Un antiguo adminículo donde se guardan billetes, ha pasado a ser en cuestión de horas, la cuestión central de la discusión presidencial. La billetera que con el tiempo devino en chequera y ahora se llena con tarjetas de crédito más que con dinero, es la forma como los candidatos presidenciales y la ciudadanía mira la actividad política.
El candidato Piñera, dijo literalmente que las elecciones no son competencia “de billeteras, es una competencia de ideas, de propuestas, de proyectos de visiones de futuro”. Desde la posición en que él se encuentra, por razones que no es del caso analizar aquí, él dispone de una abultada billetera que le permitirá con aportes directos o indirectos de su propio patrimonio llevar a cabo su empresa política.
Como consecuencia, de los graves hechos ocurridos y ventilados en Tribunales sobre el uso de fondos públicos y privados usados en campañas anteriores, todo el mundo se ha puesto en guardia y especialmente las instituciones financieras que con justificada razón colocan trabas a los candidatos. Las personas llamas políticamente expuestas (PPE) ya no son bienvenidas en las instituciones financieras y no podemos decir que carezcan de razón.
La nuevas leyes sobre probidad, se hicieron con buenas intenciones y se redibujó el mapa electoral, la organización de los partidos políticos y se estableció un aporte fiscal para campañas y funcionamiento de los partidos. Como ocurre con las cosas que se hacen a la rápida, quedaron cuestiones mal legisladas. Sin embargo, el objetivo central, alejar el dinero de la política, está presente en esta profusa legislación y ello es positivo y no se puede negar que son un avance, pero tampoco puede dejar de observarse que no había forma de evitar que las personas con más riquezas quedaran en mejores condiciones para financiar sus propias campañas y la riqueza todos sabemos de qué lado está, al menos en términos generales.
[cita tipo=»destaque»]La billetera del país engordó mucho, pero leyendo el último informe de Naciones Unidas, resulta que hubo algunas billeteras que son las que mandan y esas son las que con la legislación actual y las ventajas concedidas por los errores que se han cometido pueden inclinar la balanza.[/cita]
A lo anterior, habría que agregar que ha contribuido a esta situación, la política económica de los últimos lustros que ha tenido una manga muy ancha para permitir la concentración económica, al extremo que casi todos los mercados son controlados por cada vez menos personas y que todas ellas tienen un marcado afecto por las ideas de derecha.
Agregamos a lo anterior que en esta misma época, los gobiernos que dirigieron el centro y la izquierda, respectivamente, en una alianza que incluso llevo a tener un partido transversal, no realizaron ninguna acción para mantener diarios, revistas, radios y permitieron que las concesiones de televisión abiertas se cedieran al sector privado haciendo vista gorda de la ley.
De lo expresado queda absolutamente de manifiesto, que el problema de la billetera, no es una cuestión casual, no es de un problema que haya aparecido de la noche a la mañana, sino una materia que se ha incubado en un largo proceso que es perfectamente simétrico con la disminución del poder del estado en la economía y a la consideración de que el sector privado chileno influyente y controlador de los mercados, es altamente ideologizado y no cede jamás un milímetro, salvo en las situaciones límites.
La billetera del país engordó mucho, pero leyendo el último informe de Naciones Unidas, resulta que hubo algunas billeteras que son las que mandan y esas son las que con la legislación actual y las ventajas concedidas por los errores que se han cometido pueden inclinar la balanza.
Como además, el pueblo no está organizado ni política ni socialmente, e impera un enorme individualismo, producto de una profunda revolución cultural neoliberal que va más allá de los aspectos socioeconómicos será una tarea muy compleja y ardua hacer campaña en contra de la billetera. A lo anterior hay que agregar que la barbaridad del voto voluntario, una aplicación práctica de la revolución cultural, hará mucho más fácil la tarea para las grandes billeteras.
Durante mucho tiempo se ha legislado bajo presión y con excesivos temores. Las investigaciones del Ministerio Público, formalizaciones, juicios abreviados y, en algunos casos, condenas penales, dejaron la actividad política en estado de pánico. Por ello, se apresuraron los legisladores a aprobar una farragosa legislación que restringen las campañas electorales, más allá de toda racionalidad política.
Así, actualmente, parte importante de la ciudadanía entiende que hacer aportes a las campañas, es algo así como comenzar a realizar conductas delictivas. Nadie quiere correr riesgos. Legislar bajo temor, que es lo que verdaderamente ha sucedido, llevó a que las instituciones financieras se niegan ahora a prestar de dineros a personas con significación política, ya que para los bancos estas últimas son sujetos riesgosos y colocan a los bancos en un estado contrario a toda actividad política y electoral. Se cerraron las llaves y se pusieron candados por el propio legislador, impidiendo el flujo de dineros lícitos a las actividades que se vienen comentando.
El fantasma de las boletas ideológicamente falsas y los desafueros de algunos parlamentarios, terminaron por desprestigiar la actividad política, en grados extremos. ¿Quiénes se atreven, hoy, a realizar aportes a las campañas? Muy pocos. Nadie quiere ser objeto de posteriores investigaciones por parte del Ministerio Público, ni menos citado a declarar y aparecer en los medios de comunicación social, por el solo hecho de efectuar aportes lícitos a las campañas.
Toda la legislación aprobada sobre estas materias, tendrá que ser revisada, para diseñar un modelo, que respetando plenamente a la probidad, permita realizar campañas electorales en las cuales los competidores estén equilibrados. Mientras esto no suceda, seguirá mandando “don dinero”. Este poderoso caballero está hoy temeroso de pasar dinero a los candidatos y partidos que no correspondan a la derecha política. Los candidatos de esta última, tienen recursos propios, que les permiten financiar sus campañas, sin problema. Son los otros candidatos, los que no son bien acogidos.
El actual gobierno, públicamente se ha negado a legislar sobre los problemas que hemos expuesto, manifestando que los candidatos no pueden quejarse porque ellos mismos aprobaron todas las leyes que restringieron la actividad política, sometiéndola a una fuerte fiscalización por parte del Estado. Lamentable conducta la de este gobierno, porque ha sido el mismo el que propuso legislar leyes restrictivas que ahora están afectando seriamente a las campañas electorales.