JAK amplió el límite de lo aceptable, sacando a un segmento del electorado del ostracismo, emergiendo como redentor, como un pastor preparado, templado y de apariencia racional. “Un caballero”, diría la señora del Sí en 1988. Un candidato que, sin exaltarse, dice lo que muchos han debido reprimir para no sentirse aislados, incorrectos o, incluso, apuntados como malas personas.
La derecha social, aquella que camina por la calle y discute en torno al asado primaveral, es muy distinta a la derecha política de los pasillos del Congreso, la que se ve en Cerro Castillo o en el Patio de los Naranjos.
Y es esa derecha, la social, la antigua derecha dura, la que hoy se siente representada por José Antonio Kast. Está conformada por neoinsurgentes que, hastiados de la corrección política, decidieron expresar sin filtro su visión del mundo y lo que sus instintos mandan. Abandonaron el silencio conformista y hoy prefieren poner sus puntos sobre las íes antes que seguir manteniendo su anonimato.
Es la derecha social, otrora pinochetista y orgullosa de sus ancestros cavernarios, la que ha dicho basta. Se cansaron del silencio, del menosprecio, del ninguneo y, sobre todo, de la recurrente búsqueda del centro por parte de la derecha política. El centro, tan codiciado por piñeristas y longueiristas, a ellos les produce arcadas: es aguachento, descafeinado, pusilánime para muchos. Y los que se esfuerzan por representarlo son cobardes, no se atreven a decir las cosas como son, viven del eufemismo y la negación de su identidad.
Esta derecha social, que ha tenido que alinearse electoralmente con la derecha política sin reconocerse en ella, tolerando apenas su tufillo democristiano con aires progres, hoy ha encontrado quien la encauce y represente políticamente: JAK.
En un símil de lo que representó la candidatura de MEO en 2009 para los frustrados concertacionistas, hoy –Kast mediante– la derecha social puede hacer su catarsis, expresar y entender su rabia reprimida por largo tiempo.
[cita tipo=»destaque»]Kast incomoda hoy al candidato de la centroderecha y lo incomodará si llega a ser Presidente. Piñera ya no puede hablar con frases tibias, ambiguas, sin pagar costos electorales. No puede, por ejemplo, decir que lo importante es que impere el Estado de derecho sin agregar, a renglón seguido, que martillaría en la cabeza a un violador.[/cita]
JAK amplió el límite de lo aceptable, sacando a un segmento del electorado del ostracismo, emergiendo como redentor, como un pastor preparado, templado y de apariencia racional. “Un caballero”, diría la señora del Sí en 1988. Un candidato que, sin exaltarse, dice lo que muchos han debido reprimir para no sentirse aislados, incorrectos o, incluso, apuntados como malas personas.
A diferencia de la derecha política, JAK no tiene complejos en haber apoyado a Pinochet. Más bien se muestra orgulloso de ello y lo toma como un activo. Abandonando la pose políticamente correcta de sus correligionarios, alude sin contexto alguno al derecho de los moradores a balear a los ladrones; clasifica a los inmigrantes como una amenaza; apunta a la necesidad de cerrar la frontera con Bolivia; todo, cruzado por su publicitado afecto por la familia militar.
Su discurso nacionalista y chovinista descoloca a la derecha política, particularmente a su candidato Piñera, que ahora debe hacer malabares para equilibrar su búsqueda del votante de centro con el fetichismo que muestra esta derecha social por el lenguaje destemplado y los juicios tajantes.
Kast incomoda hoy al candidato de la centroderecha y lo incomodará si llega a ser Presidente. Piñera ya no puede hablar con frases tibias, ambiguas, sin pagar costos electorales. No puede, por ejemplo, decir que lo importante es que impere el Estado de derecho sin agregar, a renglón seguido, que martillaría en la cabeza a un violador.
Es difícil anticipar lo que pasará con Kast el 19 de noviembre. Pero, como estamos en tiempos electorales, recomiendo repasar la muy recurrida teoría de Elisabeth Noelle-Neumann, sobre la espiral del silencio. La politóloga alemana nos muestra que los seres humanos tendemos a plegarnos a las opiniones mayoritarias por temor al aislamiento.
Esa amenaza de aislamiento que ha vivido la derecha social por pensar y sentir como lo hace, es la que JAK ha venido a neutralizar. La derecha social ya no está sola, no tiene de qué avergonzarse, pues, al fin, ha encontrado un digno representante.
No sería raro que esta voz silenciosa, que ya emerge en las encuestas, revirtiera la espiral y se expresara aún con más fuerza en las urnas el 19N. Estimo que Kast puede dar una sorpresa ese día, afectando definitivamente la opción de Piñera de ganar en primera vuelta y desencajando aún más a la alicaída Democracia Cristiana.
De lo que no tengo dudas, es que la derecha social, la derecha dura, está de vuelta de la mano de JAK.