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Error histórico

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Rodrigo Larraín
Por : Rodrigo Larraín Sociólogo. Académico de la Universidad Central
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Los laguistas están descontrolados desde antes de la reunión del Comité Central del Partido Socialista. No comprendían cómo no se consideraba la superioridad de su candidato en materias tan diversas, como sus dotes de estadista, de socialista, de aglutinador de la Nueva Mayoría/Concertación, su propuesta temática de futuro, su experiencia, etcétera, en suma una superioridad moral e intelectual inigualable. Posiblemente tanta inteligencia sea vista no como garantía de buen gobierno, sino de pura soberbia. Porque en el discurso en que se declina la postulación se insinúa que nosotros nos perdimos al mejor candidato y se optó –irresponsablemente– por quien más marcaba en las encuestas. Seríamos un pueblo ignorante que nos dejamos llevar por la intención de voto, como que al presidente se lo eligiera por su talento y no por votación, que es lo que reflejan de algún modo las encuestas.

Se han levantado las más diversas hipótesis de por qué no prendió la candidatura, la respuesta es de una simpleza abrumadora: los electores no apoyaron a Ricardo Lagos porque se decepcionaron de él y su gobierno, porque les parece que no le cumplió a su electorado, que sus adversarios eran los más felices y, en gran medida, sintieron que habían elegido a uno que cambió de objetivos una vez en el gobierno. Lo anterior sumado a una falta de autocrítica no vista desde la dictadura.

Cuando se sostiene que el socialismo de este siglo no es el de los anteriores, el XIX y el XX, y que los adversarios no entienden la naturaleza de lo que debe ser un socialismo de hoy y para el futuro porque se quedaron en el pasado, se hace una trampa. Desde siempre existe un dilema para los socialistas: se debe elegir entre el socialismo programático o el reformismo práctico, en otras palabras entre el socialismo maximalista y el socialismo minimalista (o socialdemocracia). Esos son los límites, no existe la alternativa de levantar las banderas del adversario, las capitalistas, sobre todo en una época de capitalismo globalizado. Y eso no es el socialismo del siglo XXI, de eso se dieron cuenta las bases socialistas, no las élites, o los barones, de ese partido.

[cita tipo=»destaque»]Los intelectuales laguistas no dieron con la fórmula que les permitiese poner a su candidato en las encuestas con un apoyo significativo. Henchidos de soberbia también creyeron que haciendo un chantaje al Comité Central del PS, por arte de magia, quedaría proclamado su candidato e iba a remontar en las encuentas. Terminaron creyéndose sus historias.[/cita]

Los intelectuales laguistas no dieron con la fórmula que les permitiese poner a su candidato en las encuestas con un apoyo significativo. Henchidos de soberbia también creyeron que haciendo un chantaje al Comité Central del PS, por arte de magia, quedaría proclamado su candidato e iba a remontar en las encuentas. Terminaron creyéndose sus historias. Repitieron hasta cansarse que no se conocían propuestas a Alejandro Guillier, como si en el discurso de aceptación de la candidatura presidencial no hubiera expuesto los principales lineamientos de un programa, lo que no es menos que lo que circula. La corte de un candidato no reacciona histéricamente, no dice que es un error histórico, elegir la nada o dejarse llevar por las encuestas. Aparte de ser ofensivo, gratuitamente, no tiene sentido.

Lagos no prendió por su historia de gobernante. Buscar en minucias como votar a mano alzada o con cédula, o suponer un complot es del todo absurdo. Es el crédito con aval del estado, es el “jarrón”, son los pagos bajo cuerda a los ministros y sacrificando a uno, es el acuerdo con Longueira para arreglar el asunto de los sobre sueldos, es la falta de compasión con las víctimas de atropellos a los derechos humanos, dándole una pensión “austera” más baja a los calificados por la Comisión Valech que la otorgada a la las víctimas calificadas por la Comisión Rettig, es la humillación permanente de Transantiago cuyas consecuencias llegan hasta hoy y cuyo fallo se disimula culpando a la evasión. Eduardo Frei perdió la elección por la reforma al transporte, bastaba oír lo que gritaban antes de las elecciones los pasajeros en el tren subterráneo y en los buses. Cierto es que el Transantiago metió a las personas en corrales en algunas esquinas, cierto que perdí mi trabajo gracias al él, pero mucho más censurable es el intento de maquillar la Constitución del 80 y cuya democratización plena aún está pendiente. No señores de la corte del ex gobernante con un sesgo autoritario, no hubo “error histórico”, fue la voluntad mayoritaria del progresismo.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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