Si algunos piensan que un mero cambio gubernamental, sin entrar a analizar a fondo lo que se ha hecho y corregir lo que aún podemos hacer, y esperar a que una discusión irresponsable de un futuro Gobierno traerá tranquilidad y eficiencia al país, están muy equivocados y, si no pensamos los temas de fondo, podría sobrevenir una verdadera parálisis de graves consecuencias.
Con un evidente esfuerzo de análisis y no poco de profético, muchos distinguidos economistas del país tratan de explicar a la opinión pública el fenómeno que, a juicio de ellos, sería la causa de un bajo crecimiento de la economía y qué se puede hacer para revertir la situación.
Lo primero que llama la atención es que, manteniéndose la tónica de los últimos 40 años, siguen siendo las personas con formación económica las únicas que entregan sus dispares opiniones. La política queda, así, fuera de la economía.
Los políticos que parecen tener aversión por la economía, y que en Chile no son excepción, se limitan a hacer reclamos o aseveraciones muy genéricas, que no aportan prácticamente nada. Solo los economistas saben lo que hay que hacer y todos piensan distinto.
El debate podría resumirse, considerando casi todas las opiniones, como un intento por saber, porque si llegamos a crecer a tasas muy altas, hoy eso no ocurre. Se dice entonces que cambió la realidad externa, que nuestro cobre vale menos, pero, generalmente, olvidan que el petróleo también; señalan que ha cambiado el valor de la moneda dólar norteamericana; que ha bajado la inversión minera; que China ya no es lo mismo y que hay una pérdida de productividad del país. También agregan un componente sociológico, que llaman “problemas de confianza” de la ciudadanía y que algunos le atribuyen el carácter de crisis. La prueba irrefutable serían las encuestas.
Nuestra primera observación es que nunca le hablan propiamente a la ciudadanía y se dan muchos supuestos por conocidos, lo que transforma la cuestión en un debate para cuasiiniciados.
Esta forma de relacionarse que tiene la élite económica, la priva de su legitimidad democrática informativa y eleva a sus participantes a marcos teóricos prácticamente inalcanzables para el público en general. Por eso se organizan muchos seminarios, que son también un negocio.
El segundo aspecto que conviene precisar es que la discusión está cruzada por la próxima Ley de Presupuesto, en la que larvadamente los economistas dan opiniones a partir de viejas y conocidas posiciones, monetaristas o desarrollistas, según se desee aumentar o disminuir el rol del Estado o apuntalar al sector privado.
Con ocasión de haber estudiado y vivido el modelo económico durante muy largo tiempo y, en particular, por haber escrito en conjunto con 5 economistas e ingenieros el libro Chile concentrado, nos permitimos opinar sobre lo que, nos parece, se oculta en lo que dice relación con el futuro económico de Chile.
Creemos sinceramente que cualquier lector coincidirá en que el problema no se puede reducir a si se mantiene, sube o baja la tasa monetaria por el Banco Central, que solo mide el valor del dinero en la economía y que, por cierto, como no podemos fijar el precio del cobre (como lo advirtió Radomiro Tomic hace muchos años), ni del dólar, suponga aquello que, en todo lo demás, solo cabe cerrar los ojos y esperar que el destino solucione los problemas.
No deseamos, por ahora, entrar en profundidad a la controversia sobre los efectos que tiene en el problema económico la reforma tributaria, porque nos asiste la convicción de que siendo necesario haber subido la carga tributaria, no se hizo con los acentos correctos y tampoco se ha configurado un sistema práctico y sencillo para los ciudadanos. Ya dimos nuestra opinión oportunamente en marzo de 2014 y no se nos escuchó. Pero sin duda no nos atrevemos ni remotamente a admitir que, de existir una “crisis de confianza”, ello pueda depender de la tasa del Banco Central o de los mecanismos tributarios. Si fuera así de fácil, podríamos solucionarlo todo en pocos meses.
[cita tipo= «destaque»]Esta incompetencia y la concentración del poder económico y la consabida y no poca cuota de corrupción, condenan a Chile al actual estado de cosas.[/cita]
Nuestro análisis de los diversos modelos económicos de corte occidental capitalista que ha tenido Chile en los últimos 40 años, nos hace pensar que hay cosas más de fondo.
La primera es que Chile ha permitido una gigantesca concentración de poder económico en muy pocas personas y que lo peor es que ese poder es, en la práctica, el controlador vía oligopolio de todos los principales mercados y que estas circunstancias son causas directas, por el carácter de su accionar, de la incapacidad del sector privado de enfrentar las actuales restricciones externas; y, en consecuencia, a ese gran sector privado, el más grande que ha tenido Chile en su historia, en alguna medida le resulta más cómodo no invertir ni arriesgar y esperar lo que hagan otros empresarios, en otros lugares del mundo. Cuando el sector privado cae en ese letargo, no es por una crisis de confianza, es por la incapacidad e incompetencia de los que controlan los mercados, en gran medida.
Un segundo aspecto que descubrimos en nuestro estudio, ya hace varios años, es que esta economía privada tiene un potencial de crecimiento de alrededor del 3% al 3,5% y no como se había venido sosteniendo, con mucha ligereza, que Chile debía crecer al 5%.
Un tercer factor resulta de analizar la distribución de los productos internos por regiones, materia que pone en evidencia una estructura insostenible que no se observa en capitalismos exitosos, ya sea de carácter neoliberal o economías sociales de mercado. Agréguese a eso que el país exporta pocas variedades de productos y más o menos el cobre es el 50%.
Un cuarto fenómeno que impacta directamente lo que venimos analizando, es el factor demográfico, que no solo tiene consecuencias geopolíticas sino también efectos directos en el desarrollo del país, ya que es un aspecto clave de los factores que determinan el crecimiento. En 2014, estudiamos a fondo este tema y propusimos una asignación de natalidad. En vez de eso, estamos divididos en una ley relacionada con autorizar algunos abortos, en situaciones límites, denominada de “despenalización”, lo que no se entiende.
Algunas palabras sobre las “crisis de confianza”, porque nunca se dice claramente de qué se trata: porque en Chile las crisis se ocultan o se atenúan, con muchos eufemismos, como aquello de que las instituciones funcionan, y en Chile las instituciones no están funcionando en el nivel que exige el estado de desarrollo del país.
Es para otra oportunidad analizar este aspecto, pero eso se percibe y no es propiamente una crisis de confianza, sino una crisis de incompetencia, de autoridades que no cumplen su rol de forma correcta, en los plazos debidos y, en leyes que se dictan a la rápida, que aparentan solucionar problemas, pero que no lo hacen y esas leyes, que cada día más complejizan el accionar económico social, se hacen para defender o regular a veces intereses difusos, de lo cual nadie se hace responsable finalmente. La ley que modificó –supuestamente perfeccionando– la libre competencia, es un paradigma.
Así, pues, esta incompetencia y la concentración del poder económico y la consabida y no poca cuota de corrupción, condenan a Chile al actual estado de cosas.
Si algunos piensan que un mero cambio gubernamental, sin entrar a analizar a fondo lo que se ha hecho y corregir lo que aún podemos hacer, y esperar a que una discusión irresponsable de un futuro gobierno traerá tranquilidad y eficiencia al país, están muy equivocados, y si no pensamos los temas de fondo podría sobrevenir una verdadera parálisis de graves consecuencias.
Ni el Estado ni el sector privado más poderoso, están funcionando satisfactoriamente. Perdonen, pero la verdad cruda es que, para el lado que se mire, todo funciona mal: hay desorganización, trabajo lento, incumplimiento manifiesto de las normas que establecen plazos fatales para los actos de las autoridades públicas; colusiones claras y categóricas en los mercados que solo han tenido aparentes reproches; irresponsabilidades políticas reiteradas.
Dicen que se asumen las responsabilidades por los miles de entuertos, pero sus autores permanecen en sus cargos. Nadie renuncia a su poder. Se habla mucho de crisis, pero lo cierto es que estamos en período de decadencia económica, política, cultural y moral. Todo está permitido. Las leyes antiguas y nuevas, poco sirven en este medio tan adverso. Surgen candidaturas a la Presidencia de la República.
Sin embargo, son los mismos de siempre los que se autopostulan. Para eso utilizan fundaciones o corporaciones privadas, constituidas para otros fines, con propósitos electorales, burlando la Ley de Partidos Políticos. El Chile de hoy no se mira a los ojos. Triste.