Aunque parezca surreal, Chile sigue siendo escenario de episodios tan atípicos como extraños en el mundo. Aquí, en este país que cuelga del último trozo de tierra de América del Sur, es natural que la Cámara Alta donde legislan 38 senadores, decida homenajear a un poderoso empresario que colaboró decididamente con la desestabilización de un gobierno democrático y en coordinación con la policía secreta del dictador que se impuso por fuerza, fue cómplice de montajes que ocultaron las horrendas violaciones a los derechos humanos producidas.
Sería casi una locura imaginar que el parlamento alemán aprobara agasajar al ex Führer Adolf Hitler, líder del nazismo y autor de la política del holocausto, o que en Italia se hiciera una ceremonia para saludar el legado del ex dictador fascista ajusticiado en plena plaza pública, Benito Mussolini. Pero en nuestro Chile, donde la democracia de los consensos del poder supera el límite de lo posible con total naturalidad, esto puede ocurrir. Por eso el símbolo democrático propio de todo parlamento electo a través de votación popular puede pasar a segundo plano a la hora de aprobar un homenaje a la figura de Agustín Edwards Eastman, ex propietario de la cadena de diario El Mercurio, la más poderosa de impresos del país. Chile, el verdadero Macondo de América Latina supera el surrealismo mágico y naturaliza lo que no es natural en democracia: realiza hoy un homenaje a Agustín Edwards en la Cámara Alta.
Como acción contra hegemónica a esta verdad hegemonizante que busca naturalizar lo inverosímil, este lunes a las 17 horas la mesa directiva del Colegio de Periodistas de Chile, se reunió en audiencia con el presidente del Senado, el democratacristiano Andrés Zaldívar, para expresarle su rechazo a este funesto evento. Allí describimos el comprobado rol de Edwards en la desestabilización y derrocamiento de un gobierno democráticamente electo que derivó en la clausura por 17 años el Congreso Nacional, detalles consignados en 1975 en el «Informe Church» del Senado norteamericano que ratificó el gasto de un millón y medio de dólares por parte de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) para apoyar a El Mercurio, entonces principal herramienta de propaganda contra Salvador Allende, labor que operó “en la preparación del escenario para el golpe del 11 de septiembre de 1973”, como versan dichas páginas.
[cita tipo=»destaque»]También entregamos detalles acerca de la expulsión de Agustín Edwards del Colegio de Periodistas, luego de un proceso sustanciado en el Tribunal Regional de Ética Metropolitano, que fue ratificado por el Tribunal Nacional de Ética y Disciplina. Aunque otra vez sea inverosímil, esta fue la única sanción concreta que Edwards recibiría durante su vida, pese a las evidencias empíricas de su autoría de los crímenes de sedición primero y de encubridor de tortura, desaparición y muerte de compatriotas, después.[/cita]
En la cita, también entregamos detalles acerca de la expulsión de Agustín Edwards del Colegio de Periodistas, luego de un proceso sustanciado en el Tribunal Regional de Ética Metropolitano, que fue ratificado por el Tribunal Nacional de Ética y Disciplina. Aunque otra vez sea inverosímil, esta fue la única sanción concreta que Edwards recibiría durante su vida, pese a las evidencias empíricas de su autoría de los crímenes de sedición primero y de encubridor de tortura, desaparición y muerte de compatriotas, después. Cabe agregar que su expulsión del Gremio de periodistas chilenos también se sustentó en el rol de Edwards como director El Mercurio en abril de 1987, cuando a raíz de la visita del Papa Juan Pablo II, el periódico se prestó para un montaje de los organismos de seguridad del Estado para legitimar la detención y posterior tortura de Iván Barra Stuckrath y Jorge Jaña Obregón. El mecanismo fue publicar sus fotografías bajo el título “Identificados violentistas del PC en el Parque O’Higgins”, en complicidad con la policía secreta de la dictadura que detenía y torturaba a esos jóvenes a la misma hora en que ese titular se plasmaba en imprenta.
Desgraciadamente, el Presidente del Honorable Senado de la República no hizo eco de estos argumentos. Muy por el contrario, confirmó la realización del homenaje. Inverosímil, macondiano, surreal. Lo cierto es que hoy, la memoria de los torturados, muertos y desaparecidos será mancillada con este acto, así como la del propio Congreso Nacional de Chile, que en una democracia real debiera ser una institución que aporte a la profundización de la democracia y no a rendir homenaje a quienes buscaron –y lograron- terminarla.
Aquí el macondo, el inverosímil, el cínico doble estándar de Chile.