Si los independientes no son aquellos que no militan, conviene preguntarse quiénes son entonces, y por qué razón serían independientes. Sin duda hay independientes que lo son por conveniencia política, para tener mayor libertad de acción supuestamente frente a los partidos, y hay incluso quienes dicen ser independientes por simples razones de orden práctico, para poder ser elegidos o para asegurar ciertas posiciones en el engranaje electoral. Otros lo son porque no les interesa la cosa pública en lo más mínimo.
En la campaña presidencial en curso, observamos la curiosidad, casi inédita en el ámbito de nuestra democracia antes y posdictadura, de que proliferan los ciudadanos que se postulan al cargo de Presidente de la República en calidad de independientes. Junto con ellos, existen candidaturas que, declarándose también independientes de las grandes fuerzas que han conformado el eje político nacional, han constituido partidos políticos funcionales a sus proyectos personales.
Esta materia no es anecdótica ni de menor importancia y, para una adecuada apreciación, conviene hacer algunas breves precisiones sobre qué es la independencia política.
Una aproximación rápida construye la condición de independiente como el que no milita en un partido político. Como sabemos, después del último refichaje y en el proceso actual de constitución de partidos, difícilmente más del 3% del padrón electoral sería militante, incluyendo partidos con estructuras ideológicas y otros de carácter instrumental o regional. Significa, lo anterior, que casi todos en Chile serían independientes y esta lógica no resulta racional para definir y analizar el tema en comento.
Si los independientes no son aquellos que no militan, conviene preguntarse quiénes son entonces, y por qué razón serían independientes. Sin duda hay independientes que lo son por conveniencia política, para tener mayor libertad de acción supuestamente frente a los partidos, y hay incluso quienes dicen ser independientes por simples razones de orden práctico, para poder ser elegidos o para asegurar ciertas posiciones en el engranaje electoral. Otros lo son porque no les interesa la cosa pública en lo más mínimo
En la historia de Chile no han existido muchas personas que, como independientes propiamente tales, hayan dirigido los destinos del país. Jorge Alessandri se dice que fue independiente, pero fue diputado y senador por partidos de derecha, y estuvo vinculado íntimamente al Grupo Matte casi toda su vida activa. Es difícil pensar que él era propiamente un independiente. En realidad, simplemente no militaba en un partido al momento de ser elegido Presidente, pero estaba lejos de ser independiente de las tradiciones y del ideario de la derecha del país. Carlos Ibáñez del Campo también posó de independiente, ayudado por su carácter de ex militar, pero, en su caso, él construyó un partido, el Agrario Laborista, para llegar a su segunda Presidencia en 1952. Era independiente de los partidos que existían en la época, Conservadores, Liberales, Radicales, Socialistas, Comunistas, etc., pero no era independiente de un partido político, puesto que creó uno para que actuara como su brazo operativo.
Resumiendo, en la historia republicana ha existido la apariencia de independencia, pero realmente con disfraces distintos. En los tiempos que corren, se ha producido una verdadera hemorragia por aparecer independiente. Tenemos independientes para todos los gustos. Veámoslo brevemente, hay quienes se dicen independientes, después de haber sido militantes de un partido y que operan a través de fundaciones y que, claramente, son dependientes electoralmente de lo más expresivo de lo que es la derecha política y económica actual: Piñera.
Tenemos dos candidatos independientes que se han retirado de sus partidos para asegurar su participación en la carrera Presidencial, José Antonio Kast de la UDI y Manuel José Ossandon de RN. Estos tres casos en la derecha, tienen motivaciones distintas, y todos sabemos que son de carácter práctico y son independientes para la sola finalidad de desarrollar sin trabas sus candidaturas. No son verdaderamente independientes.
Otros independientes aparecen vinculados a otros sectores políticos y claramente identificados con ellos. Guillier, reafirma que es independiente de los partidos que lo apoyan y para ello junta firmas para inscribirse, pero se declara miembro del llamado sector “centroizquierda”, que él desde luego no representa totalmente, ya que un solo partido, el Radical, podría ser considerado centrista.
[cita tipo=»destaque»]Conviene, entonces, preguntarnos si la opinión pública puede realmente entender las afirmaciones de que algunas candidaturas son idealmente más puras o representan mejor el interés ciudadano real porque se dicen independientes.[/cita]
Sánchez y Mayol se declaran también independientes y, al parecer, lo son no solo de los partidos que los apoyan, que son partidos nuevos con una débil estructura ideológica, sino que además se declaran independientes de la derecha y del centroizquierdismo, sin definir exactamente cuál es el encuadre ideológico en el que estructuran su discurso para un proyecto nacional. So pretexto de algo nuevo, se sitúan en un limbo político que da para todo.
Goic aparece como la única candidata no independiente y es la única que se presenta ante el electorado como la continuadora de un proyecto político partidario, la Democracia Cristiana, que intenta refundar su quehacer con otros sobre la base de una ideología concreta y conocida. Felipe Kast, resulta ser también otro representante de un partido, pero, esta vez, de un partido recién formado, sin más parlamentario que el mismo candidato y que representa una visión neoliberal valórica con una mezcla de neoliberalismo económico, acentuado por un discurso social. A juicio nuestro, estos dos casos son, propiamente tales, candidaturas de partidos, con la diferencia ya anotada.
Existen otras candidaturas, que se afirman en partidos o movimientos, Enríquez-Ominami, Navarro, Canelo y alguna otra que se nos olvida y que luchan por llegar a noviembre, son movimientos más bien personales antes que verdaderos partidos políticos y tienen ideologías difusas y su resultado es muy incierto.
Visto todo lo anterior, conviene, entonces, preguntarnos si la opinión pública puede realmente entender las afirmaciones de que algunas candidaturas son idealmente más puras o representan mejor el interés ciudadano real porque se dicen independientes. Pero ya hemos visto que no todas las independencias son reales y que, por el contrario, podemos concluir que todas las independencias son construcciones apropiadas a un mercado político, al cual se le quiere vender productos con etiquetas poco claras, en realidad francamente vagas.
La independencia en materia política, es un fenómeno muy extraño y normalmente refleja, como ahora, un enmascaramiento y eso queremos denunciarlo. Resulta extremadamente sorprendente que 6 partidos políticos con larga trayectoria, RN, UDI, PR, PPD, PS y PC, no tengan candidatos propios y se hayan arropado en candidatos supuestamente independientes. Triste también resulta que movimientos o partidos que se presentan como novedosos, tampoco presenten candidatos de sus filas. Esta ausencia puede significar que todos esos partidos políticos no son hoy día verdaderas fuentes de inspiración para un proyecto nacional. Por ello, resulta estimulante saber que la Democracia Cristiana, con todo su bagaje histórico, ponga las cartas arriba de la mesa sin temor, y esperanzador que Evópoli intente perfilar un nuevo rostro de la derecha chilena.
Parte de lo ocurrido no parece más que una táctica para ganar el poder de cualquier forma y, sobre todo, para esquivar el bulto de las responsabilidades de los partidos frente a los graves problemas que acarrean, la corrupción en algunos casos, la ineficiencia en otros, o su falta de coherencia de principios de más de alguno.
Este crisol no refleja la realidad y, de mantenerse, no augura nada promisorio. Se constituye en una distorsión de la realidad el que, ninguno de los que ofician hoy como candidatos o candidatas independientes, lo sean verdaderamente. Ello contribuye a desprestigiar aún más la política.