Sin saberlo, desde que nos incorporamos a la sociedad, nos formamos androcéntricamente (es decir, entendemos al hombre como el centro del todo); así, por ejemplo, cuando estudiamos el cuerpo humano en el colegio, el modelo con el que aprendíamos era el cuerpo de un hombre y no era algo para cuestionar, pues históricamente, las sociedades se han construido desde la perspectiva de los hombres, llegando al punto en el que como mujeres hemos aceptado esas percepciones y las hemos adaptado como correctas.
Por esto es que debo hablar del -últimamente manoseado- feminismo. Y es que sino, ¿cómo le hacemos frente al patriarcado?
El feminismo cuestiona. Cuestiona las ideologías y el accionar, que se traducen en el sistema en el que estamos inmersos, pues nos llevaron a dejar al hombre en el centro de la humanidad y nos dejaron en una especie de categoría inferior en la que las necesidades de los hombres no son concebidas como un problema de género que afecte a un sector sino como un problema general de la población, y las de las mujeres pasan a ser problemas jurídicos que terminan vendiéndonos como derechos “de mujeres”; pues cuando se trata de nosotras el problema es específico, aunque sea algo que afecte a la mitad del género humano.
Así, el feminismo busca hacerle frente al patriarcado, este sistema en el que las mujeres estamos en una posición de desigualdad, pues los hombres son los que dominan y dan forma a la sociedad; necesitamos el feminismo para luchar. ¿Y por qué necesitamos luchar? Porque el sistema jurídico chileno es androcentrista y patriarcal.
[cita tipo=»destaque»] Así, el feminismo busca hacerle frente al patriarcado, este sistema en el que las mujeres estamos en una posición de desigualdad, pues los hombres son los que dominan y dan forma a la sociedad; necesitamos el feminismo para luchar. ¿Y por qué necesitamos luchar? Porque el sistema jurídico chileno es androcentrista y patriarcal. [/cita]
La dominación de la mujer ha sido tan naturalizada que en pleno 2017 nuestros cuerpos están tan subordinados que ni siquiera, tenemos aborto terapéutico pues no nos permiten tener el control de nuestros cuerpos aún cuando esté en peligro nuestra vida. El derecho se permite demoras en una solución pronta a este tema e incluso, puede que tengamos que resignarnos a no tener ni este mínimo avance en materia de aborto, pues son derechos “de las mujeres” así que hasta la religión puede meter sus narices aquí.
Es momento de preguntarse hasta qué punto vamos a permitir que el derecho sea hecho por y para los hombres y cuándo le vamos a empezar a exigir que responda a las necesidades e intereses de las mujeres, no por ser mujeres, sino porque nuestras necesidades son del género humano y no son solo problemas jurídicos específicos de un sector de la población.