Patricia Politzer se pregunta ¿Adónde se fue el crecimiento de Piñera? Reconoce que la expansión de la economía durante su gobierno fue casi tres veces al observado durante el segundo mandato de Bachelet, pero acto seguido arguye que “para muchos, fue como agua que se escurre entre los dedos”.
¿Cómo podría ocurrir tal cosa? Politzer desmenuza el estado del arte de una serie de indicadores, y los compara con lo observado al momento en que Piñera entregó la banda presidencia. La educación preescolar, por ejemplo, subió de 24 mil a 70 mil cupos. El sueldo promedio de un profesor a jornada completa sin ajustar por inflación subió de $ 580.000 a $ 827.000. La pobreza multidimensional bajó de 20,4% al 19,1%. El porcentaje de energías renovables en la matriz aumentó de 6,3% a 16,7%, y los precios de la electricidad han bajado.
Lo absurdo de este análisis salta a la vista: la vara de medición no es el nivel absoluto que se alcanzó al final del periodo, sino la velocidad con la que se avanzó a lo largo de él. El punto no es si acaso al final de los cuatro años del segundo gobierno de Bachelet estaremos en un país mejor que al inicio de su periodo. Eso es una obviedad. Después de todo, el 2% de incremento de la economía es mayor que el crecimiento demográfico. El punto es si se imprimió el ritmo que el país es capaz de dar.
Si siguiéramos la lógica de Politzer, el gobierno del Presidente Aylwin sería el peor desde el retorno de la democracia, pues entregó el país con un 27,6% de pobreza (metodología tradicional), de lejos la cifra más alta hasta hoy. Ridículo ¿no es así? El gobierno de Aylwin no solo no fue el peor en esta materia: protagonizó la más espectacular reducción en la pobreza de nuestra historia, desde 38,6% a 27,6% en tan solo cuatro años. Del mismo modo, el gobierno de Frei llegó a su fin con un gran total de cero megawatts de energía renovable no convencional, y el sueldo de los profesores al final del periodo de Lagos era una fracción del que constatamos al final del de Piñera, pero porque la revolución solar y eólica todavía no maduraban para la despedida de Frei, y porque el esfuerzo por mejorar la remuneración de nuestros docentes ha sido un esfuerzo constante al cual todos los gobiernos han contribuido.
[cita tipo=»destaque»]Con Piñera, la desigualdad disminuyó. Poco, pero disminuyó. Hoy, es la mínima desde que el PNUD publica cifras. ¿No es acaso motivo de optimismo? En lugar desconocer con amargura todo logro a quienes piensan diferente a nosotros, alegrémonos de que por fin nos vamos enrielando por el buen camino.[/cita]
¿Qué quiere decir cuando escribe que la bonanza 2010-2014 “para muchos, fue como agua que se escurre entre los dedos”? ¿Cuál es la evidencia que sustenta una afirmación tan mezquina? ¿No nos hace mejor a todos celebrar los logros de este proyecto colectivo llamado Chile en lugar de sembrar infundadas dudas sobre su legitimidad solo porque al timón estuvo nuestro rival político?
Aunque no lo explicita, Politzer desliza la idea de que durante el periodo específico de Piñera el crecimiento no benefició sino a unos pocos ¿Cuál sería el motivo de que durante ese cuatrienio particular, a diferencia de las expansiones previas de la Concertación, los frutos no permearan todas las capas sociales? ¿Acaso se recortaron los tributos a los más favorecidos? Por el contrario, los impuestos a las empresas aumentaron durante su gobierno. ¿Acaso el desempleo explotó y solo el extremo de la distribución capturó los excedentes? Al revés, la famosa promesa del millón de empleos se superó. Observe por ejemplo el aumento de salarios corregidos por inflación:
La evidencia es indesmentible. Lo ocurrido esos años fue una marea que levantó todos los botes.
Los pesimistas suelen achacar esta mirada gris de nuestro desempeño a la desigualdad. Creen que los golosos de más arriba acaparan cada nueva tajada de la torta, en lugar de reconocer con justificada esperanza que su expansión beneficia a todos en una proporción al menos similar. Chile ha sido a lo largo de su historia un país intolerablemente desigual, eso es un dato de la causa, pero eso no quiere decir que la distribución de los nuevos frutos la monopolicen unos pocos. Para crecer al 5,3% anual y no favorecer en al menos la misma proporción a la sociedad toda, la desigualdad se tendría que haber disparado en los años de Piñera. Veamos que ocurrió:
Con Piñera, la desigualdad disminuyó. Poco, pero disminuyó. Hoy, es la mínima desde que el PNUD publica cifras. ¿No es acaso motivo de optimismo? En lugar desconocer con amargura todo logro a quienes piensan diferente a nosotros, alegrémonos de que por fin nos vamos enrielando por el buen camino.
El crecimiento de Piñera no se fugó a ninguna parte. No está en un cofre en las Islas Caimán, ni en una bóveda suiza. Está distribuido de Visviri a Puerto Williams. Fue un notable nuevo paso en un nuestra progresiva trayectoria hacia el progreso, la misma a la que también contribuyeron Aylwin, Frei, Lagos y Bachelet, los mejores 35 años de nuestra historia económica. Es el mismo derrotero que nos ha encumbrado como el país del mayor índice de desarrollo humano de Latinoamérica. Aún falta mucho, eso nadie lo discute, pero lo que hemos logrado no es motivo de cizañera fustigación política, sino que de bien ganado orgullo.