El liderazgo de la centroizquierda está en disputa y no existe ninguna certeza que permita afirmar hacia dónde se encaminarán las preferencias mayoritarias de nuestro electorado en las presidenciales de noviembre. Esto es obvio por, a lo menos, dos razones: una, porque los estudios serios dan cuenta de un porcentaje cercano al 50% de chilenos y chilenas que se sitúa en el NINGUNO, es decir, no manifiestan preferencia por candidato o partido alguno; y, dos, porque las encuestas semanales o mensuales no han dado muestra de su rigor técnico o metodológico, menos de su capacidad predictiva.
Carolina Goic ha estado expuesta a una fuerte presión mediática y política, principalmente, proveniente de algunos de sus aliados estratégicos, para responder por el «quiebre» de la Nueva Mayoría.
Ante el asedio periodístico, de seguro ha tenido que verse obligada a soslayar opiniones y explicaciones que eviten profundizar el clima de conflictividad que se ha buscado crear de manera irresponsable y miope por parte de socios políticos que declaran defender el patrimonio de unidad de la centroizquierda.
En este cuadro, parece pertinente aportar con algunas razones que fundamentan la decisión política de llevar su candidatura presidencial a primera vuelta:
1. El país vive una crisis de confianza y representación de sus principales instituciones políticas que ha devenido en una creciente apatía y desafección de los asuntos públicos por parte de la mayoría de sus ciudadanos y ciudadanas. Esta crisis amenaza no solo con debilitar la necesaria mayoría en que tiene que sustentarse el proceso de cambios económicos, políticos y sociales que la realidad exige, sino que también se puede convertir en tierra fértil para el cultivo y florecimiento del populismo. Por lo tanto, su respuesta fue presentarse como una alternativa que garantice voluntad de cambio acompañada de la capacidad de darnos buen gobierno, junto con aportar con ideas y confrontar de manera asertiva las propuestas y los conflictos de interés que representa el ex Presidente Piñera.
2. Existe la legítima convicción, de quienes la apoyamos, de que nuestras ideas bien valen la pena de ser expuestas, conocidas y sujetas al escrutinio ciudadano en esta elección presidencial. Para explicar el sentido de lo anterior, recurriremos a Bielsa, quien nos acaba de dar una nueva lección cuando se le pide que se compare con Sampaoli, al señalar: «Mire, una de las virtudes de los entrenadores es la flexibilidad; es decir, no enamorarse de las propias ideas. Pero a su vez uno tiene que enamorarse para convencer, porque, si no cree a muerte, entonces… Hay una mezcla de humildad, para no ser soberbio y no cambiar de idea, y una necesidad de convicción, para defender las ideas que elijo. Yo no cedo a mis ideas, y no lo digo como una virtud, lo digo como un defecto. Sampaoli sí cede en sus ideas, porque tiene un poder de adaptación que yo no tengo…». Como en la política, las ideas deben anteceder a los cálculos, nadie puede negar el derecho a la DC de creer e intentar convencer con las suyas. Esto, por cierto, no significa que las ideas de Guillier vayan a ser malas, se trata tan solo de no renunciar al liderazgo apoyado en tus propias convicciones.
[cita tipo=»destaque»]Carolina Goic, en su calidad de senadora, ha dado muestras más que suficientes para acreditar su decisión y convicción de centroizquierda. Representa una candidatura absolutamente distante en forma y contenido a la derecha y, por lo tanto, tiene claro que, luego de la primera vuelta y de la concreción de un acuerdo parlamentario, lo que corresponde es honrar la palabra y los compromisos y, en consecuencia, trabajar en segunda vuelta por quien obtenga más votos entre ella y Guillier. Este acuerdo es la única vía razonable para evitar el quiebre de la centroizquierda.[/cita]
3. El liderazgo de la centroizquierda está en disputa y no existe ninguna certeza que permita afirmar hacia dónde se encaminarán las preferencias mayoritarias de nuestro electorado en las presidenciales de noviembre. Esto es obvio por, a lo menos, dos razones: una, porque los estudios serios dan cuenta de un porcentaje cercano al 50% de chilenos y chilenas que se sitúa en el NINGUNO, es decir, no manifiestan preferencia por candidato o partido alguno; y, dos, porque las encuestas semanales o mensuales no han dado muestra de su rigor técnico o metodológico, menos de su capacidad predictiva. Más aun, no son pocos quienes sospechan que estas se hayan convertido en un instrumento de manipulación de la agenda pública, todo ello, con la complicidad de algunos medios de comunicación. En consecuencia, en un escenario incierto y voluble, resulta del todo válido y pertinente exponerse al test de la realidad en noviembre. Asimismo, porque resulta antinatura, para partidos que se declaran ideológicos y doctrinarios, optar por atajos fundados en consideraciones de mero pragmatismo.
4. Michael Sandel, en su libro Lo que el dinero no puede comprar. Los límites morales del mercado, se preguntaba: «¿En qué punto las desigualdades en la capacidad negociadora coaccionan a los desfavorecidos y minan la justicia de los acuerdos que se tomen?». Esta cita me parece pertinente, toda vez que la decisión del Partido Socialista, de negar el apoyo a un candidato de la envergadura de Ricardo Lagos, tuvo entre otras consecuencias dejar a la Democracia Cristiana en una situación de aislamiento político, desfigurando, de paso, el carácter histórico de la alianza socialcristiana y socialdemócrata, que ha sido el sustento fundamental de la capacidad de gobernabilidad del conjunto de la centroizquierda.
Todo ello se ve agravado por la lamentable actitud del presidente de este partido aliado, de ahondar aún más en esta fisura –que puede terminar siendo daño estructural–, al buscar excluir a la Democracia Cristiana del pacto parlamentario. Resulta a lo menos curioso que haya demostrado tanto pragmatismo para resolver el tema de la candidatura presidencial y tan poco para entender que, en un sistema proporcional, los diferenciales o adicionales de votos pueden representar la diferencia a la hora de constituir mayorías parlamentarias para dar gobernabilidad al futuro gobierno. Nuevamente, el Partido Comunista da un ejemplo de sano pragmatismo al allanarse a este acuerdo.
5. Por último, Carolina Goic, en su calidad de senadora, ha dado muestras más que suficientes para acreditar su decisión y convicción de centroizquierda. Representa una candidatura absolutamente distante en forma y contenido a la derecha y, por lo tanto, tiene claro que, luego de la primera vuelta y de la concreción de un acuerdo parlamentario, lo que corresponde es honrar la palabra y los compromisos y, en consecuencia, trabajar en segunda vuelta por quien obtenga más votos entre ella y Guillier. Este acuerdo es la única vía razonable para evitar el quiebre de la centroizquierda.