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Villa San Luis: la resistencia de la memoria Opinión

Villa San Luis: la resistencia de la memoria

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Macarena Silva
Por : Macarena Silva encargada del área de Conservación y Museografía de Londres 38, Espacio de Memorias
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El patrimonio, como bien social, debe estar conformado por la memoria del pueblo y sus indisolubles aspectos materiales e inmateriales. Esa memoria, que se resiste al olvido deliberado, se manifiesta como vestigio en la ciudad en medio de sus significados dominantes. Eso es la Villa San Luis. La resistencia de la memoria en la manzana más cara y aplastante del modelo. Un vestigio de la posibilidad de una ciudad integrada que no fue. El derecho a la vivienda despojado por el poder de unos pocos.


El pasado 29 de junio, en el diario La Segunda, y el 9 de julio, en El Mercurio, a toda página, con una inusual artillería comunicacional, aparece cuestionada la decisión del Consejo de Monumentos Nacionales de declarar como Monumento Histórico a la emblemática Villa San Luis de Las Condes, respondiendo a la movilización de la ciudadanía por el rescate de este importante sector.

El cuestionamiento se basa en la supuesta naturaleza pulcramente técnica de las distinciones de “lo patrimonial”, que llevan al Estado al reconocimiento oficial de una categoría de protección legal. En el caso de la Villa San Luis, estaría teñida de distinciones políticas que habrían derivado en una equivocada valoración técnica respecto a la ponderación de los valores patrimoniales del conjunto y, en consecuencia, en su mérito de protección.

Al respecto, la valoración patrimonial antes que nada es un acuerdo social y, como tal, cambia de acuerdo a las decisiones que en un momento determinan lo que es digno de conservar. Los valores, desde estéticos, científicos, culturales, hasta ideológicos, evolucionan en conjunto con el instrumento técnico (tanto teórico como práctico) que le sirve. Como resultado de una decisión de un grupo social, es una decisión política.

El patrimonio está en constante disputa. Basta con reconocer los últimos conflictos patrimoniales para comprender que la decisión de protección es siempre el punto culminante de conflictos de intereses. En nuestra realidad, mayormente responde a la defensa simbólica de derechos frente al aplastante modelo neoliberal que arrasa desde nuestros barrios hasta nuestra memoria. La defensa del purismo técnico del patrimonio es una velada defensa a este sistema, intentando reducir la protección del patrimonio a las distinciones expertas y académicas, excluyendo a la sociedad de la discusión. La disputa del patrimonio es política y su discusión también lo es.

El patrimonio, como bien social, debe estar conformado por la memoria del pueblo y sus indisolubles aspectos materiales e inmateriales. Esa memoria, que se resiste al olvido deliberado, se manifiesta como vestigio en la ciudad en medio de sus significados dominantes. Eso es la Villa San Luis. La resistencia de la memoria en la manzana más cara y aplastante del modelo. Un vestigio de la posibilidad de una ciudad integrada que no fue. El derecho a la vivienda despojado por el poder de unos pocos.

Ese escenario de resistencia, con edificios de vivienda social de mucho mejor calidad que los actuales, abandonados, tal como las personas que fueron desalojadas y miles de chilenos que viven en condiciones de extrema pobreza, teniendo como escenario a los cristalinos edificios del entorno de la élite, es patrimonio y es político. Nada más político, histórico y más patrimonial que ese pasado interpelando al presente.

En manos de la Contraloría está finalmente la última palabra.  Esperamos que este organismo político siga en consecuencia con lo decretado por el Tribunal Constitucional, el día 18 de julio, respecto a la declaratoria de la Fábrica de Paños de Bellavista Tomé y comprenda que el interés histórico para el país que define la categoría de Monumento Histórico en el Art. 12 de la Ley de Monumentos Nacionales, debe construirse por la sociedad en su conjunto, ejerciendo el derecho a la memoria –que constituye la función pública del Consejo de Monumentos Nacionales–, incluyendo “lo histórico” en toda su complejidad simbólica, social, urbana, cultural y política.

[cita tipo=»destaque»]En el contexto chileno, en el que todo es privado, el argumento del derecho a la propiedad se ha transformado en el arma imbatible, que dirime y justifica todo en nuestra convivencia social. En consecuencia, ha sido privatizado todo lo privatizable en Chile, hasta nuestros derechos. Esperamos que, en este caso, la batalla sea ganada por la memoria a través de los últimos vestigios históricos insolentes con su entorno, de miles de pobladores despojados de la posibilidad de un Chile más justo. La ciudad debe contar esa historia que explica el país de hoy.[/cita]

En el contexto chileno, en el que todo es privado, el argumento del derecho a la propiedad se ha transformado en el arma imbatible, que dirime y justifica todo en nuestra convivencia social. En consecuencia, ha sido privatizado todo lo privatizable en Chile, hasta nuestros derechos. Esperamos que, en este caso, la batalla sea ganada por la memoria a través de los últimos vestigios históricos insolentes con su entorno, de miles de pobladores despojados de la posibilidad de un Chile más justo. La ciudad debe contar esa historia que explica el país de hoy.

Respecto al origen supuestamente inocente de la defensa a la pulcritud, sospechosa resulta la identificación de los autores del cuestionamiento. Llama la atención que, en su defensa a “lo técnico”, usen en su firma sus cargos políticos y no sus laureles académicos patrimoniales. Me refiero al Sr. Óscar Acuña (ex secretario ejecutivo del Consejo de Monumentos Nacionales) y al Sr. Patricio Gross (ex presidente del Colegio de Arquitectos) y en contra de esta posición, justamente en favor de la defensa a la memoria de la Villa San Luis, asume el Sr. Edward Rojas, quien se pronuncia desde su merecido galardón técnico.

No obstante todo lo anterior, agradezco a los señores el levantamiento de esta discusión. Mientras la institucionalidad y los técnicos permanezcan en ingenuidad y no comprendan que siempre la técnica está al servicio de un proyecto político, seremos cómplices del olvido.

En consecuencia a lo descrito, firmo también en posición política y técnica, pero al servicio de la memoria. La memoria es política, la memoria es disputa, la memoria es resistencia.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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