La actual primera vuelta para la elección Presidencial, tiene algunas especificidades que la hacen diferente a todas las que han ocurrido desde la recuperación de la democracia. En efecto, esta es la primera oportunidad en que compiten dos candidatos que representan al gobierno que termina y en segundo lugar es la primera vez que ello ocurre con un sistema proporcional en la elección de los parlamentarias, salvo en los casos que aún permanece el binominal, fruto de las concesiones necesarias para el paso que se dio.
Los comentarios que escuchamos normalmente confunden las circunstancia, que no tendría novedad, que existan muchos candidatos, pero en realidad si bien ello es cierto desde 1989, no se hace la distinción necesaria que esta es la primera vez en que los partidos del Gobierno en ejercicio presentan dos candidaturas.
Este fenómeno, traerá consecuencia y para preparar el análisis es bueno recordar que se ha justificado esta dualidad por la sola circunstancia de que la Democracia Cristiana no aceptó competir con todos los partidos restantes de la nueva mayoría, por haber aquellos elegido un candidato independiente, pero afín al bloque.
[cita tipo=»destaque»] Esta ausencia incomprensible de gestión política, unido a los desaciertos evidentes que debieron y pudieron evitarse en materias de reformas importantes, se transformaron en un escenario completamente irracional para la mayoría de sus votantes, que al final no pueden distinguir con claridad cuál es el grado de continuidad que cada una de las candidaturas oficialistas plantea realmente y cuál es la orientación que le impondrían realmente a su eventual gobierno, lo que se ha agravado por la circunstancia de ponerse en evidencia la ausencia de programas o al menos la línea efectiva de conducción que se desea dar a un nuevo gobierno y su política de alianzas.[/cita]
La eliminación de Ricardo Lagos como candidato era cuestión que se preparó por meses y en algún minuto se deberá contar la historia y quienes fueron los autores de tamaña operación política. Ese hecho dio justificación plena al partido dirigido por Carolina Goic para levantar una candidatura intransable, pero es muy probable que en el trasfondo haya una materia más compleja que solo el incidente narrado y que no sería raro existiera un divorcio de mayor profundidad entre las fuerzas principalmente de centro y los partidos básicamente de izquierda, producto de la forma como se gobernó y del intento manifiesto, no en sordina ni con suavidad de declarar permanente al partido de centro como una piedra en el zapato.
Cabe consignar que producido este desajuste, para llamarlo en forma benevolente, se produjo un gran vacío de poder que no pudo ser llenado ni por la presidenta de la República ni por su equipo político, que habían pregonado que al final de cuentas sólo habría dos candidaturas reales, la de Piñera y la de Lagos. Una vez que falla la profecía del gobierno, sin ninguna capacidad o deseos de influir, se sienta en la galería y continúa como si nada pasara, incluso promoviendo proyectos de ley que aumentaban la tensión entre los miembros que ya estaban compitiendo para una primera vuelta.
Esta ausencia incomprensible de gestión política, unido a los desaciertos evidentes que debieron y pudieron evitarse en materias de reformas importantes, se transformaron en un escenario completamente irracional para la mayoría de sus votantes, que al final no pueden distinguir con claridad cuál es el grado de continuidad que cada una de las candidaturas oficialistas plantea realmente y cuál es la orientación que le impondrían realmente a su eventual gobierno, lo que se ha agravado por la circunstancia de ponerse en evidencia la ausencia de programas o al menos la línea efectiva de conducción que se desea dar a un nuevo gobierno y su política de alianzas.
Podemos así expresar que ha faltado una cultura para competir en primera vuelta, lo que no sería de mucha gravedad si consideramos que estamos ante un hecho inédito y que no pudo ser resuelto por la primaria.
Cometiendo un grave error, los contendientes del oficialismo han actuado sin definirse claramente respecto del gobierno a que pertenecen y ello es un déficit que tiene que ser analizado, porque normalmente quienes tienen éxito en este tipo de competencia habiendo sido parte de un gobierno, requieren que éste sea notablemente exitoso, que impida toda división o de no darse esa situación, es preciso que alguno de los contendientes separe aguas clara y oportunamente del gobierno al que perteneció. Eso clarifica las cosas para el ciudadano. Hoy día en Chile nada de esto ocurrió.
Procede ahora estarse a los hechos y lamentablemente, tenemos que luchar contra aquellos que crean las encuestas, que de alguna u otra forma prefiguran los escenarios a que nos hemos referido. En vista de todo lo ocurrido, no cabe sino esperar como es obvio el resultado de las urnas y luego someterse mansamente con dignidad a la gran voluntad del pueblo.
Todo esfuerzo por manipular esa voluntad por candidatos, partidos o caudillos, será infructuosa y la obligación moral y patriótica es, que todos hagamos enormes esfuerzos para que el gobierno elegido sea una buena noticia para Chile.
A fin de cuentas Chile es uno solo y a la patria nos debemos.