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Frente Amplio, frente estrecho

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El Frente Amplio anuncia nombres de posibles candidatos parlamentarios y el diputado Jackson avanza sus gestiones para las presidenciales. Habrá que agradecer tamaña deferencia.

Contaba Galeano que dijo un cacique, cuando le hablaron de cierta religión: «Eso rasca donde no pica». Algo similar pasa con la iniciativa de levantar un Frente Amplio al más puro estilo antiguo, es decir, entre cuatro paredes y un cielo raso.

Arrecia la discusión entre los grupos que componen la iniciativa y se detecta un cierto apuro impuesto por el calendario electoral. Esos colectivos, partidos y plataformas interesados en acelerar la marcha hacen denodados esfuerzos por sumar y convencer. Sin embargo, la iniciativa no ha tomado el vuelo que en un primer momento parece que desplegaba. A pesar de lo evocador de su nombre. Y de las buenas intenciones que ofrecen al chungo que sigue mirando a través de los visillos.

La gente de verdad, la que pone el lomo a los palos y al crédito de cada día, no aparece por ningún lado.

Alejados de la gente real, aunque declamando cada cuatro pasos que son los que la representan, suponen que el desfonde de la cultura bacheleteana les dejará el campo abierto para irrumpir en las grandes ligas.

Con cristiano paternalismo se disponen a representar a la gente ahorrándose el trabajo de consultarle su parecer. Quizás sean suficientes sus decires, manifiestos y puntos de prensa. Algún vocero manifestó que hay que irse haciendo a la idea de que el Frente Amplio llevará candidatos a todo. Una especie de notificación que deberíamos agradecer.

La crisis del sistema también es, de cierta manera, la crisis de la izquierda que no da pie con bola.

El amplio rechazo de la población a una cultura corrupta no ha encontrado un cauce por el que pueda encarrilar ese descontento. La mera abstención en las votaciones y la masividad de las marchas en contra de los rasgos insignes del modelo, no dicen nada si no se alinean en un proyecto que supere la actual oferta y se transforme en política.

Si se trata desde la óptica popular, lo que se requiere es una idea que proponga algo nuevo. Que se aleje de lo que ha habido en más de un cuarto de siglo de posdictadura administrada por quienes abjuraron de lo que decían creer y se rindieron al brillo del dinero.

El declive de la izquierda histórica, su rendición, y el desfonde de la cultura corrupta de la Concertación/Nueva Mayoría/derecha, ha permitido la irrupción de cuadros nuevos que han sido capaces de irritar a los que en este lapso han sido los dueños indiscutidos de todo el poder.

Una especie de posizquierda anclada en la bronca de los estudiantes.

Pero aún no hay una idea nueva que irrumpa y tuerza la historia. Una consigna que sea capaz de movilizar no tan solo a las cúspides de los movimientos emergentes, sino también a la gente real que ya no quiere ser el arroz del pescado frito.

Los estudiantes jaquearon al sistema aunque, en breve, ya no supieron qué hacer con su fuerza. Y se quedaron jugando con la pelotita de trapo que les prestó la ministra de turno. Y eso quedó en casi nada.

Ahora, la idea del Frente Amplio surge aprovechando la inercia estudiantil y en el contexto de una extendida crisis del tándem en el poder y luego que las elecciones pasadas dejaron en claro que la abstención llegó para quedarse.

Surge entonces la motivación para que siglas y personalidades de la izquierda estudiantil hagan sus primeros pinitos. La idea es muy simple: disputar al duopolio en la justa electoral aprovechando que boquea entre estertores y malos olores.

Y la victoriosa experiencia de Jorge Sharp en Valparaíso hace de referencia motivacional. Aunque no es lo mismo. No fue lo mismo.

El movimiento que impulsó esa victoria no se puede asimilar a lo propuesto por el Frente Amplio. En Valparaíso fue la gente común, de los barrios y cerros, afectada por los planes reguladores y la irrupción de los edificios en altura, por la ofensa que significan para la ciudad puerto los proyectos del borde costero, la que hizo la pega más importante.

No fue una sumatoria de siglas imaginativas. Fue, es, un trabajo de muchos años.

Y esa es la lección sospechosa de proponer un modo distinto de hacer las cosas.

Puede que la aventura del Frente Amplio tenga sus réditos, que logre un buen número de diputados, por ejemplo, o que eleve a condición de presidenciable a alguna personalidad en posesión de edad, mérito y trayectoria.

Ante tamaña generosidad, lo que resta a la gente común de los barrios, poblaciones, pueblos y ciudades, los trabajadores, sindicalizados o no, los gremios y colegios profesionales, los estudiantes que ponen en lomo ante el apaleo, ¿será agradecer tanta amplitud de corazón?

Mientras la gente sea tratada como chusma que mira el sarao tras los visillos, sin que tenga el ciudadano común, el poblador, el trabajador, el artista popular, el estudiante, ni un pito que tocar en todo lo que le atañe, y solo le quede esperar las decisiones de las buenas personas que se proponen suplantarlos, esa experiencia no solo nacerá trunca y boqueando, sino que no llegará muy lejos.

[cita tipo=»destaque»] Precisamente se trata de entender ese sentido rebelde y disponerlo para seducir a la gente. No para suplantarla por muy buenas que sean las intenciones del suplantador.[/cita]

El intento del Frente Amplio de sumar algebraicamente nombres y siglas no es un rasgo unitario, sino una iniciativa pragmática que solo intenta sumar votos. No voluntades, ni proyectos ni una idea de país.

El Frente Amplio parece ocupado en relevar de la mejor manera el capital ético de los chascones dirigentes estudiantiles que irrumpieron para colmo del sistema. Y también los virajes de algunas personalidades que concurren a su formación, tal es el caso de ex dirigentes sindical y ex agregado laboral en España, Christian Cuevas, la eventual panelista de la televisión Javiera Parada, y el diputado Giorgio Jackson, electo por la Nueva Mayoría.

En fin.

Tarde o temprano va a emerger una iniciativa popular. Debería. Necesariamente los dirigentes sociales que no comulgan con un modo de hacer política cupular, elitista, alejado del zamarreado y disperso universo de los sectores populares organizados o no, deberán irrumpir con alguna propuesta que, esta vez sí, le ofrezca la palabra al gilerío que rara vez tiene la opción de meter la cuchara, para que diga y, por sobre todo, para que haga lo suyo.

El Frente Amplio, dada su configuración elitista y sus maneras, le resta el sentido insurgente a la lucha de las personas.

Y precisamente se trata de entender ese sentido rebelde y disponerlo para seducir a la gente. No para suplantarla por muy buenas que sean las intenciones del suplantador.

Cuando el pueblo le encuentra sentido a su lucha y se decide a dar la pelea, cuando lo seduce una causa y para el efecto pone su esfuerzo diario, los poderosos tiemblan.

La gente ya ha sido suficientemente suplantada. Hoy se requiere que tenga un rol mucho más importante que la mera audición de las nobles propuestas.

Un lenguaje diferente y muchas buenas intenciones, no cambian el hecho antipopular de considerar a la chusma solo como números que votan o que contribuyen a la grandiosidad de las marchas.

Si no va a ser con la gente, no va a ser.

Podrá dar dos o tres corcoveos, pero si quiere apuntar a un horizonte que ponga las cosas en su lugar, esto es, que se despliegue una fuerza histórica de tal magnitud, una perspectiva revolucionaria de tal profundidad que en el mediano plazo se asienten las bases de un país decente, hágase moñito.

Y se habrá perdido un tiempo del que no hay mucho. Y habrá rascado donde no pica.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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