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Nostalgia: enfermedad crónica de la elite política chilena

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Un caso que seguramente, de ser analizado en profundidad por expertos en psicopatías, arrojaría más de algún resultado positivo, es esa enfermiza nostalgia por lo que ya fue de la elite política chilena, basada en el paradigma de que “todo tiempo pasado fue mejor”. De la actitud de la elite política chilena, en relación con su conservadurismo a izquierda o derecha, no cabe duda. De la dificultad para analizar los nuevos escenarios, para anticiparse a los nuevos tiempos, para aceptar cambios políticos sociales o de cualquier índole, tampoco hay dudas, pero esa nostalgia por el ayer se ha transformado en un mal endémico que puede terminar por hundirla junto a sus privilegios.

Su política de estirar el chicle, de jugar permanentemente con la paciencia de los  movimientos sociales y su desgaste, de estar midiendo cuánto más aguantan las estructuras democráticas el peso de las demandas, no será por siempre algo que les dé resultado, como lo ha hecho hasta ahora.

En tiempos recientes han postergado una reforma educacional verdadera, han esquivado una reforma tributaria que dé cuenta de las reales necesidades del país, le han hecho el quite al impulso de políticas redistributivas que acorten la escandalosa brecha de desigualdad entre ricos y pobres. Sumado a lo anterior, nos encontramos con propuestas a la problemática previsional que son escandalosamente perversas, como que el 5% adicional sea progresivo hasta el año en que vuelva la Cocoa o, en su defecto, que sea administrado “por nosotros”, dicen los que han sacado provecho del negociado previsional chileno, denominado “sistema de capitalización individual”.

Que la mitomanía se haya transformado en una normalidad, no es casual, como tampoco excepcional. Es cosa de escuchar a José Piñera y su Mercedes Benz, o a la Presidenta contándonos que la solución es una AFP estatal, como lo que es el Banco Estado a la banca privada, conviértase en moroso del pago de un crédito y será ejecutado por el banco de “todos” los chilenos.

Podemos seguir enumerando males de la elite política chilena, empobrecida intelectualmente, tanto a la izquierda como a la derecha, como si pensar y elaborar en política se hubiese transformado en un bien de consumo, por el cual se deba pagar un alto precio y ahí se encuentre la raíz de dicho empobrecimiento intelectual. Bueno, puede ser, con tantas consultoras que piensan por otros. Imaginacción, con Enrique Correa, asesorando a satanás y al demonio, que aunque parezcan un mismo personaje, son distintos, esto último porque no puede un mismo ser, por muy demonio o satanás que sea, estar en dos partes al mismo tiempo. En la derecha y la Nueva Mayoría, solo Dios puede hacerlo, y Dios se encuentra lejos pero muy lejos de ambas coaliciones. A mayor abundamiento, podemos incluso mencionar a la consultora de Tironi, y tantas otras que se ganan la vida “pensando”, aunque no sean buenas ideas, pero piensan y eso es lo importante y por lo cual cobran.

[cita tipo= «destaque»]Esta, la enfermiza nostalgia de la elite política chilena, en un tiempo no muy lejano, producto de la movilización e incluso estallido, terminará pasándole la cuenta. Y para su pago no será posible cocina, bonos, ni crédito alguno, solo cambios, cambios de verdad.[/cita]

Casi sin temor a equivocarme, puedo decir que todos los males mencionados en los párrafos precedentes, tienen como origen, el más grave de todos los males, de la elite política chilena, anclado como parte del sentido común de las mismas, formando parte de su ADN o idiosincrasia. Y es la irremediable y enfermiza nostalgia (aunque antiguamente se consideraba que la nostalgia en sí misma era una enfermedad), que los lleva a pensar que “todo tiempo pasado fue mejor”.

Traducido esto a lo político, es la eterna tentación de recurrir al candidato que ya lo fue, para que reviva ese tiempo pasado que fue mejor. Citemos algunos ejemplos: Alessandris ha habido muchísimos a lo largo de la historia de nuestro país, tratando de revivir la figura de algún antepasado de su linaje, que ejerció en el pasado un cargo de responsabilidad política, desde candidatos a concejales, alcaldes hasta candidatos a la Presidencia de la Republica, por ejemplo: Arturo Alessandri, Jorge Alessandri, Alessandri de la Florida, actualmente Alessandri candidato a alcalde por Santiago centro, etc.

Y continuamos resucitando muertos, Eduardo Frei Montalva, después su hijo Presidente, su hija senadora, después nuevamente su hijo candidato a Presidente, a pesar de haber terminado su mandato con una baja aprobación, igual de nuevo candidato bajo la premisa de que “si finalmente tan mal no lo hizo”, si pues, si todo tiempo pasado fue mejor.

Lagos Presidente, su hijo también ha sonado, con baja aprobación en las encuestas, pero suena, y el mismo Lagos impulsado para el periodo 2018-2022, para que vuelva a revivir, incluyendo su dedo, como Presidente de la República. Y vuelta a mirar personajes del pasado, que se elevan a sitios inalcanzables para el común de los mortales, que con la soberbia propia de dioses indican: “Si el país me lo pide”. La elite política chilena los mira con nostalgia, cual poeta enamorado de la luna, que a todo esto ya no es virgen, tampoco la elite, que, cruzada trasversalmente por escándalos de corrupción, su comportamiento se aleja de la santidad.

Michelle Bachelet debe estar arrepentida de haber sucumbido a la nostalgia incontenible de su camaradas que, con el afán de recuperar el poder perdido y luego aferrarse a él, la fueron a buscar a las mismas puertas de Naciones Unidas para traerla a revivir un Gobierno que se desarrolló en un contexto político, y especialmente económico, muy distinto al de su segundo periodo. Hoy, cual materia prima devaluada, bajó en su aprobación y la nostalgia  no fue ingrediente suficiente para alcanzar niveles de aceptación anteriores.

Finalmente, la derecha va por Piñera de nuevo, bajo el mismo principio, porque a estas alturas ya no es una simple frase, “todo tiempo pasado fue mejor” se ha transformado en máxima, principio y fin, paradigma y objetivo por alcanzar, todo junto, aunque no pegue ni junte. La derecha seguramente piensa que, si ganó con él, con él es posible nuevamente ganar. “Cómo han cambiado los tiempos”, “no, si el país era más tranquilo con él”. “Es que hubo mayor crecimiento”, le dice el diputado al vendedor de helados de Estación Central.

Esta, la enfermiza nostalgia de la elite política chilena, en un tiempo no muy lejano, producto de la movilización e incluso estallido, terminará pasándole la cuenta. Y para su pago no será posible cocina, bonos, ni crédito alguno, solo cambios, cambios de verdad.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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