En nuestra sociedad abundan los abusos del lenguaje. Uno de los más frecuentes es el abuso de los dirigentes políticos que presentan sus propuestas particulares apelando a frases como “los chilenos necesitan…”, “Chile requiere urgentemente…”. Lo cierto es que sus frases pocas veces responden a la necesidad de los “chilenos” o “Chile”. No todos los chilenos necesitan lo mismo. No todo Chile, requiere con urgencia lo mismo. Por decirlo más claro, no todos los chilenos requieren urgentemente el fin de las AFP, o una Nueva Constitución…, para qué decir de la necesidad de una Asamblea Constituyente. Si fuera que sí, que todo “el país” necesita lo mismo, simplemente, ya lo tendríamos solucionado.
Pero no. Chile no es igual de punta a cabo, ni los chilenos necesitamos lo mismo, ni somos todos iguales. De hecho, algunos que parecen más iguales que otros: los chilenos que son grandes empresarios con capacidad para coludirse y estafar, son muy iguales entre ellos, pero muy distintos de los chilenos que son estafados cuando compran los productos y servicios de los primeros. Estos últimos, entre los que me cuento, los estafados al comprar papel higiénico, un pollo, medicamentos o pañales, los que reciben prestaciones de salud limitadas por su poder adquisitivo, o no reciben una pensión que les permita vivir sus últimos años con cierta dignidad, somos, a su vez, bastante iguales entre nosotros. Y así y todo, nos distinguimos, unos y otros, en múltiples aspectos. De modo que eso de los “todo Chile”, es un abuso.
Nada nuevo, por cierto. Hace mucho tiempo que se sabe que los grupos poderosos, siempre minoritarios, presentan sus intereses particulares como si fuesen el interés general. El discurso del bloque dominante es presentado como el discurso de todos: Chile necesita reducir el gasto público…, Chile necesita flexibilizar su mercado laboral…, Chile necesita…, los chilenos necesitan…
Algo parecido pasa con la construcción del Frente Amplio. Aquí el problema lingüístico es definir “lo amplio”, porque lo de frente parece más claro. Digo parece, porque también ha ido mostrando sus matices. Pero, claramente, lo de “amplio” ha resultado difícil de definir… o de entender. Porque en lo concreto, la única definición “oficial”, disponible en la propia web del Frente Amplio, es en torno a 5 principios:
Sin embargo, en las redes sociales, la prensa y en la calle, el principio de la unidad en la diversidad está bastante menos consolidada, y se machaca con frecuencia la idea de que el Frente Amplio es, por definición, de izquierda. Lo “oficial”, sin embargo, es que no todos los que concurren a la construcción del Frente Amplio pueden ser considerados de izquierda, como es el caso de los liberales de Vlado Mirosevic. El cuestionamiento se ha instalado en las redes sociales y ya hay acusaciones de “alianza con la derecha”. El propio Mirosevic se encargó de aclarar que su partido no pretende ser de “izquierda”, pero sí comparte sus principios: “Nosotros entendemos de que en Chile, dado el experimento neoliberal que nos obligaron a hacer, la mejor manera de combatirlo es desde un liberalismo-progresista. Estamos convencidos de eso, porque creemos, y en eso estamos de acuerdo con el Frente Amplio, hay que avanzar hacia los derechos sociales”.
Como contrapartida, algunos reivindican la incorporación de figuras como Marcel Claude, el MAS del senador Navarro, o Marco Enríquez-Ominami. La acusación que se lanza es que excluir a estas figuras es una “traición” al concepto mismo de “amplio”, pero por sobre todo, a cierta idea de “izquierda amplia”. Con un discurso que busca marcar diferencias con el Frente Amplio, pero que no necesariamente es diferente al del Frente Amplio, Carola Canelo se autoexcluyó tempranamente de lo “amplio”, reivindicando representar al 95% de la población. Y, hasta la fecha, y a pesar de la mano extendida por Boric, el Partido Comunista insiste en continuar su política de alianzas con lo que queda en pie de la Nueva Mayoría. El PC no está en condiciones de abandonar el barco de la coalición gobernante, entre otras cosas, porque su incorporación al Frente Amplio pondría en peligro la mismísima construcción del Frente Amplio. Hay sectores tradicionalmente anticomunistas dentro del nuevo conglomerado que no aceptarían de buenas ganas su incorporación.
[cita tipo=»destaque»]Lo mismo explica por qué no están Claude, Canelo, Enríquez-Ominami o Navarro. Si Enríquez-Ominami diera un paso al costado, probablemente el PRO sería parte del Frente Amplio. Si Navarro, Canelo y Claude, dejaran sus personalistas aspiraciones presidenciales de lado, sus seguidores verían al Frente Amplio como el lugar político de confluencia de sus esfuerzos destinados a realizar los cambios que promueven.[/cita]
Entonces, parece lógico, natural y razonable preguntar, ¿qué define o delimita lo “amplio” del “Frente en construcción”? Los impulsores más visibles han dado algunas luces. Boric habla de un requisito básico: no haber golpeado las puertas del empresariado. La Presidenta de Poder, ha dicho que no se puede limitar a ser de “izquierda”. Son dos elementos que, conjugados, corroboran lo que aquí se diagnostica como característica del Frente Amplio: estamos todos los que somos, pero no somos todos los que estamos.
Lo concreto es que varios actores políticos con pretensiones presidenciales o de poder, no estarán en el Frente Amplio. Puede que estén en el “frente”, entendido más como frente de batalla, como espacio en el que se “enfrentan” con las fuerzas del duopolio, pero no en el Frente Amplio.
Marco Enríquez-Ominami enfrenta un proceso que lo relaciona con más de una empresa, entre ellas Soquimich. Eso, más allá de su culpabilidad o inocencia, lo inhabilita para incorporarse al Frente Amplio. Pero no inhabilita a los militantes del PRO. O no debiera…, pero lo cierto es que muchos militantes del PRO han abandonado sus filas,… ¿para incorporarse al FA?
Con el partido de Navarro, nuevamente la cuestión es personal. Navarro tiene un pasado que lo condena, por mucho que haya puesto tierra de por medio con la Nueva Mayoría. Pero esta participación política de Navarro, ¿también incluye a los militantes de su partido? Si Navarro continúa siendo senador, ¿será un enemigo o un aliado del Frente Amplio? Y, volviendo a Enríquez-Ominami, si en lugar de insistir en una carrera presidencial que parece destinada sólo a debilitar las opciones del Frente Amplio, fuese elegido parlamentario, ¿sería enemigo o aliado del FA? Lo mismo se puede plantear para el caso de Marcel Claude, e incluso de Carola Canelo.
O sea, el Frente Amplio se puede definir como muchas de nuestras fiestas del barrio: ni estamos todos los que somos, ni somos todos los que estamos…, todo lo contrario del discurso del bloque dominante, donde predomina la peregrina convicción que más allá de los partidos tradicionales no hay más que anomia y abulia por la actividad política.
Lo de “amplio” entonces, tiene que algunas restricciones. La primera de ellas es muy clara y remite al precepto de la Roma Imperial: la mujer del César no sólo debe ser honesta, también debe parecerlo. El Frente Amplio en construcción basa sus posibilidades en el único atributo que lo puede diferenciar del duopolio: el prestigio de la mujer del César. En el Frente Amplio no pueden tener cabida nadie sobre el que pese la más mínima sospecha de haber incurrido en actos reñidos con la ética y la moral. Alguien que haya sido acusado de maltrato a animales, expresiones ofensivas contra las mujeres, los pueblos originarios, los niños, las personas con discapacidad o de preferencias sexuales diversas, no tiene cabida en el Frente Amplio. Ni que decir de los que han puesto la mano para recibir dádivas de los empresarios. El Frente Amplio es, en primera instancia, amplio hasta los límites que le impone una ética política fundada en la honestidad en todos los ámbitos de la vida.
La segunda, deriva en parte de la anterior: la actuación política debe ser consecuente con la ética de la honestidad. Pero no sólo de aquí en adelante: el pasado es un elemento que influye en el capital de honestidad de cada uno. En el Frente Amplio no tiene cabida la persona que haya dado volteretas políticas, lo que excluye a los fundadores de Patria y Libertad, como se ha visto recientemente. Tampoco caben los protagonistas de actuaciones que delatan ambiciones personalistas. El afán personalista está reñido por definición con la honestidad por razones fáciles de entender: el líder de un grupo que lucha por transformaciones profundas no puede, ni debe, ser vulnerable al halago ni al poder personal, porque ahí radica el peligro de traicionar un proyecto colectivo de mayor alcance. Es la razón por la que Mujica goza del prestigio que conocemos.
En síntesis, hay dos elementos que trazan los límites de lo “amplio”: honestidad y la consecuencia histórica con este principio. Y la razón es muy clara: en un contexto de profundo desprestigio de los representantes políticos del bloque dominante, el gran capital político de las fuerzas políticas emergentes es la conducta política y ciudadana irreprochable. El Frente Amplio no puede cargar con alguien al que se le pueda cuestionar su honestidad o su consecuencia con ese principio.
Eso explica por qué los liberales de Mirosevic tienen cabida en el Frente Amplio. Su actuación política lo diferencia, en cuanto a conducta ética y en aspectos de programáticos de fondo, de la derecha neoliberal. Pero eso no le asegura una permanencia fácil. Ni siquiera asegura su permanencia.
Lo mismo explica por qué no están Claude, Canelo, Enríquez-Ominami o Navarro. Si Enríquez-Ominami diera un paso al costado, probablemente el PRO sería parte del Frente Amplio. Si Navarro, Canelo y Claude, dejaran sus personalistas aspiraciones presidenciales de lado, sus seguidores verían al Frente Amplio como el lugar político de confluencia de sus esfuerzos destinados a realizar los cambios que promueven. Probablemente, alguno de ellos cuentan con un respaldo que los lleve a ocupar un escaño en el Congreso, y podría ser un valioso aliado para los parlamentarios que consiga el Frente Amplio. Pero esa actitud no parece estar en el horizonte de los nombrados.
Pero además, el Frente Amplio no necesita perder fuelle en la competencia presidencial. En estricto rigor, ni siquiera necesita competir en la elección presidencial. La acumulación de la fuerza necesaria para desarrollar un programa de transformaciones debe enfocarse en la lucha por ocupar el Parlamento para, desde allí, apoyar y promover las demandas que surgen del movimiento social. A modo de ejemplo, es preferible que Cristian Cuevas o Beatriz Sánchez, ocupen espacios en el Parlamento en lugar de obligarse a un desgate personal de la candidatura presidencial, que será, a su vez, un lastre organizacional para enfrentar con éxito la madre de todas las batallas políticas del año: la batalla por el Parlamento. Un eventual candidato o candidata del Frente Amplio a la Presidencia debe reunir condiciones propias de un apóstol político, capaz de encarnar en su persona, las cualidades éticas y de trayectoria política exigidas por una nueva forma de hacer política. La mayoría de personajes públicos que reúnen esas características son muy mayores o son muy jóvenes. Por poner ejemplos, Patricio Bañados, rostro de la campaña por el NO que luego fuera marginado por los gobiernos de la Concertación. O Jackson y Boric, que no cumplen con el requisito de la edad. Así las cosas, no parece factible concordar un candidato presidencial, especialmente porque es difícil encontrar a alguien que represente “lo amplio”.
Hay otra razón para no asumir el desgaste de una candidatura presidencial. En las condiciones actuales, la lucha por la presidencia promete encaminarse a un enfrentamiento en segunda vuelta entre los candidatos del duopolio. No se puede descartar una sorpresa si el Frente Amplio consigue levantar una candidatura que entusiasme a la ciudadanía. Pero ese escenario es, hoy por hoy, difícil. Por lo que la cuestión del desgaste de una candidatura presidencial llegará a su punto crítico en el mismo momento en que se conozcan las tendencias de la votación: la prensa y los operadores correrán a preguntar a los representantes del Frente Amplio por la posición que adoptarán en la segunda vuelta.
Pregunta incómoda que vale la pena evitar de antemano, enfatizando desde ahora que el Frente Amplio no disputa el poder por el poder, y que la disputa por la presidencia está supeditada, en primer lugar, a la madurez política y orgánica que alcance el Frente Amplio como alternativa de poder construida democráticamente desde las organizaciones sociales y territoriales, y en segundo lugar, a la acumulación de fuerza de las organizaciones que componen el Frente Amplio. Se debe enfatizar desde ahora que la lucha electoral es sólo una expresión de la lucha por el poder, que esta lucha por la representación política en los órganos e instituciones será más exitosa donde la maduración de las luchas sociales y territoriales sea mayor y, que en la actual etapa de acumulación de fuerzas, la lucha más importante será por los espacios en el Congreso. Por dos razones. Una, es uno de los órganos más importantes de fiscalización de los actos de gobierno. Dos, es un espacio de generación de propuestas legislativas desde el que poner en jaque perpetuo al gobierno. En otras palabras, el Frente Amplio debe autodefinirse como el espacio político del contra-poder democrático, con vocación de crecimiento tanto en la institucionalidad del Estado como en las luchas cotidianas de la ciudadanía en lo social, lo económico y lo territorial. Sólo así se entenderá de mejor manera lo “amplio”.
En el fondo, se trata de delimitar, desde la práctica política y no desde la elucubración teórica lo que se entiende por “amplio”. Y esto por dos razones.
La primera, es que lo “amplio” en la contienda electoral tiene como límite una ética irreprochable, que se expresa muy claramente en el principio de autonomía respecto del empresariado.
La segunda, es que el criterio para la delimitación de lo “amplio” surge necesariamente de las tareas que le impone su etapa de construcción. La definición de sus ejes programáticos es fundamental para acotar los límites políticos de “lo amplio”. Estos deben surgir desde el debate y los mecanismos democráticos de decisión que el FA está promoviendo. Esto supone un tremendo esfuerzo orgánico debido a la cantidad y diversidad de organizaciones que lo componen y una vigilancia permanente frente al ingreso de oportunistas de todo signo. Las amenazas que pesan sobre la construcción del Frente Amplio no serán pocas ni de poca monta. Al interior del duopolio hay sectores muy poderosos, con historias que hacen gala de una total ausencia de escrúpulos y vergüenza, y, lo más importante capacidad de mover aparatos de inteligencia para operaciones políticas que tengan como objetivo la destrucción de la alternativa que está naciendo.
Afortunadamente, hay dos definiciones que parecen fuera de discusión: el compromiso con la superación del modelo neoliberal de sub-desarrollo y la profundización de la democracia. El Programa del Frente Amplio deberá delimitar con mayor precisión las medidas que permitan materializar esos cambios. Esas definiciones programáticas están en construcción y son finalmente, las que dotarán contenido político al Frente Amplio y delimitarán la definición de “lo amplio”.
En las actuales circunstancias, la coalición será más o menos amplia, pero no puede ser tan amplia como para incluir a todos y todas, chilenas y chilenos, ese Chile único del que los políticos del duopolio se reclaman legítimos representantes, ese Chile que no existe. A la hora de las declaraciones, como en el caso de los que hablan en nombre de Chile, todos serán “amplios”, pero habrá unos más “amplios” que otros. En lenguaje de barrio, en el Frente Amplio no estarán todos los que son “amplios”, ni los que estén serán tan “amplios”. Ojalá sea suficiente. Como se suele decir… “Chile lo necesita”…, por lo menos este Chile del que yo formo parte…