En Chile se vive una acelerada crisis demográfica política, que no solo responde al porcentaje de 54% de votantes que no asistieron a la última elección o a la irrisoria cantidad de militantes en los partidos políticos. Las masividad es algo que ha sido necesariamente excluido de la cotidianidad política y que pareciera solo poder sintetizarse en unas pocas demandas sociales: NO+AFP, Ni Una Menos y Educación Gratuita. Hace un poco más de tres lustros las concentraciones políticas de Ricardo Lagos y Joaquín Lavín congregaban a más de 500 mil personas y en ese tiempo ya se cuestionaba la representatividad de la casta política.
En el actual ambiente electoral pareciera que todo debe girar si es necesario que el Frente Amplio termine por firmar el pacto con la casta político-empresarial que gobierna desde 1990, desde los llamamientos de Pamela Jiles a acceder al poder de forma efectiva, hasta el apoyo de Beatriz Sánchez a Alejandro Guillier, la discusión que se ha evitado es si es posible crear un espacio efectivamente independiente al proyecto político-empresarial de la casta o el partido del orden. Dentro de esta borrachera electoral pareciera que se ausenta el síntoma de la desafección generalizada por lo político. El estadio pospolítico expresa su absoluta comodidad con este panorama, pareciese no resultar llamativa la anorexia de las concentraciones políticas en torno a los dos candidatos que sobrevivieron a la primera vuelta electoral, para no hablar de las escuálidas reuniones en torno a los ex candidatos.
En Chile se vive una acelerada crisis demográfica política, que no solo responde al porcentaje de 54% de votantes que no asistieron a la última elección o a la irrisoria cantidad de militantes en los partidos políticos. Las masividad es algo que ha sido necesariamente excluido de la cotidianidad política y que pareciera solo poder sintetizarse en unas pocas demandas sociales: NO+AFP, Ni Una Menos y Educación Gratuita. Hace un poco más de tres lustros las concentraciones políticas de Ricardo Lagos y Joaquín Lavín congregaban a más de 500 mil personas y en ese tiempo ya se cuestionaba la representatividad de la casta política.
[cita tipo=»destaque»]Sin duda, esta crisis demográfica se expresa también en la cantidad de votos que cada uno de los diputados electos obtuvo. Si hiciéramos un paralelo entre la capacidad de los estadios de fútbol –actividad que vive una crisis demográfica desde hace décadas– y los votantes por candidato, resulta evidentemente gráfico del estado de cosas del presente. Haremos el ejercicio con algunos diputados del Frente Amplio, entendiendo que estos han sido los únicos que aún apelan a la masividad de la política en su constante reclamo por las demandas de los movimientos sociales.[/cita]
Sin duda, esta crisis demográfica se expresa también en la cantidad de votos que cada uno de los diputados electos obtuvo. Si hiciéramos un paralelo entre la capacidad de los estadios de fútbol –actividad que vive una crisis demográfica desde hace décadas– y los votantes por candidato, resulta evidentemente gráfico del estado de cosas del presente. Haremos el ejercicio con algunos diputados del Frente Amplio, entendiendo que estos han sido los únicos que aún apelan a la masividad de la política en su constante reclamo por las demandas de los movimientos sociales.
Giorgio Jackson alcanzaría a llenar dos veces el Estadio Nacional (48.665) y el Court Central Anita Lizama (6.300) o definitivamente irse al extranjero para habitar el AT&T Stadium (105 mil) de los Dallas Cowboys en Arlington-EE.UU. También se podría ir al Estadio Reungrado Primero de Mayo (114 mil), pero le quedarían butacas vacías y no queda claro que estén del todo cómodos en Pyongyang.
A Pamela Jiles le faltan menos de tres mil para llenar el Monumental (47.347).
A Miguel Crispi también le faltan menos de tres mil para llenar el Santa Laura (2.500).
Tomás Hirsch por más de 200 supera la capacidad del Sausalito (23.423).
Maite Orsini llena el aforo en el Regional Calvo y Bascuñán (21.178) y necesita buscar unos 700 asientos más.
A Claudia Mix le quedan menos de 400 votos afuera del Elías Figueroa (20.575).
Gabriel Boric tiene casi a tope el Francisco Sánchez Rumoroso (18.750).
En el otro extremo se encuentran los estadios de arrastre, por nombrarlos de alguna forma.
Pablo Vidal le queda debiendo al Zorros del Desierto (13 mil).
A Gonzalo Winter le es suficiente el Parque Municipal de Valdivia (5.397).
Natalia Castillo tendría que decidir si tener unas butacas vacías en el Estadio Diaguita de Ovalle (5 mil) o dejar a algunos adherentes de pie en el Municipal de Los Ángeles (4.150).
Obviamente este es un ejercicio que no tiene ningún rigor metodológico ni tampoco se puede hacer una proyección estadística. Pero intuyo que sí expresa el orden simbólico de los eventos en nuestra cotidianidad pospolítica anoréxica de masividad. Se esperaría que los diputados del Frente Amplio –como uno de los síntoma de la crisis representacional de la política chilena– viesen con cautela el ejercicio de la representación parlamentaria. Para un proyecto de transformación política y social no es suficiente jugar en el campo simbólico, ideológico y procedimental que le ha propuesto la casta política en las últimas semanas.
Y esto no es una discusión baladí, lo que está en juego no es si gana o no la derecha, sino la continuidad de un sistema, una forma de entender la política y las relaciones sociales. Que en el centro se edifica en el necesario despoblamiento de los espacios políticos institucionales y sociales.
Es evidente que si el Frente Amplio y sus dirigentes apoyan abiertamente a la Nueva Mayoría como lo están haciendo algunos(as), no significa necesariamente que han pactado finalmente su entrada a la casta –aun cuando Carlos Ruiz y Fernando Atria pareciera que tienen todas las respuestas a nuestros pesares–, pero sí se ha perdido una oportunidad para mostrar que existe una diferencia sustancial con ese proyecto de gobernabilidad neoliberal. Y de oportunidad en oportunidad llega un punto donde se justifica lo que inicialmente se consideraba injustificable.