Opinión
En 2017 también batiremos récord de candidatos presidenciales. A los más de 20 que tenemos hoy, se sumarán unos cinco o seis más durante el primer semestre. De seguro irrumpirá Cristián Cuevas, del Frente Amplio, como carta del nuevo referente de izquierda que dejó descolocado al PC y a un sector del PS y PPD. También aparecerán figuras con un perfil similar a Nicolás Larraín, que buscarán pantalla y espacios en los medios a costa de lo que sea.
2017 estará marcado por una dura e incierta contienda electoral. Seguramente, se provocará un punto de inflexión respecto de lo que hemos tenido hasta ahora, desde el retorno a la democracia. A la crisis de los partidos y las estructuras tradicionales, se suma el debut de un sistema que corregirá, en parte, las distorsiones provocadas por el binominal. Esto debería traer aires frescos a la agotada política nacional, permitiendo el ingreso de nuevas expresiones ciudadanas que aporten mayor diversidad al Parlamento. Pero especialmente, esperamos la llegada de nuevos rostros. Creo que es la hora de que varios de los que llevan 26 largos años –quince de los actuales– en el Congreso, den un paso al costado.
No tengo nada con una persona que tomó la opción de ejercer la “profesión de parlamentario”, pero es una de las señales que más contribuyen a la desconfianza de los ciudadanos con una institución que terminó el 2016 con alrededor de 10% de evaluación positiva. Aunque será un paso positivo, es probable que, una vez finalizada la elección, surja un grupo de congresales que presentarán un proyecto de ley para corregir el sistema debutante, luego de constatar que varios de los nuevos distritos creados no tienen identidad alguna y, lo que es peor para ellos, que ahora las semanas “distritales” implicarán viajes más largos debido a la extensión de estos nuevos territorios “inventados” desde el hemiciclo. Y, por supuesto, un equipo transversal presentará una iniciativa para reajustar el presupuesto del Parlamento; los nuevos integrantes restringirán los ingresos de los actuales.
En 2017 también batiremos récord de candidatos presidenciales. A los más de 20 que tenemos hoy, se sumarán unos cinco o seis más durante el primer semestre. De seguro irrumpirá Cristián Cuevas, del Frente Amplio, como carta del nuevo referente de izquierda que dejó descolocado al PC y a un sector del PS y PPD. También aparecerán figuras con un perfil similar a Nicolás Larraín, que buscarán pantalla y espacios en los medios a costa de lo que sea. Por ahora, es probable que la contienda final sea entre Piñera y Guillier. Sin embargo, un candidato que represente la versión chilena de Donald Trump está acercándose a pasos agigantados, tal vez no para esta elección, pero para la siguiente es una certeza. Solo que no conocemos su nombre, aunque los intuimos.
En las elecciones 2017 apenas votarán cuatro de cada diez chilenos en condiciones de hacerlo y, aunque no tenemos certezas de quién nos gobernará desde el año siguiente, lo que sí es un hecho es que tendremos un Mandatario(a) que navegará por aguas turbulentas, y cuya misión principal no serán las grandes reformas, el aumento del empleo, la descentralización o la seguridad ciudadana, sino contribuir a devolver la confianza a los chilenos en la política y sus instituciones.
[cita tipo= «destaque»]Y también es un hecho que en 2017 los cambios a la Constitución quedarán estancados, debido a que el Gobierno ya no cuenta con la misma fuerza, energía y, menos, respaldo para desangrarse por este proyecto en su último año de ejercicio.[/cita]
Este año, sin duda, conoceremos de nuevos casos de colusión. Algunos recientes y otros que se estaban investigando hace años –como el de los pañales– sin que nadie tuviera la más mínima idea, mientras esas empresas seguían gozando de una prestigiosa reputación entre sus clientes. Incluso, es probable que varias de esas compañías ya estén pensando hacer un aporte mayor de lo habitual a la Teletón de este año, tal como lo hizo CMPC –su donación fue una de las más altas en 2016– unos pocos días antes de que se conociera el escándalo de su segunda colusión en menos de un año.
En 2017 distintos fiscales estarán tras las pistas de nuevos casos de financiamiento ilegal de la política; habrá protestas de mayor tono contra los inmigrantes y surgirán dos o tres proyectos de ley para detener la entrada de extranjeros que sueñan con un mejor destino, el mismo que muchos chilenos tuvieron en décadas pasadas al llegar a Estados Unidos o Europa.
En 2017 también se levantarán otras ciudades reclamando por el centralismo y abandono, como lo hizo con fuerza Chiloé el año pasado, y antes Aysén, Calama, Tocopilla y Tal Tal. Durante este año presenciaremos el retorno de los estudiantes a las calles, luego de un año de adormecimiento; total, el ciclo siempre es el mismo desde 2006 a la fecha. A un año de importantes movilizaciones siguen uno o dos de calma, y nuevamente lo mismo.
En 2017 esperamos que las recomendaciones de la comisión que trabajó en La Araucanía, liderada por un obispo católico, se traduzcan en un proyecto que sea apoyado transversalmente, permitiendo avanzar en la integración de los pueblos originarios y contribuyendo a terminar con la violencia que se ha apoderado de esas zonas. Y también es un hecho que en 2017 los cambios a la Constitución quedarán estancados, debido a que el Gobierno ya no cuenta con la misma fuerza, energía y, menos, respaldo para desangrarse por este proyecto en su último año de ejercicio.
Pero hay que reconocer que el año 2017 parte con el pie derecho para la Nueva Mayoría. Luego de muchos meses pidiendo insistentemente una audiencia con la Presidenta Michelle Bachelet, por fin, se la han concedido. Algo que debería ser normal y habitual, se transformó en un problema innecesario para el Gobierno. Ojalá este sea un buen augurio para el año y dos meses que le restan a la Mandataria en La Moneda. Un tiempo más que suficiente para estar pensando solo en el retiro de la política.
