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Los temas valóricos no deben tener cabida en una Constitución

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François Meunier
Por : François Meunier Economista, Profesor de finanzas (ENSAE – Paris)
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De las 297 páginas del notable fallo del Tribunal Constitucional sobre la ley del aborto, es bueno para la vitalidad de la democracia chilena destacar esta frase: “El Congreso Nacional se encuentra mucho más capacitado y legitimado para resolver una controversia de cuándo comienza la vida del que está por nacer, que esta Magistratura.”

El aborto es uno de esos temas que crean una profunda tensión dentro de la sociedad, para el cual ésta se obliga a encontrar un compromiso sostenible y pacífico. Con este fin, un congreso, como instancia política, es en general un mejor instrumento que una instancia jurídica, a la que se le pide escrudiñar el significado de tal o tal palabra de un texto constitucional. Por supuesto que la ley debe ajustarse a la Constitución, y como tal la apelación al Tribunal Constitucional de los senadores de Chile Vamos tiene total legitimidad. Pero es igualmente importante relativizar la contribución que este tipo de tribunal pueda tener en este tema.

El ejemplo de los Estados Unidos hace reflexionar: el debate sobre el aborto, como él de la pena de muerte, sigue golpeando dolorosamente a la sociedad americana, aunque en principio debería haber quedado zanjado en 1973 con el célebre fallo de la Corte Suprema en el caso Wade v. Roe. Sin embargo, este fallo solamente extremó la polarización de la sociedad. No había esperanza aquí, como en otros temas, de encontrar bellos textos legales propios al avance del derecho, pero únicamente cambios en la interpretación casuística de un texto confinado en su sacralidad, lo que resultó más que a menudo en un enfrente de 5 contra 4 personas, según la mayoría política que prevalece en el momento. Un jurista americano bromeando dijo: «En los EE.UU. sólo hay una ley, y ésta es la Constitución, todo el resto no son más que reglamentos”. Los jueces allí cumplen de forma colectiva un papel eminentemente político, pero bajo un alero jurídico. Incluso establecen modificaciones de los derechos respectivos de la madre y del feto según un calendar preciso del embarazo. A pesar de esta copiosidad de juridismo, el sujeto permanece.

[cita tipo=»destaque»]La mayoría de los países se cuidan de introducir cuestiones valóricas en el texto fundamental. Hay una función catártica del debate público que no está presente si se apoya solo sobre una legitimidad técnica, o si se le otorga recursos sistemáticos a una instancia jurídica ya que algunos congresistas se oponen de una ley votada. Eso empobrece la vida democrática.[/cita]

La mayoría de los países se cuidan de introducir cuestiones valóricas en el texto fundamental. Hay una función catártica del debate público que no está presente si se apoya solo sobre una legitimidad técnica, o si se le otorga recursos sistemáticos a una instancia jurídica ya que algunos congresistas se oponen de una ley votada. Eso empobrece la vida democrática. La política crea un compromiso colectivo, para que nuevas ideas se instalen a su ritmo en la sociedad. Fue el caso para la pena de muerte o para la separación de la Iglesia del Estado. Este será el caso para el matrimonio homosexual, las células madre, etc. Es este tipo de decisiones que le da dignidad a la política.

El Tribunal Constitucional ha bien cumplido su función entregando un fallo con prefecto formalismo jurídico. Pero más que eso, tuvo razón en recordar que el debate en su dimensión moral, filosófica y cultural, es más en el Congreso que en él mismo. “Por suerte – deben pensar hoy en día esos ministros – que la definición de matrimonio (¿mismo sexo o no?) no sea fijada en la Constitución!”

El Gobierno, deseoso de promover la causa de las mujeres, eligió probablemente la táctica correcta de no intentar una modificación del texto de la Constitución, incluida la eliminación de la frase que desencadenó tanta exégesis: “La ley protege la vida del que está por nacer.” Del mismo modo, era una buena táctica de la oposición de Chile Vamos llevar la lucha hasta el final, incluso si se puede suponer que el candidato Piñera esta aliviado con un fallo que pone este tema detrás de él, si llega al poder. Hay un efecto catártico también. Pero el tema va a volver a la mesa, el día que el público quiera dar el siguiente paso a un derecho de aborto sin las tres cláusulas que lo restringen. Hay en el fallo del Tribunal los medios jurídicos para ir en esa dirección… y en otra. Pero lo mejor sería que el cuerpo político se comprometa a no hipertrofiar el papel del legalismo y que este tipo de debate no se reduzca a un descascarado textual.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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