El 29 de octubre el diario El País de España publicó un editorial pidiendo sin rodeos la dimisión del secretario general del PSOE, Pedro Sánchez. El texto fue directo a la yugular del máximo jefe del socialismo español: “Salvar al PSOE”, rezaba el título; la bajada agregaba que “El cese inevitable y legítimo de Pedro Sánchez es la única salida para el partido” y la primera línea del cuerpo editorial señalaba que “La salida del secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, forzado por la dimisión este miércoles de una mayoría de su comisión ejecutiva, es imprescindible”. De paso, lo trataba de “insensato y sin escrúpulos”. Dos días después Pedro Sánchez renunció, sumiendo al PSOE en su peor crisis postdictadura.
La definición clásica señala que un editorial es un texto argumentativo que juzga hechos noticiosos de especial relevancia, que opina en torno a eventos de actualidad, dando así a conocer un juicio colectivo o la línea editorial del medio. Lo que hizo El País poco o nada tiene que ver con eso. No hubo aquí un texto expositivo-argumentativo en torno a una cuestión de relevancia; lo que vimos fue un llamado a la acción orientado específicamente a un sector del PSOE. Lo importante no fue qué pensaba el diario acerca de un acontecimiento sino qué proponía hacer al respecto. Es decir, en este caso el editorial no operó como un texto que opina e interpreta un acontecimiento, por el contrario, actuó como una tribuna que orientaba a un receptor acotado acerca de una línea de acción a seguir.
La línea es clara: “No queda otra alternativa para la gobernabilidad de España que permitir el gobierno del partido más votado, que no es otro que el PP” .
El País, el mismo diario que fue el intelectual orgánico de la transición hispana y la referencia internacional de mayor prestigio durante años para entender España desde una perspectiva progresista, no actuó solo ni fue, por supuesto, el único responsable de la caída de Sánchez. Poco antes el ex mandatario Felipe González ya había pedido la renuncia de Sánchez desde los micrófonos de Radio SER. ¿Qué tienen en común SER y El País? El mismo dueño: el Grupo Prisa.
[cita tipo= «destaque»]Lo que por estos días pudimos presenciar no ha sido solo la crisis de un sistema político, sino también cómo ciertos medios actúan en estos contextos, cómo se vuelven partícipes directos, jugándosela por el desenlace de la situación, operando, indudablemente, como actores políticos.[/cita]
Lo que por estos días pudimos presenciar no ha sido solo la crisis de un sistema político, sino también cómo ciertos medios actúan en estos contextos, cómo se vuelven partícipes directos, jugándosela por el desenlace de la situación, operando, indudablemente, como actores políticos. Pero, ante todo, como lo aclaraba el diputado malagueño Alberto Garzón, hemos sido testigos de un “motín oligárquico”. Motín que recuerda lo que ocurre en Chile con la clase política nacional, que se niega a enfrentar los nuevos ciclos. Las candidaturas rancias de Piñera y Lagos son el mejor ejemplo en ese sentido.
¿Qué está en juego tanto en España como en Chile, que permite paralelos? Está en juego la continuidad de un sistema político basado en un bipartidismo que garantiza una alternancia de los gobiernos, pero restringida, exclusivamente, a las fuerzas neoliberales. En España tomó la forma de PSOE-PP; en Chile, hasta el día de hoy, de Concertación-derecha. La aparición de Podemos, con sus cinco millones de votos, su consolidación como tercera fuerza nacional y la posibilidad de llegar al gobierno, ha tensado al máximo ese esquema duopólico de repartija del poder que, tanto en el Chile como en la España postdictatorial, sienta las bases políticas de la dominación neoliberal.
En nuestro país el desprestigio total de la clase política, la permanente movilización social demandando otra agenda, la ausencia de vínculos orgánicos entre ciudadanía y partidos tradicionales, el cambio del sistema electoral binonimal por uno proporcional y la consolidación de nuevos y emergentes liderazgos políticos, plantea a la oligarquía política criolla un panorama incierto. Seguro que tanto ellos como sus medios afines observan hoy con atención los hechos en España, que han puesto el riesgo el esquema bipartidista, asomándose el fantasma de los tres tercios.
Una lección quedó clara: los motines oligárquicos se hacen con los medios y buena parte de sus desenlaces depende de cómo se opere con y a través de ellos.