Qué tienen que ver los conejos y los leones con la libertad y la igualdad?
Lo comprendimos en Estrasburgo, Francia, a comienzos de los 70, en una conferencia sobre el Pacto de Derechos Civiles y Políticos y el Pacto de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, que habían entrado en vigencia poco tiempo antes.
Dichos pactos daban fuerza obligatoria a la Declaración Universal de Derechos Humanos y había expectación por escuchar las ponencias de prominentes personalidades.
Los jóvenes chilenos de diferentes posiciones ideológicas que asistimos a dicha conferencia, nunca olvidaremos la brillante presentación de una de esas personalidades que, en el oscurantismo y ocaso de liderazgos de la hora presente, vale la pena recordar.
Radomiro Tomic, con su reconocido carisma, firmeza de convicciones y respeto y caballerosidad ante opciones antagónicas, ilustró su ponencia con una didáctica fábula:
“Dicen que el rey león, preocupado de un creciente malestar en la selva, producto de la absoluta libertad que él mismo había decretado, citó a una asamblea general a fin de escuchar las críticas de los animales. Sintomáticamente frente al trono del león, los animales tomaron lugar ordenadamente según su dimensión y poderío: en las primeras filas elefantes, rinocerontes, hipopótamos, luego animales menores y en las últimas los más pequeños. A ver tú, preguntó el rey león a un conejito que tembloroso se escondía tras un árbol, ¿cuál es tu crítica? Balbuceando el conejito, y sin siquiera atreverse a criticar, dijo: estoy muy confundido porque no entiendo en qué consiste la libertad. Muy fácil respondió el soberano: Nosotros los leones somos libres para comernos a los conejos y Uds. los conejos son libres para comerse a los leones…” Plop!
He ahí la significación de ambos pactos señaló Tomic. La comunidad humana no ha de regirse por la ley de la selva. El ejercicio de las libertades no ha de ser en beneficio de unos y a costa de otros. Por ello, la importancia de la igualdad y que la ley la garantice. Se trata de una igualdad ante la ley, que impida el aprovechamiento de unos sobre otros, que los leones no puedan comerse a los más débiles, que posibilite a todos compartir la comunidad en que viven, en que evidentemente cada animal continuará siendo lo qué es. No se trata de que todos se transformen en conejos o leones. Porque la libertad, nos explicó, consiste en que cada uno pueda realizarse conforme a su esencia y a sus potencialidades, pero bajo estricto deber de respetar la libertad y dignidad de los otros, no avasallándolos.
Sin embargo, la libertad, aunque se regule con firmeza, no es suficiente para quienes no pueden aprovechar sus potencialidades, si sufren hambre, frío, dolencias o están sumidos en la ignorancia.
Y así cómo el Pacto de Derechos Civiles y Políticos persigue garantizar las libertades, el Pacto de Derechos Económicos, Sociales y Culturales –comúnmente los derechos sociales- intenta que nadie esté expuesto al hambre, al frío, dolencias o ignorancia, en otras palabras, que todos puedan gozar de un nivel de vida digno en que, logrando satisfacer sus necesidades esenciales, estén en condiciones de disfrutar de la libertad y poder realizarse conforme a sus potencialidades.
La naturaleza de los derechos que emanan de ambos pactos ha suscitado grandes controversias, entendiendo algunos que serían antagónicos e incompatibles y otros que perfectamente pueden comprenderse en una relación de complementariedad.
Sea lo que sea, hay una verdad irrefutable: la libertad sin un nivel de vida digno es irrisoria.
Finalizada la conferencia, don Radomiro nos invitó a una tertulia donde jóvenes chilenos, de distintas tendencias, escuchamos sus reflexiones sobre los sucesos que recientemente habían llevado a nuestro país al quiebre democrático.
Sin duda, comentó, las grandes mayorías anhelaban una sociedad libre, justa e igualitaria, sin hambre, frío, dolencias e ignorancia, en la que efectivamente se hiciesen carne y hueso los derechos consagrados en los citados pactos. La política se entendía como una misión y vocación solidaria, para servir a los demás, no al servicio de intereses personales. No obstante, las estrategias eran diferentes, incluso confrontacionales, fundadas en visiones ideológicas distantes. Era difícil acercar posiciones y, justamente, el no lograr conciliarlas, hizo imposible construir una sociedad justa y equitativa. Lo que llevó a Chile al despeñadero, según Tomic, fue que la revolución en libertad que propugnaba un sector, chocó con la vía al socialismo que propugnaba otro, no obstante que ambos anhelaban una sociedad más justa y equitativa, agravándose irremediablemente la pugna, cuando grupos extremistas, de diferente signo, tomaron la conducción de los hechos y, en los términos de la fábula de la selva, dejaron a la inmensa mayoría de los conejos en las fauces de los leones….(Mauro Salazar ha descrito recientemente en términos académicos estos hechos en una columna)
Sabemos que la historia es cíclica, que la memoria es frágil y que la humanidad ha estado siempre condenada a repetir los errores del pasado. Me he permitido narrar estos hechos en forma anecdótica, con simpleza y humildad, en la esperanza de que las generaciones de hoy y del mañana, que aspiran construir una mejor sociedad, pudiesen no incurrir en esos errores…
Pero con similitudes, el Chile de hoy es muy diferente al de entonces. Han transcurrido 40 años desde esos hechos y un cuarto de siglo desde la restauración de la democracia. Han surgido nuevos derechos denominados de la tercera generación, y otros que ubican al hombre frente a la naturaleza, la solidaridad y el desarrollo sustentable. Se han intentado profundas reformas que por incapacidad e improvisación han dejado insatisfecha a la población. El per cápita se ha elevado de aproximadamente 4000 a casi 24.000 dólares, pero se ha exacerbado el consumismo e individualismo. Sectores importantes han accedido a mejores condiciones de vida, sin embargo, acrecentándose riesgosamente la brecha con los de mayor fortuna. En otros términos, el crecimiento material no ha ido aparejado de una sociedad más inclusiva, humana y solidaria.
Y especialmente dañino para la normalidad democrática, –para expresarlo en los términos de la fábula de Tomic-, han sido aquellos conejos de antaño que han dejado de ser tales, no por sus méritos, sino en colusión con los leones de siempre, corrompiéndose y enriqueciéndose en el ejercicio de los negocios y la política, abandonando sus ideales y tirando por la borda la confiabilidad y credibilidad de sus discursos.
[cita tipo=»destaque»]Sabemos que la historia es cíclica, que la memoria es frágil y que la humanidad ha estado siempre condenada a repetir los errores del pasado. Me he permitido narrar estos hechos en forma anecdótica, con simpleza y humildad, en la esperanza de que las generaciones de hoy y del mañana, que aspiran construir una mejor sociedad, pudiesen no incurrir en esos errores…[/cita]
La desconfianza que se ha generado en la política –resultado de las mencionadas incapacidades y corrupciones- con una secuela de acusaciones, deslealtades y descalificaciones, hace y hará que cualquier autoridad prácticamente no pueda gobernar.
Por consiguiente, las nuevas generaciones están frente al inmenso desafío de afrontar con energía, autenticidad y entereza estas situaciones, a riesgo de que de no hacerlo, los más loables propósitos de cristalizar los derechos e ideales antes referidos, continúen siendo una utopía.
La gente está hastiada de meras declamaciones y falsas promesas. El país no puede seguir viviendo de mentiras. La ciudadanía tiene el derecho de saber a quienes elegir, en quienes confiar.
Por ejemplo, y a vía de saneamiento público ¿No debería transparentarse la situación económica y financiera de los políticos a inicios de los 90 y compararla con la que poseen actualmente? ¿O el origen de las riquezas extremas surgidas en Chile en los últimos 30 años?
Tremendo desafío: Una rehabilitación cultural y moral que permita recuperar las confianzas y construir aquel país más justo y equitativo tantas veces postergado.
Pero ojo jóvenes del presente y del futuro. Cómo recordaba Cristian Warnken en una de sus columnas, citando el poema “Lobos y Ovejas” de Manuel Silva Acevedo, en cada uno de nosotros y en cada uno de Uds. convive el alma de estos dos seres. No han de ser Uds. los que por inexperiencia, intolerancia, extremismo o por no resistir las tentaciones del dinero, terminen por dejar una vez más a las grandes mayorías en las fauces de los leones.
La estricta consecuencia que Uds. muestren entre palabras y acciones, –como nos enseñaba Tomic-, será clave en recuperar las convicciones, la credibilidad y la esperanza, que posibiliten retomar el desafío pendiente de crear un país más humano, justo y equitativo, donde todos, solidariamente, puedan gozar de libertad y dignidad.