puede ser operada termina sin útero por un embarazo ectópico y menos están al lado de la cama del hospital de esos hijos que mueren a los minutos, horas de nacer y de sus madres doblemente sufrientes.
¿Cuántos pro feto han visto defendiendo los derechos de los niños y las mujeres? A los pro feto solo les interesa que nazca la criatura, no importa cómo, no importa tampoco cómo crezca ese feto y menos a qué posibilidades de desarrollo puede acceder, estos no son temas de los pro feto.
Ellos están mandatados por Dios para una labor mayor, para ser los defensores de los fetos, en contra de los derechos de las mujeres, en contra de toda misericordia y en contra –paradójicamente– de la bondad y la humanidad que requieren estos temas.
Los pro feto hacen algunas excepciones, eso sí, en las clínicas particulares donde sus hijas y hermanas solucionan el embarazo con una operación de apendicitis, donde a los mismos médicos que han anunciado invocar la «objeción de conciencia» para no realizar un aborto no les importa operar una apendicitis más a la hija del amigo de la familia.
Mujeres que abortan de manera segura, no las que llegan desangrándose al hospital, donde este mismo médico las denuncia violando la confidencialidad médico-paciente. Una cachetada de la desigualdad en la que vivimos, una desigualdad que no interesa a los pro feto, ni a su Dios.
No podemos dejar que los pro feto ganen esta batalla contra el respeto, el derecho de las mujeres, el sentido común y las políticas públicas de salud que deben ser implementadas a pesar de La Iglesia (de cualquiera de ellas) y de los santos.
Repito el dato: este cinco de septiembre la presidenta de la comisión, la senadora Carolina Goic, ha comprometido la votación, los invito a estar atentos a que esto suceda y a cómo votan los parlamentarios que elegimos nosotros, pero que le responden al espejismo ese, llamado Dios. Amén.