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El drama de la pobreza encubierta

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Valeska Naranjo Dawson
Por : Valeska Naranjo Dawson Antropóloga Social. Directora de Relaciones con la Comunidad en Gestión Social S.A.
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La extendida creencia de que en ciertas comunas de nuestra capital no existe pobreza, no hace más que reforzar una dramática situación que encubre el precario existir de personas que viven en barrios “acomodados”.

Se trata de un fenómeno que ha sido desvelada en algunos reportajes periodísticos: la “pobreza encubierta”, que golpea y avergüenza a un número de personas en constante crecimiento.

Para hacer más duro este cuadro, se debe constatar que mayoritariamente se trata de gente de la tercera edad y, muy especialmente, mujeres. Estamos hablando de personas que intentan mantener un cierto nivel decoroso de subsistencia, sin tener recursos para hacerlo y, muchas veces, dependiendo de la buena voluntad de sus familiares para sostenerse.

Son parte de la enorme e indeterminada “clase media” que, en muchos casos, queda fuera de las asistencias del Estado y no es beneficiaria de los múltiples aportes y subsidios que sí se entregan a los sectores aún más pobres.

[cita tipo=»destaque»]La pobreza encubierta de sectores medios es una muestra más de la enorme desigualdad que impera en nuestra sociedad. Y que, precisamente por su condición de oculta, queda fuera de las urgencias e incluso de todas las agendas.[/cita]

Ciertamente que el bajo monto de las pensiones, muy agravado cuando se trata de montepíos, es la base de este deterioro económico. Lo refuerza el alto costo de la salud; con mención especial al valor de los remedios. Cualquier solución de fondo pasa, necesariamente, por encarar estos dos puntos cruciales.

Sin embargo, en esta ocasión queremos poner el acento en un asunto particular: las personas de este sector etario y social que son propietarios de sus viviendas y tienen muchísimas dificultades para mantenerlas.

Esta situación se da con mayor frecuencia que la marginada, en comunas como Santiago, Ñuñoa y Providencia, donde casi todas las casas o departamentos, por el valor de las zonas en que están edificadas, están afectas al impuesto territorial, comúnmente conocido como las “contribuciones”.

Como sabemos, cuatro veces al año se debe pagar este gravamen que, para este segmento alcanza un monto muy significativo de sus ingresos. Los niveles de morosidad, con los consiguientes juicios de cobranzas y posteriores remates, han ido aumentando; así la cantidad de personas que deben deshacerse de esas propiedades, de urgencia y a precios muy inferiores a su valor real, también se ha incrementado, con el consiguiente beneficio de los especuladores inmobiliarios que hacen su pingue negocio.

Quiero proponer una idea que, por cierto, me comprometo a  impulsar desde el Parlamento, si soy elegida en noviembre. Se trata de liberar del pago de las contribuciones a los propietarios mayores de 65 años. Por supuesto que hay condiciones: el beneficiado debe ser propietario un sólo inmueble, en el cual habita.

Ciertamente no es la solución total. Pero, no tenemos dudas que se trataría de un alivio poderoso.

La pobreza encubierta de sectores medios es una muestra más de la enorme desigualdad que impera en nuestra sociedad. Y que, precisamente por su condición de oculta, queda fuera de las urgencias e incluso de todas las agendas.

Se podrá señalar que no se trata de un sector especialmente numeroso, comparado con los bolsones de alta pobreza que persisten en Chile. También es posible argumentar que hay otras necesidades más agudas. Sin embargo, se trata de un segmento que debe ser visibilizado y atendido en sus necesidades, para completar con mayor dignidad el final de su ciclo de vida.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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