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La falsa dicotomía del XX y del XY

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Jorge Díaz
Por : Jorge Díaz Doctor en Bioquímica U. de Chile, escritor y activista de la disidencia sexual
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Los conservadores y evangélicos, los evangélicos conservadores, los católicos, las autoridades del clero y la presidenta de la república han permitido que por las calles de Santiago transite un bus con toda su carga transfóbica de la diferencia sexual como un asunto sin matices ni acentos ni opacidades. El bus presenta una base “biologicista” de la diferencia sexual encarnada en los cromosomas sexuales como verdades clausuradas y definitivas. Esto no es así, cualquier científico, cualquier genetista podría desmentirlo rápidamente. Ellos (los promotores del bus del odio) dicen que por un lado están los XX (hembras) y por otro los XY (machos) como verdades únicas, cuando sabemos que esto es parte de un consenso que está cada vez más puesto en cuestión.

La iglesia en su conexión con ciertas formas de transmisión científica nos han hecho creer que la realidad está escrita en dos, que nuestros cuerpos son binarios. Pero de hecho, la ecuación básica de la genética nos dice que la expresión física de un individuo (lo que se denomina su “fenotipo”) es la combinación de por un lado, la carga genética (“el genotipo”) y por otro lado, la influencia del medio ambiente, es decir, lo que conocemos como cultura. La misma genética desde sus principios básicos ha sabido incorporar el antecedente cultural como primordial para la expresión física de todos y todas.

No es cierto entonces que «Los niños tienen pene. Las niñas tienen vulva. Que no te engañen» como dice el famoso bus. Los que nos están engañando son ellos, al confundir a una población que exige cada día más, el derecho a una educación laica y democratizadora.

[cita tipo=»destaque»]La iglesia en su conexión con ciertas formas de transmisión científica nos han hecho creer que la realidad está escrita en dos, que nuestros cuerpos son binarios. Pero de hecho, la ecuación básica de la genética nos dice que la expresión física de un individuo (lo que se denomina su “fenotipo”) es la combinación de por un lado, la carga genética (“el genotipo”) y por otro lado, la influencia del medio ambiente, es decir, lo que conocemos como cultura.[/cita]

Tengo 33 años y llevo más de 14 años de mi vida estudiando ciencias biológicas y puedo decir por mis estudios en genética molecular, que es una real mentira hablar en términos binarios cuando nos asociamos a la idea genética de los cromosomas sexuales. La naturaleza no funciona de manera drástica sino más bien como una distribución gradual, con promedios y también con desviaciones como parte de su distribución normal. Los cromosomas son estructuras densas hechas de ADN y proteínas, unas estructuras súperenrolladas en las que están “escritas” los genes, que son los encargados de la transmisión genética de una célula a otra. Los científicos han realizado una representación ficcional y ordenada de los pares de cromosomas en unos sistemas que se llaman cariotipos. En estas representaciones, los primeros 22 pares (la mitad proveniente de un espermio y la otra mitad de un ovocito) son los llamados “autosomas” que son los que codifican las características básicas de todo individuo (la piel, el pelo, los órganos, los sistemas nervioso y endocrino, entre otros). Al par 23 se le llama el “par sexual” pues “supuestamente” determina, junto al medio ambiente, el sexo biológico de una persona. Las combinaciones (XY): macho y (XX): hembra en la lengua biológica se quedan cortas como siempre. Existen también sujetos (XO) que solo poseen un cromosoma X o los sujetos (XXX) o también llamados “superhembras”. También están los casos de algunas deportistas olímpicas como la española María José Patiño, una mujer (XY) cuyo cuerpo nunca desarrolló rasgos masculinos. En su pubertad sus testículos atrofiados comenzaron a producir estrógeno (la supuesta “hormona femenina”), como hacen los de todos los varones, lo cual hizo que sus mamas crecieran, su cintura se estrechara y su cadera se ensanchara. A pesar de tener un cromosoma Y (“el supuestamente “masculino”) se había desarrollado como una mujer. Ya vemos que nada es tan sencillo. El porcentaje de este tipo de condiciones es alto en la población, aunque invisibilizado. Lo mismo pasa con los intersexos: según estadísticas internacionales, el 1.7% de la población nace intersexual, un número mucho mayor al menguado 0.005% de los albinos, que es una condición humana bastante rara pero que todos alguna vez hemos observado. Contrastado con este dato, la invisibilización de los intersexuales es más que notoria. Entre el cromosoma “X” y el “Y” solo hay una diferencia: el cromosoma Y posee unos genes llamados holándricos que determinan rasgos particulares de los bio-hombres como la manzana de adán.

De otra perspectiva, estos cariotipos siempre me han parecido hermosas representaciones de parejas en diferentes acciones: algunas durmiendo, algunas bailando o abrazándose. La ciencia es un espacio de creatividad empírica que debe aprender a mirar con mayor enfoque. Es por esto que  hoy más que nunca podemos decir que la clasificación sexual del “XX” y “XY” no es sino lo explícito de nuestra gráfica biológica de las fallas. Un diseño atrofiado y reducido que ya no nos soporta ni el cuerpo ni la forma del relato (bio) gráfico que hasta hace poco nos parecía constituir.

Que no te engañen, la vida no es blanco y negro, pero tampoco es un arcoiris de pura felicidad despolitizada.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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