El debate en un futuro próximo sobre voto electrónico, no consistirá en que debemos adoptarlo o no como mecanismo, sino cuándo y bajo qué modalidades se deberá realizar. Lo que en un tiempo parecía una excentricidad de países desarrollados o de democracias emergentes en busca de agilizar sus procesos electorales, hoy es una realidad presente en más de 27 naciones en el total de su sistema, y en países en vías de desarrollo en un importante número de experiencias, tanto de carácter nacional, regional como local. El desarrollo tecnológico y el abaratamiento en el acceso, ha generado que una parte considerable de los sistemas democráticos vean en este mecanismo una forma de modernización y ampliación de sus modalidades deliberativas.
Al debate de la abstención, sumado el de la inutilidad del voto en blanco, se incorpora ahora el del voto electrónico, Voto-E.
Los problemas que acarrea el fenómeno de la abstención y el terror que este genera, lleva muchas veces a confundir la real causa del problema y buscar alternativas facilistas que en nada solucionarían el interés del ciudadano por participar en los procesos para elegir a sus representantes.
El voto electrónico es uno de ellos. No por implementar el voto electrónico la gente va a participar más. No tenemos evidencia de ello. Al contrario, lo que motiva la participación son los atributos de los candidatos, los incentivos que tiene cada uno de ellos para llegar al ciudadano y la capacidad para motivar al elector.
No hay duda de que el voto electrónico es un debate que tiene futuro en Chile, porque es una opción, y nuestro país cuenta con tecnología y cobertura de Internet para poder implementarlo.
El debate en un futuro próximo sobre voto electrónico, no consistirá en que debemos adoptarlo o no como mecanismo, sino cuándo y bajo qué modalidades se deberá realizar. Lo que en un tiempo parecía una excentricidad de países desarrollados o de democracias emergentes en busca de agilizar sus procesos electorales, hoy es una realidad presente en más de 27 naciones en el total de su sistema, y en países en vías de desarrollo en un importante número de experiencias, tanto de carácter nacional, regional como local. El desarrollo tecnológico y el abaratamiento en el acceso, ha generado que una parte considerable de los sistemas democráticos vean en este mecanismo una forma de modernización y ampliación de sus modalidades deliberativas.
Según la «Auditoría a la democracia: más y mejor democracia para un Chile inclusivo», realizada el 2014 por el PNUD, “en Chile, desde el retorno a la democracia, las elecciones cumplen con ser libres y justas, y que existen las condiciones para asegurar la participación de los interesados, la competencia entre candidatos, la transparencia en el proceso de conteo de votos, la libertad al momento de votar, lo que genera a su vez confianza y aceptación de los resultados”.
El mismo informe considera que los problemas principales que ha enfrentado Chile en materia electoral en el periodo reciente dicen relación con dos temas fundamentales: 1) la decreciente participación en las elecciones de personas en edad de votar, siendo especialmente drástica la caída de la participación electoral de jóvenes menores de treinta años; 2) la representatividad en la conformación de las instituciones legislativas y ejecutivas, ya que, por los tipos de arreglos electorales, sectores relevantes de la sociedad no logran obtener representación.
En la actualidad, existe una integración de Internet en la vida social de la mayoría de los chilenos. Es más, según la última “Encuesta Nacional sobre Accesos y Usos, Usuarios y Disposición de Pago por Internet”, realizada el 2015 por la Subsecretaría de Telecomunicaciones y la Facultad de Economía y Negocios de la Universidad de Chile, un 84.9% de los chilenos declara usar Internet una vez al día, y el 71.6% de los hogares cuenta con acceso propio a dicha tecnología.
En un informe mundial sobre el uso de Tecnologías de la Información y Comunicación, elaborado por el Foro Económico Mundial el año 2015, se dio a conocer que Chile es el primer país en uso de tecnologías de Latinoamérica.
El liderato de uso de tecnologías pareciera hacer necesario modernizar el sufragio, pasando de las papeletas a un voto electrónico.
Respecto al voto electrónico, si bien se presenta como un debate inevitable, el conjunto de las experiencias internacionales nos da cuenta de que tanto su implementación, así como su posterior mantención y perfeccionamiento, reside en un adecuado diseño e implementación, a fin de no socavar las confianzas depositadas en el sistema. Por tanto, las preguntas fundamentales a la hora de entrar al debate son: cómo y por qué.
[cita tipo=»destaque»]La modalidad remota o voto electrónico no presencial, no requiere que el elector vaya al lugar de votación, al contrario, le permite al elector emitir su voto desde cualquier lugar donde tenga acceso a Internet, a través de un teléfono inteligente o un computador, dándole así mayor libertad. Con este sistema de voto, países como Estonia y Suiza han demostrado ser exitosos en su implementación. Esta modalidad de votación permite que los votos sean enviados por una red de Internet y tiene la ventaja, entre otras, de que permite prescindir de los locales de votación.[/cita]
Dentro de los cómo, dos de las modalidades principales que se encuentran actualmente en funcionamiento son las de votación presencial y la votación remota. La primera, si bien existe una amplia experiencia y distintas modalidades, consiste básicamente en cambiar el mecanismo deliberativo de los centros de votación por máquinas que registren las elecciones de los participantes.
Las ventajas que conlleva esta modalidad están dadas por la posibilidad de usar distintos locales de votación, así como la rápida indexación de opciones, a fin de agilizar la entrega de resultados. La experiencia brasileña e india, ha permitido bajo esta modalidad integrar a distintas poblaciones que ven disminuidas su posibilidad de voto, ya sea por problemas de desplazamiento o analfabetismo, alternando fotografías y símbolos para una mejor comprensión.
La modalidad remota o voto electrónico no presencial, no requiere que el elector vaya al lugar de votación, al contrario, le permite al elector emitir su voto desde cualquier lugar donde tenga acceso a Internet, a través de un teléfono inteligente o un computador, dándole así mayor libertad. Con este sistema de voto, países como Estonia y Suiza han demostrado ser exitosos en su implementación. Esta modalidad de votación permite que los votos sean enviados por una red de Internet y tiene la ventaja, entre otras, de que permite prescindir de los locales de votación.
Si bien ambas modalidades de votación electrónica presentan grandes ventajas, también se encuentran sujetas a importantes cuestionamientos, que van desde lo procedimental en el caso remoto –posibilidad de cohecho, corrupción, compra o coerción del votante–, hasta cuestionamientos institucionales en el caso de la modalidad presencial –como es la manipulación de resultados–. Ejemplo de esto ha sido la experiencia Alemana, donde, en el año 2009 y luego de varios disputas y denuncias judiciales, se terminó declarando inconstitucional la utilización de urnas electrónicas, ya que no permitían la fiscalización del proceso electoral por personas sin conocimientos técnicos. Experiencias similares presentan Finlandia y Reino Unido, que han visto en su implementación problemas que han hecho retroceder en su impulso por implementarlas.
En el momento en que nos aproximamos a los por qué, el debate adquiere un matiz particular en nuestro país. Si bien se asumen las posibilidades de mejora en la gestión y procesamiento de los datos, esto no se presenta como una urgencia de nuestro actual sistema, y pareciera inconducente el alterar un sistema que, de por sí, presenta altos niveles de confiabilidad y legitimación social. En Chile parece no resultar incómodo el ritual de la papeleta, el lápiz y el dedo con tinta, pero ni la democracia ni los electores somos monolíticos y la ceremonia de ir a votar hasta hace un tiempo gozaba de una épica incomparable.
Es probable que las nuevas generaciones de electores interconectados y exigentes, generen la necesidad de integrar experiencias y alternativas de participación, y que esto haga más cercana la implementación de nuevas formas de votaciones, cualquiera sea su modalidad
En buena hora ya dejamos atrás el cuestionable sistema binominal y el nuevo sistema electoral “más democrático” debuta este 19 de noviembre con una elección presidencial y del Congreso. Aunque en rigor ese cambio debería hacer más participativos a los ciudadanos, dependerá, eso sí, de algo más que el convencimiento, confianza y la candidez de los candidatos.
No estaría mal, para aquellos que piensan volver al voto obligatorio, que lo planteen de una manera más amigable y conveniente para el ciudadano que no quiere saber nada de ellos. Que el futuro “voto obligatorio” que algunos quieren implantar incluya el “voto electrónico” y, además, la alternativa “ninguno de los anteriores” .