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Si fuéramos mapuche, ¿por quién votaríamos en estas elecciones?

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Nicolás Rojas Pedemonte y David Soto
Por : Nicolás Rojas Pedemonte y David Soto N. Rojas Pedemonte es coordinador Área de Estudios Sociales SJ, Centro Vives, U. Alberto Hurtado y Coordinador Académico del Observatori del Conflicte Social de la U. de Barcelona. David Soto SJ, Comunidad Jesuita de Tirúa, Provincia de Arauco.
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Reconociendo que uno es huinca y además santiaguino no es particularmente fácil ponerse realmente en los zapatos del Pueblo Mapuche, pero intentarlo es un ejercicio siempre necesario para avanzar paso a paso, como comunidad política, en la reparación de una relación dañada históricamente por el colonialismo y hoy, además, por el desarrollismo extractivista. Como pueblo, levantan hoy demandas que para nosotros, los huinca, muchas veces parecen infundadas y extremas, pero cuando uno se detiene y afina el oído respetuosamente, comienzan a cobrar sentido histórico.

No obstante, este último año no ha sido necesario afinar el oído ni trasladarse a territorio mapuche ni mucho menos visitar las comunidades, para conocer lo que el Pueblo Mapuche reclama. El reciente Proceso Constituyente arrojó evidencia contundente sobre la transversalidad de las demandas políticas de los pueblos indígenas y, en particular, del pueblo mapuche: 17.000 indígenas demostraron que la demanda por un nuevo modelo político-administrativo y un nuevo modelo de desarrollo sustentable, no se tratan hoy de ideas del movimiento y sus militantes más radicales, sino que también son compartidas transversalmente por quienes participan pacífica e institucionalmente de nuestra democracia.

No obstante, vale preguntarse hoy: ¿estas demandas han sido oídas por el gobierno de turno y por los candidatos presidenciales? ¿Tanta insistencia y paciencia para participar una y otra vez de las convocatorias gubernamentales al diálogo, tanto entusiasmo por competir en la arena electoral, y tanta protesta, han logrado sensibilizar a nuestros representantes o incidir en sus discursos y propuestas?

[cita tipo=»destaque»]Tristemente no es claro hoy que un gobierno progresista pueda gobernar con mayor cercanía al Pueblo Mapuche que un gobierno conservador. Sólo quedaría pensar que al menos, el programa de gobierno es algo que se puede cobrar. El Pueblo Mapuche tiene sus propia lógica y experiencia política, y sin duda sabrá poner todo esto en la balanza. [/cita]

Resulta necesario revisar en detalle los planes y políticas desarrolladas por el gobierno como también los programas de gobierno hoy en pugna, para saber si hoy nuestros gobernantes y los aspirantes hacen eco u oídos sordos al clamor, cada vez más desgarrado, del pueblo mapuche. Hagamos el ejercicio de que fuésemos mapuche y evaluemos las propuestas de la clase gobernante a la luz de las demandas hoy sobre la mesa. ¿Cómo debiésemos evaluar la gestión del gobierno actual? ¿Por qué candidato debiésemos votar en segunda vuelta?

Veamos. El reciente Plan Araucanía de la Presidenta Bachelet, posterior al Proceso Constituyente Indígena, sólo recoge de éste la demandas culturalistas y de reconocimiento constitucional, sin embargo, las principales demandas, las políticas, fueron desestimadas, a saber, las de plurinacionalidad, autonomía/autodeterminación y territorialidad. Mientras en su programa de gobierno, Bachelet habló de estado pluricultural, como sucedáneo de plurinacional, en este plan de su último año de gobierno, no quedaron rastros de aquella dimensión más política que subyace al conflicto. Durante su gobierno los pocos vasos comunicantes con las facciones más moderadas del movimiento mapuche, terminaron por erosionarse con el aumento indiscriminado de la represión legal y policial denunciada por Naciones Unidas.

La conflictividad se ha agudizado cualitativamente en su período, por un lado, con una élite local que denuncia abandono y desidia por parte de las autoridades en la Araucanía y por otro, con un movimiento que acusa –basados en cifras oficiales de carabineros- que el gobierno se aboca a resguardar policialmente a los grandes conglomerados forestales (principalmente, al Grupo Matte), principalmente, localizados en la provincia de Arauco.

Por su parte, el ex presidente Piñera siguiendo con la tónica de su gestión, donde el conflicto experimentó su peak de violencia (2012), hoy insiste en su programa en soluciones policiales y economicistas que distan mucho de las demandas mapuche, negando la dimensión política, ambiental y territorial del conflicto. Si bien,  su énfasis no está puesto explícitamente en resguardar a la gran industria forestal como parece haber ocurrido con el actual gobierno, si opta por resguardar a la élite local del sur de la Araucanía que hoy reclama abandono por parte del gobierno. Habla de “reparación a las víctimas”, ciertamente, no las mapuche.

Con todo, el candidato oficialista, Alejandro Guiller, luego de  tanta polémica en torno a carencia de programa, ofrece aquellas propuestas mayormente conectadas con las demandas políticas del Pueblo Mapuche. Parece entender el conflicto de manera multidimensional y, además de las propuestas culturalistas y productivistas, recoge las demandas políticas del Proceso Constituyente. Propone plurinacionalidad, restitución territorial, un modelo de desarrollo sustentable basado en el Buen Vivir, cupos parlamentarios y márgenes de autonomía territorial progresivos en el tiempo.

En el papel, parece razonable que cualquier mapuche conectado con su cultura, con el territorio, con el Küme Mongen (Buen Vivir) y con las demandas transversales de su pueblo, incluidos liberales como Venancio Coñuepan o miembros de ENAMA, debiese premiar con su voto estas propuestas. Sin embargo, muchos de los que vieron una oportunidad en las ambiguas, pero amables, ofertas de Bachelet frente a las de Matthei en la elección pasada, hoy con justa razón podrían dudar de la veracidad y viabilidad de las ofertas del oficialismo.

Si bien el actual gobierno de Bachelet podrá ser recordado en la historia como un gobierno progresista en muchos temas, es precisamente, en su relación con el Pueblo Mapuche donde ha mostrado su cara más conservadora, como si acaso este ámbito hubiese sido la moneda de cambio para desarrollar sus reformas prioritarias. Tristemente no es claro hoy que un gobierno progresista pueda gobernar con mayor cercanía al Pueblo Mapuche que un gobierno conservador. Sólo quedaría pensar que al menos, el programa de gobierno es algo que se puede cobrar. El Pueblo Mapuche tiene sus propia lógica y experiencia política, y sin duda sabrá poner todo esto en la balanza.

 

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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