Las elecciones tempranas en el Reino Unido se ubican como una coyuntura de cierre a un patrón de acción política característico del conservadurismo Británico y heredado del Thatcherismo. Este patrón se caracteriza por la producción de constantes shocks y crisis políticas que permitieron el control de la agenda política y sus tiempos.
La victoria parcial del Partido Conservador en las elecciones generales del Reino Unido puede ser leída al menos en dos sentidos.
Primero, representa el fracaso de Theresa May y su racionalidad política. El partido conservador perdió su mayoría parlamentaria, 12 escaños menos, y si bien se mantiene como fuerza mayoritaria pierde su mayoría absoluta que buscó construir con el llamado a elecciones tempranas.
Segundo, el aumento de 31 escaños parlamentarios representa una victoria parcial para el Labour, quien registra un alza histórica tanto en número de escaños, como en el nivel de votación nacional, la cual estuvo fuertemente marcada por la votación juvenil. Esta victoria es un logro del Corbynismo y la validación política de la izquierda británica como de su modelo de construcción política.
Ambas lecturas encuentran asidero si se comprende el rol que las elecciones jugaron en la estrategia de ambas fuerzas políticas y en particular si se esclarecen las particularidades del Corbynismo, principal punto de inflexión de las elecciones.
Las elecciones tempranas en el Reino Unido se ubican como una coyuntura de cierre a un patrón de acción política característico del conservadurismo Británico y heredado del Thatcherismo. Este patrón se caracteriza por la producción de constantes shocks y crisis políticas que permitieron el control de la agenda política y sus tiempos.
Este patrón es observable desde el llamado a referéndum el 20 de febrero del 2016, su resultado en Junio 2016, la contigua dimisión de David Cameron como Primer Ministro, la asunción de Theresa May sin llamado a elección (Julio 2016), el discurso del Brexit el 17 de Enero 2017 y el anuncio de la salida del Reino de Unido de la Unión Europea con la activación del artículo 50, en el cual el Reino Unido notifica su salida de la Unión Europea (Marzo 2017). El proceso finaliza con el inesperado llamado a elecciones tempranas realizado el 18 Abril 2017 y la derrota parcial del Partido Conservador el 9 de Junio 2017.
Este patrón político buscó disolver y neutralizar, por adelantando, la emergencia de potenciales oposiciones tanto a la izquierda como a la derecha. Su efecto más emblemático fue sobre el partido Laborista. La inserción del Brexit en la agenda política, dañó sistemáticamente la articulación del partido y su sistema de alianzas.
Más allá de su posición oficial durante el referéndum, la contradicción salir-permanecer dividió al partido entre sectores de centro e izquierda. Esta contradicción también se replicó en los sectores corbynistas de izquierda más allá del partido, los cuales se presentaron divididos y en tensión hasta del inicio de la campaña de Corbyn.
Estas contradicciones golpearon la base de apoyo electoral de Corbyn, quien, previo al referéndum, alcanzó una de intención de voto de 40% sobre 26% (conversadores), la cual se redujo a 23% bajo 26% (conversadores), tras los resultados del referéndum, y repuntó espectacularmente hasta un 38% en la semana previa a la elección. Pese a ello, el Labour consiguió 261 escaños, bajo los 318 de los conservadores, quienes pierden mayoría parlamentaria.
¿Por qué fracasa la estrategia de Theresa May? Las respuestas están mayoritariamente en las debilidades de la estrategia y ante todo en las características y aciertos del corbynismo.
La principal debilidad de la estrategia conservadora fue la combinación forzada entre una política de neoliberalización aguda, pero silenciosa, con un discurso mediático autoritario y paternalista, cuyo efecto hegemónico operó por defecto o por desarticulación de alternativas políticas más que por la construcción de una. El patrón de shock instaló continuas situaciones de crisis, desarticulando los sistemas de alianzas y generando un repliegue de los actores políticos, los cuales confusos y debilitados tendieron a la inercia.
Así, El Conservative Party construyó progresivamente una posición dominante pero no-hegemónica, cuyo fundamento fue la desarticulación y restricción continua del campo político y su dinamismo. Esta lógica favoreció la articulación de un escenario de contracción de la democracia, sobre sobre el cual se buscó capitalizar ventajas políticas mediante el despliegue de minorías cohesionadas capaz de mostrar eficiencia en escenario de crisis. En ese patrón político, la campaña de Theresa May careció en absoluto de un programa, siendo una apelación constante a la crisis y la necesidad de un liderazgo “fuerte y estable”. Fue justamente en ese escenario político donde el corbynismo encontró su lugar y desplegó sus virtudes.
El Corbynismo puede definirse como un fenómeno de alianzas políticas de izquierda que combina actores periféricos del partido laborista con actores emergentes del campo social. Esta alianza agrupa en torno a Corbyn sectores tradicionales del Labour, con organizaciones políticas de izquierda radical, principalmente sectores socialistas y troskistas, y diferentes variantes de movimientos sociales, como el movimiento anti-guerra, el movimiento anti-racista y algunas variantes de los movimientos anti-austeridad, siendo emblemático el movimiento en defensa del Servicio Nacional de Salud (NHS).
Esta articulación operó en diferentes clivajes. Un clivaje hacia la izquierda desde el Labour, consolidado mediante la férrea defensa del liderazgo de Corbyn en el partido, continuamente atacado por los sectores bluristas. Un clivaje hacia el centro desde la izquierda radical, donde gran parte de los movimientos sociales y organizaciones de izquierda se suman orgánicamente, como militantes al partido, o, mediante estructuras intermedias, como Momentum, a las redes de Jeremy Corbyn.
Durante la campaña estas alianzas se cristalizaron en el programa “For many, not the few”, el cual representa una genuina convergencia de agendas izquierdas en la cual coinciden: consistencia valórica, integración de demandas e innovación discursiva. El programa enfatizó la construcción de una economía social sustentable, que reintegre el rol del estado como agente productivo, redistributivo y garante de derechos sociales, contemplando restauración de servicios sociales y re-nacionalización de compañías privatizadas, siendo un programa que combino las ambiciones sociales con una racionalidad económica sustentable.
En perspectiva, este sistema de alianzas implicó una apertura política donde los movimientos sociales se canalizan mediante la modificación programática y orgánica de los partidos políticos institucionales. Con esto se cierra la puerta a potenciales out-siders políticos, pero se fuerza a los partidos a expandir su campo de acción incorporando estructuras intermedias capaces de incorporar movimientos sociales. De este modo, el corbynismo se ubicó en una matriz de izquierda nacional, que alineó a sectores tradicionales de clase trabajadora con sectores jóvenes y que forzó hacia la izquierda a las clases medias profesionales, consolidando una base electoral diversa pero programáticamente cohesionada. Es justamente esta alianza, su programa y su forma de construcción política la que frenó la consolidación del giro autoritario de Theresa May.
Tardará algún tiempo esclarecer los sistemas de alianzas que gobernaran el Reino Unido durante las negociaciones con la Unión Europea y que en definitiva definirán el nuevo mapa Europeo. Y si bien esta victoria parcial es más bien un respiro, que no garantiza la consolidación del corbynismo, su mérito es mantener abierto el campo político y fortalecer la oposición social en contra de las expectativas, demostrando que un programa explícitamente de izquierda, capaz de integrar criterios de viabilidad económica con políticas de orientación socialista es aún una alternativa viable y efectiva para la disputa política.