Lagos no solo bajó la cortina de su candidatura. Con su decisión, forzada por la imposibilidad de lograr el respaldo necesario del Partido Socialista, se dio inicio a la crisis más profunda de la Nueva Mayoría.
El hecho de que el ex Presidente de la República, Ricardo Lagos, tomara la decisión de declinar su candidatura, después de no haber logrado el apoyo del Partido Socialista, del que fue militante por cerca de 30 años, marca un punto de inflexión en la coalición gobernante, y por cierto en la política nacional.
Lagos no solo bajó la cortina de su candidatura. Con su decisión, forzada por la imposibilidad de lograr el respaldo necesario del Partido Socialista, se dio inicio a la crisis más profunda de la Nueva Mayoría. Si bien, el conglomerado de gobierno se ha mantenido en un permanente estado de coma, lo que queda demostrado con las constantes indisciplinas legislativas en proyectos y reformas emblemáticas como la reforma laboral o la de educación, la caída del ex mandatario constituye el golpe de gracia que podría poner fin a la Nueva Mayoría.
Esto porque ante el nuevo escenario, las fuerzas progresistas y de izquierda de la Nueva Mayoría, comenzaran a ordenarse en torno a la figura del Senador Alejandro Guillier, conformándose un eje progresista compuesto por el Partido Radical, el Partido Socialista, la Izquierda Ciudadana, el MAS, el Partido Comunista y probablemente el Partido Por la Democracia. Este reordenamiento de las fuerzas al interior de la coalición gobernante dejara virtualmente aislada a la Democracia Cristiana, y asegurándole una derrota en primarias a su candidata.
Evidentemente Carolina Goic y su partido no querrán volver a vivir el bochorno y el costo político que significó la derrota de Claudio Orrego en las primarias de 2013, y se verán obligados además a dar respuesta a la tensión interna que existe dentro de la propia Democracia Cristiana de marcar un perfil que les permita distinguirse dentro del amplio espectro político. En ese escenario, no resultaría extraño que la DC pudiera tomar la decisión de llevar a Goic a primera vuelta, poniendo término a la Nueva Mayoría.
Si efectivamente, la Nueva Mayoría llega a su fin, definitivamente se cerraría un ciclo de la historia política de nuestro país, y podríamos estar presenciando el nacimiento de una nueva etapa, donde aparece con fuerza la oportunidad para generar un nuevo espacio político capaz de aglutinar al progresismo, no sólo en términos electorales, sino que programáticos. Este nuevo escenario podría abrir las puertas para el entendimiento entre las fuerzas progresistas que hoy forman parte de la Nueva Mayoría y las que se encuentran al margen de esta, como el Partido Progresista, que ya ha comenzado a tender puentes de diálogo con fuerzas como el Partido por la Democracia y el Partido Comunista. Entendimiento que resulta fuertemente necesario para frenar a los sectores conservadores, pero al cual la Democracia Cristiana se ha opuesto permanentemente.
Estamos frente al término de un ciclo político lleno de luces, pero también de sombras. Es el fin de la transición, la que queda sellada con la caída de quien fuera sin duda uno de los principales líderes de la lucha democrática y padre de la transición. Por todo ese simbolismo es que la caída de Lagos representa, sin lugar a dudas, el fin de este ciclo, pero también el inicio de tiempos nuevos, que esperemos que sean mejores que los que se acaban.