El gran desafío que enfrentamos los que creemos que la sustentabilidad es posible, es establecer un camino de crecimiento económico con protección efectiva que asegure equidad ambiental de los territorios en favor de las personas, el planeta y la prosperidad económica. Ya no es simplemente contaminar menos que nuestros predecesores, sino que efectivamente garantizar un futuro climático seguro para todos. No hipotecar el futuro de nuestros hijos es la esencia de la vía socioambiental al desarrollo.
El concepto de desarrollo sustentable surgió en los años 80 en respuesta a los problemas ambientales globales y territoriales, pero también como un reconocimiento a que, sin bienestar social y crecimiento económico, no se podía proteger adecuadamente el medio ambiente. Sin embargo, la vocación exclusiva por el crecimiento –centrado en la extracción de recursos y con poco control de fuentes contaminantes– terminó convirtiendo al desarrollo sustentable en un lugar común, perdiendo relevancia y convirtiéndose, en algunos casos, en una caricatura de su propósito original.
Fue así como el movimiento ambiental fue adquiriendo relevancia y fuerza, constituyéndose en detractor de ese modelo tanto a nivel territorial, asociado a comunidades afectadas por impactos locales, como global, vinculado al cambio climático. Evidenciando las externalidades de un modelo más enfocado en el corto que en el largo plazo.
El nivel y la urgencia de los desafíos ambientales que enfrentamos –que implica el planeta que les entregaremos a nuestros hijos– no deja espacios para el negacionismo. Es por eso que la agenda de sustentabilidad es la agenda del mundo a través de los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Donde se establece que el crecimiento infinito tiene un límite, por lo que el desarrollo económico debe ir de la mano de la integración social y la protección ambiental, para poner en el centro a las personas y su calidad de vida.
El crecimiento económico del país no puede ser a costa del patrimonio ambiental ni de eventuales riesgos a la salud de las personas. Eso no significa que estemos en contra del desarrollo, ni de proyectos que ciertamente son necesarios para nuestra economía. Lo que buscamos es impulsar una vía socioambiental al desarrollo, asegurando crecimiento, equidad y sustentabilidad, con responsabilidad con el entorno y las personas.
A nivel internacional, la Presidenta Michelle Bachelet ha liderado personalmente los esfuerzos de Chile por impulsar el Acuerdo de París para frenar el cambio climático, para crear una Coalición de Precio al Carbono, para aunar compromisos en torno a los Objetivos de Desarrollo Sustentable y un rol ejemplar en la protección de los océanos, por citar algunos ejemplos. En todas esas instancias, nuestro país ha sido promotor del cambio y de compromisos vinculantes de las naciones.
A nivel local, hemos impulsado el diseño integral de políticas públicas que han permitido el complemento virtuoso de instrumentos de fomento económico y normas ambientales que aseguren la protección de ecosistemas, crecimiento verde y cohesión social.
[cita tipo=»destaque»]A nivel internacional, la Presidenta Michelle Bachelet ha liderado personalmente los esfuerzos de Chile por impulsar el Acuerdo de París para frenar el cambio climático, para crear una Coalición de Precio al Carbono, para aunar compromisos en torno a los Objetivos de Desarrollo Sustentable y un rol ejemplar en la protección de los océanos, por citar algunos ejemplos. En todas esas instancias, nuestro país ha sido promotor del cambio y de compromisos vinculantes de las naciones.[/cita]
Por ejemplo, en este Gobierno la energía renovable creció por un factor de 5 en tres años, y es probable que la capacidad instalada nueva del país sea a lo menos 70% de energías renovables al terminar el actual mandato. Esto gracias al impulso de una política energética, entendiendo que la ausencia de esta nos tenía sumidos en poca inversión, con energía cara y sucia. Y el sector privado vio las virtudes de este escenario, pues la inversión de este Gobierno en el sector energía creció al doble, y con mucho mayor capacidad instalada.
Adicionalmente, creamos impuestos verdes para las industrias más contaminantes y automóviles, una estrategia de descontaminación atmosférica que establece 14 nuevos planes y promulgamos la primera ley del reciclaje, que crea una nueva industria que valoriza y crea las bases para una economía circular.
Se trata de un modelo de desarrollo que se hace cargo de sus externalidades, tornando visibles los costos de la contaminación, logrando que la matriz productiva se adapte a una economía verde. Porque cuando se alinean los objetivos económicos, sociales y ambientales, el desarrollo socioambiental se hace inevitable.
Pero eso no es todo, el Gobierno de la Presidenta Bachelet dejará un legado en materia de protección de patrimonio natural que es sin duda histórico: 4,5 millones de hectáreas de nuevos parques nacionales, y 1,6 millones de km2 de áreas marinas protegidas. A lo que se suma el reciente anuncio de prohibir las bolsas plásticas en comunas costeras. Esto, que muchos ven como un pasivo, es un patrimonio enorme para el futuro. Son reservas de agua, sitios de recuperación para las pesquerías casi agotadas, reguladores del clima y sumideros de CO2 de escala global, y áreas para el disfrute y goce de todos los chilenos, principalmente las terrestres.
El gran desafío que enfrentamos los que creemos que la sustentabilidad es posible, es establecer un camino de crecimiento económico con protección efectiva, que asegure equidad ambiental de los territorios en favor de las personas, el planeta y la prosperidad económica. Ya no es simplemente contaminar menos que nuestros predecesores, sino que efectivamente garantizar un futuro climático seguro para todos. No hipotecar el futuro de nuestros hijos es la esencia de la vía socioambiental al desarrollo.