El hacer y deshacer de la política al regirse por categorías de la razón pura, obliga a contener emociones de ganadores y perdedores, llevándonos a establecer juicios categóricos, con principios que se elevan a la altura de la moral perfecta, esquema más compatible con la profesión de una fe que la de un estratega político con gestos y actitudes que motiven el diálogo y posibiliten acuerdos programáticos a mediano y largo plazo.
Esta connotación de la política donde el análisis racional profundo, alejado de los más nobles sentimientos, con proyectos de centroizquierda que se excluyen inútilmente, altera nuestra convivencia y aleja lo que constituye una necesidad: ganar a la derecha en segunda vuelta con un programa que represente los intereses de la mayoría de la población.
El domingo 19N, conocidos los resultados, nos pusimos a razonar dificultosamente, por no haber desplegado primero nuestro emocionar, con juicios apresurados carentes de responsabilidad política y descalificaciones que impiden ir construyendo acuerdos. Se acentúa la idea que la concreción del proyecto propio pasa por la exclusión y no por la superación de los otros, contraviniendo lo planteado por Hanna Arendt en cuanto la política y su ejercicio tiene como propósito principal la elevación y desarrollo del espíritu humano.
En estos días post primera vuelta, de profunda colisión entre la emoción y la razón, estamos sumergidos en una ilusión: la de creer que el escenario político habría cambiado por la irrupción del Frente Amplio y el desplazamiento de los Partidos tradicionales. Algunos lo asimilan al Podemos en España, lo que sería un mal ejemplo toda vez que este grupo ha terminado haciendo genuflexiones al Rey y ratificando a Rajoy porque su objetivo principal no es levantar un programa por los cambios estructurales sino liquidar al PSOE.
El verdadero cambio de escenario político se producirá cuando unidos en la acción seamos capaces de intervenir o debilitar los espacios desde donde se ejerce el poder, enfrentando los enclaves que contienen todo esfuerzo por concretar las demandas de la mayoría de ciudadanos, bloqueando iniciativas legislativas o recurriendo al Tribunal Constitucional.
[cita tipo=»destaque»]El domingo 19N, conocidos los resultados, nos pusimos a razonar dificultosamente, por no haber desplegado primero nuestro emocionar, con juicios apresurados carentes de responsabilidad política y descalificaciones que impiden ir construyendo acuerdos. Se acentúa la idea que la concreción del proyecto propio pasa por la exclusión y no por la superación de los otros, contraviniendo lo planteado por Hanna Arendt en cuanto la política y su ejercicio tiene como propósito principal la elevación y desarrollo del espíritu humano.[/cita]
Po ello, es urgente convocar a una mayoría nacional para provocar cambios profundos en el orden institucional en los ámbitos siguientes:
*La propiedad y definición editorial de los medios de comunicación social de masas que propagan y defienden los intereses de la derecha y el gran empresariado. Es necesario avanzar en su democratización, para que se exprese la opinión de los más amplios sectores de la ciudadanía.
*La organización empresarial, que juega un rol político y respalda la opción de derecha, invierte en promocionar sus cuadros y ha ejercido una tenaz oposición al gobierno de Bachelet, promoviendo la inestabilidad económica, conteniendo la inversión, el crecimiento y el empleo.
*Las Fuerzas Armadas que resguardan a quienes han transgredido los Derechos Humanos, protegen el pacto de silencio y ponen en duda la actuación de los Jueces a cargo de los juicios contra militares involucrados. Se agregan los casos de corrupción frente a los cuales no existe una clara definición institucional. Al margen del delito económico hay una clara insubordinación que pone en riesgo la disciplina interna, porque no es aceptable que se agrupen efectivos con propósitos ajenos a la misión de una institución castrense.
Desafíos actuales:
La elaboración de un programa de gobierno más o menos avanzado no depende de la voluntad política de quienes se definen de centroizquierda sino de cómo podemos alterar esas instancias que ejercen un poder político de facto.
La existencia de una Constitución que ha perdido toda legitimidad, que es necesario modificar para que represente la soberanía popular nos exige avanzar en itinerario propuesto por la Presidenta Bachelet. El nuevo parlamento elegido el 17N debe definir la instancia que producirá una nueva Carta fundamental.
Imprimir desde ya un fuerte contenido programático al VOTO POR GUILLIER, enfatizando que no es solo un voto de rechazo a Piñera, sino la oportunidad de desplegar un programa de centroizquierda con amplia mayoría popular.
Construir o activar el respaldo social para impulsar las medidas estructurales que tendrán fuete oposición y bloqueo desde la derecha. No basta que estén como contenidos de programa.
La idea de una interlocución con la ciudadanía como un estadio superior de la relación con los partidos políticos, debemos comprenderla y potenciarla.
Auscultar el perfil del ciudadano que no concurre a votar, para convocarlo con el mensaje esperado y que debemos descubrir (son alrededor de 6 millones y necesitamos 1 millón)
El elemento subjetivo que fortalece nuestro ánimo es creer en el candidato, impedir que la derecha construya su perfil y nos convenza.
La propaganda debe ser más lúdica, apelar a la emoción y considerar el impacto y velocidad de propagación de las redes sociales (instalarlo profesionalmente)
Si el Frente Amplio quiere gobernar a futuro deberá contar con el respaldo de otras fuerzas políticas y ello implica aprender a establecer alianzas y acordar contenidos programáticos.