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No son los incendios, es la desertificación

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Rodrigo Larraín
Por : Rodrigo Larraín Sociólogo. Académico de la Universidad Central
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Cuando niño y adolescente fui scout activo, también asistí a un liceo experimental y, como era un excelente establecimiento, aprendí a comprender en unas asignaturas lo que viví acampando. Unos años antes de egresar nos dividíamos en menciones, yo salí de la mención biología, por lo que aparte de los cursos habituales, tuve zoología, botánica y un novedosos curso de ecología. La profesora de este último era recién egresada y nos desmitificó muchos conocimientos absurdos sobre la ecología, nos puso al día en los recientes avances de esos temas y, lo mejor, nos hizo encariñarnos con el método científico. ¿Qué se nos enseñó? No se hablaba de cambio climático, pero se nos dijo que el desierto venía bajando hacia el sur aceleradamente, si antes se secó Copiapó y casi se extinguieron los tamarugos de la pampa, el desierto ya asolaba La Serena, quizás la aislaría hasta, inexorablemente, secarla.

El desierto se producía por falta de agua, mejor aún, por la interrupción del ciclo del agua en un lugar. Sin embargo, desde los sesenta del siglo anterior no hubo mayor preocupación, era frecuente decir que un accidente orográfico iba a detener ese fenómeno, por ejemplo, en Angostura, lo cual era un acto de fe gratuito e indicaba que se renunciaba a todo el norte, Aprendimos que el desierto paraba su avance si se lograba que no se desplazara el ciclo del agua. El scoutismo tenía entre sus actividades tratar de plantar lo que fuera, recuerdo que tratamos de aplicar una técnica –los liman– que se trajo de Israel y que se aplicaba en el desierto del Negev para tener vegetación. El liman es una construcción artificial que aprovecha al máximo la condensación de agua que se produce en la noche y el agua que se lleva para el regadío, calculado con mucha precisión; se plantaron árboles desértico, los eucaliptus, que en Chile se han plantado en zonas de clima templado y que no abonan la tierra, como los pinos radiata. El propósito del liman es, idealmente, tener un bosque, los eucaliptos y pinos en climas impropios forman plantaciones forestales, las que no sirven para la actividad scout, no consolidan el suelo, no aceptan fauna ni otros vegetales asociados y arden como lo que son: yesca. Plantar árboles en el desierto es algo que también hizo la Universidad del Norte hace, casi, cincuenta años.

[cita tipo=»destaque»]El tema es el agua, para que sea posible cambiar un suelo desértico en uno con vegetación y para conservar la aptitud de una tierra fértil. Entonces un Chile con bosque nativo, con reforestación con árboles que no sean combustible y que se acoplen bien a otras especies y al clima, con industria forestal con límites y royalties, con cursos de agua permanentes, con más inversión en brigadas que combatan, y no sólo intenten controlar, los incendios forestales, Chile no estaría ardiendo por los cuatro costados.[/cita]

El tema es el agua, para que sea posible cambiar un suelo desértico en uno con vegetación y para conservar la aptitud de una tierra fértil. Entonces un Chile con bosque nativo, con reforestación con árboles que no sean combustible y que se acoplen bien a otras especies y al clima, con industria forestal con límites y royalties, con cursos de agua permanentes, con más inversión en brigadas que combatan, y no sólo intenten controlar, los incendios forestales, Chile no estaría ardiendo por los cuatro costados.

Pero como tener agua es crucial, aprovechemos de recordar a un gran ingeniero que propuso una solución válida para tener agua a lo largo de todo Chile. Héctor Fouquet fue un ingeniero de la CORFO que preocupado por el avance del desierto y la sequía del país –en 1968 hubo una muy grande– propuso llevar agua de los lagos y la cordillera del sur, mediante unas cañerías, hasta el Norte Grande desaguando en estaciones intermedias. Estamos hablando de comienzos de los setenta; era posible porque el plástico ya producía cañerías y tubos de alta calidad, lo que abarataba la obra ya que no eran necesarias tuberías de hormigón y permitía efectuar rápidamente modificaciones, reparaciones y mejoras en la estructura. Se basaba el proyecto en el aprovechamiento de la gravitación combinada con la fuerza de las mismas aguas y las pendientes del terreno. Iba a haber tres grandes instalaciones dos en el norte y una en la zona central, Fouquet lo calculó todo hasta el más mínimo detalle y todo apuntaba a que el proyecto era viable, eficiente y con unos retornos económicos y sociales muy altos. Desafortunadamente, mientras estaba a punto de terminar su evaluación vino el golpe de estado y quedó todo inmovilizado, el proyecto de archivó o se perdió ya que los evaluadores y el resto del personal fue expulsado de sus cargos. Tal otro hubiese sido el futuro de Chile, de su agua y de los incendios.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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