La verdad es que es difícil no caer en una especie de depresión profunda cuando se asiste a algunos de los tantos encuentros empresariales que se realizan en nuestro país. Enade es quizás el más importante de todos y, sin duda, fue la máxima expresión de este lamento y sollozo constante con que algunos empresarios y políticos visualizan al Chile hoy. Este año se lo bautizó como “momentum”, ojalá que con el objetivo de reflejar un intento de transferir energía y cambiar precisamente ese estado de ánimo.
Aunque todavía no se ven signos que apunten en esa dirección, a medida que se acerquen las elecciones presidenciales de 2017, las opiniones irán cambiando ante la expectativa de un nuevo gobierno que reemplace al actual. Para nadie es un misterio que las reformas de Bachelet provocaron un quiebre importante con los gremios empresariales y agudizaron un relato que puso su foco en la incertidumbre.
Es curioso este temor que genera la falta de certezas en aquellos que deberían ser expertos en convivir con el riesgo. Sin embargo, no deja de llamar la atención el gran flujo de capital que empresarios chilenos han movilizado a otros países de Latinoamérica, donde las reglas del juego son mucho más precarias. En los balances de 2016 quedará la amenaza del múltiple director de empresas, Hernán Büchi, de irse a vivir a Suiza –dudo que ya esté instalado allá– al no soportar los vaivenes de la política chilena. ¿Qué le queda entonces al empleado, a la cajera de supermercado, al taxista, al pequeño comerciante? Para ellos sí que la incertidumbre es el pan cotidiano.
[cita tipo= «destaque»]Es curioso este temor que genera la falta de certezas en aquellos que deberían ser expertos en convivir con el riesgo. Sin embargo, no deja de llamar la atención el gran flujo de capital que empresarios chilenos han movilizado a otros países de Latinoamérica dónde las reglas del juego son mucho más precarias. En los balances de 2016 quedará la amenaza del múltiple director de empresas, Hernán Büchi, de irse a vivir a Suiza –dudo que ya esté instalado allá- al no soportar los vaivenes de la política chilena. ¿Qué le queda entonces al empleado, a la cajera de supermercado, al taxista, al pequeño comerciante? Para ellos sí que la incertidumbre es el pan cotidiano.[/cita]
Pero las voces que han aportado a los síntomas depresivos de este año no solo han provenido de la CPC o la Sofofa. Nelson Pizarro, el presidente ejecutivo de Codelco –la empresa estatal en que muchos de sus ejecutivos son designados con criterios políticos– puso una señal de alerta roja cuando sentenció en agosto que la compañía minera, una de las más importantes del mundo, no contaba con “un puto peso”. Más allá del coloquial estilo del “chico Pizarro”, es probable que el ciudadano común y corriente haya entendido muy bien el mensaje: si Codelco, que simbólicamente representa el sueldo de Chile, no tiene un peso, estamos ante una crisis mayor. De seguro el objetivo de la frase tenía como destinatarios a los sindicatos de la estatal –así como cuando dijo que había que “recortar hasta que duela”–, pero sin duda un lenguaje poco cuidadoso para el presidente de una empresa con que todos los chilenos se sienten identificados.
Aunque el aporte mayor a este clima ha provenido de los políticos de oposición. Creo que como nunca se perdió en 2016 ese espíritu de no pasar el límite en declaraciones que terminen afectando al país y no solo al gobierno de la Nueva Mayoría. Se ha hablado de “catástrofe”, “crisis terminal”, “desastre” y todo tipo de calificativos para describir al país negro y sombrío que quieren gobernar. Incluso se llegó a insinuar, en algún momento, que la Presidenta debía abandonar su cargo. Esto, sin duda, le ha hecho mal a Chile.
En contraste, cuando a los miles de extranjeros que llegan al país de tour de compras –argentinos, por cierto- o incluso a los inmigrantes –tan mal tratados por estos días– se les pregunta por qué vienen para acá, todos coinciden en que Chile es un país con muchas ventajas comparado con el resto de Latinoamérica. Sin ir más lejos, frente al diagnóstico catastrófico presentado en Enade –liderado por Sebastián Piñera–, el presidente peruano Pedro Pablo Kuczynski señaló con ironía que Chile se veía mejor desde afuera que lo que se percibía internamente.
Supongo que Piñera no creerá que un ánimo depresivo se convierte en eufórico en un corto plazo. Tampoco me imagino que esté proyectando que el precio del cobre suba a los niveles que tuvo durante su primer mandato. Menos que el mundo empresarial, al que pertenece, va a volver a invertir por arte de magia después que han privilegiado a Perú o Argentina. En caso de que llegara a ganar las elecciones –algo que se veía como obvio hasta hace unas semanas, aunque hoy ya no lo es– cuesta pensar de qué manera podría revertir este país gris que él mismo se ha encargado de pintar.
Así como ha reiterado hasta el cansancio que Bachelet partió de un diagnóstico errado, el ex Mandatario está cometiendo el mismo error. En el encuentro empresarial, además de afirmar que “Chile va por el camino equivocado”, advirtió que reorientará las reformas impulsadas por este gobierno. Es decir, borrón y cuenta nueva. ¿Soportará el país otro giro radical sin que los conflictos terminen incendiando la pradera? Bueno, por ahora tenemos que esperar, al menos hasta marzo, cuando Piñera notifique al país si se decidió a ser candidato.