La experiencia del modelo de Planes Integrales para Barrios de Alta Complejidad, a tres años de su aplicación, hoy empieza a mostrar sus primeros frutos. Frutos que se traducen en cambios, avances y mejoras tangibles, pero que no han estado exentas de luchas, complicaciones y conflictos.
En Bajos de Mena aún recordamos cómo partimos este proceso, cargado de incertidumbre y con una gran desconfianza por parte de la comunidad hacia las instituciones. Hoy, los cambios son evidentes.
A la fecha, los mejoramientos a las viviendas unifamiliares y condominios sociales llegan a más de 4000 casas reparadas. La instalación de la 66°Comisaría, la construcción de 6 nuevos jardines infantiles, un innovador programa de reinserción escolar para las y los niños desertores, el próximo inicio del Plan de Regeneración Urbana de la Villa Marta Brunnet – definido de manera participativa con la comunidad – y la actual ejecución de la urbanización del nuevo sector de la Villa Francisco Coloane, son parte de las iniciativas exitosas con las que hoy contamos en este sector. La lucha de años contra la alta densidad y hacinamiento de este territorio, han sido nuestro bastión para la construcción de viviendas de nuevo estándar, que reemplazarán el deteriorado sector que motivó la demolición de blocks, para dar paso a espacios seguros y nuevas conectividades.
El modelo, también aplicado en la conocida Villa Parinacota de la comuna de Quilicura, ha logrado restablecer la tan anhelada tranquilidad en el sector, junto con controlar la acción del narcotráfico y avanzar en la eliminación de todo tipo de violencias. Esto ha permitido que renazcan nuevas formas de organización social (juntas de vecinos, clubes deportivos) quienes hasta el día de hoy participan activamente en las definiciones del futuro de su barrio, que ya cuenta con proyectos asignados y una propuesta de regeneración urbana, comprometida y planificada para ejecutar a partir del año 2018.
[cita tipo=»destaque»]Cambiar la realidad de La Legua no se trata sólo de fórmulas: se trata de voluntad de cambios, y de cambios reales que aseguren una mejor calidad de vida para todas y todos. Se requiere, por una parte, proyectar una profunda regeneración urbana que dé lugar al surgimiento de nuevas viviendas cargadas de dignidad, con entornos y espacios seguros. Pero, por sobre todas las cosas, se necesita a una comunidad empoderada que se sienta parte de todo el proceso. [/cita]
El caso de La Legua, por otro lado y conforme a los últimos acontecimientos, ha suscitado muchos análisis. En este emblemático territorio, en donde la principal preocupación está dada por los niveles de violencia y tráfico de drogas que generan las actividades de bandas delictuales que ejercen control territorial, está siendo enfrentada con una necesaria nueva estrategia policial, más científica, investigativa y permanente, y que esperamos sea más eficiente gracias a una mejor coordinación. Para ello, se hace urgente no olvidar el cumplimiento de la principal meta y objetivo que deben tener las policías, en conjunto con la PDI y fiscalías: desarticular en su totalidad a las pandillas y al narcotráfico.
La situación de La Legua Emergencia, que ha persistido durante tantos años, debe ser enfrentada no sólo con nuevas formas de “control policial”, sino también con un trabajo comunitario comprometido y de base que se ocupe realmente de los problemas de fondo. La soterrada desigualdad social y segregación urbana existentes en La Legua son los escenarios que dañan y estigmatizan profundamente a la comunidad que, al final del día, es la única y principal víctima de toda esta sistemática violencia, de la que al parecer nadie se quiere hacer cargo.
Cambiar la realidad de La Legua no se trata sólo de fórmulas: se trata de voluntad de cambios, y de cambios reales que aseguren una mejor calidad de vida para todas y todos. Se requiere, por una parte, proyectar una profunda regeneración urbana que dé lugar al surgimiento de nuevas viviendas cargadas de dignidad, con entornos y espacios seguros. Pero, por sobre todas las cosas, se necesita a una comunidad empoderada que se sienta parte de todo el proceso.
Ese es el espíritu del Plan Integral: seguir construyendo esta visión de futuro entre todas y todos, con mejores oportunidades para las y los habitantes de La Legua, con programas sociales que se hagan cargo de la deuda histórica del Estado, y que permita recrear nuevas confianzas que nos permitan salir adelante.
El clima y los recientes hechos nos han reafirmado que todo este trabajo no es fácil. Este es un proceso que no está necesariamente descrito en manuales, pues se basa en una nueva forma de hacer las cosas. Podríamos hablar de una innovación en las políticas públicas, pues nos instalamos a partir de la planificación del territorio, y no de la planificación a partir de la estadística. Lamentablemente, la última visión es la que ha obligado a que cada institución cumpla con cuotas de participación sin ceder protagonismo ni espacio a la comunidad, la única merecedora de reapropiarse de sus espacios, fortalecer sus tradiciones y también su cultura.
Innovar implica también una redefinición del rol de las instituciones, donde el centro debe estar radicado en las personas y no en el presupuesto. Por eso no sólo hablamos de integralidad, sino también de una lógica impregnada de intersectorialidad que nos permita una acción multisectorial y transversal, donde se privilegia la focalización en un determinado sector por sobre cualquier planificación o meta ministerial. A esto le llamamos voluntad de construir en común, modelo que ya hemos constatado en las experiencias exitosas de Bajos de Mena y Villa Parinacota.
Innovar es estar dispuesto al cambio. Esa es la base del éxito de la nueva estrategia. Y esta nueva estrategia no tan sólo se requiere en los Barrios de Alta Complejidad de la Región Metropolitana: también se necesitan en el país entero. Aún hay muchas políticas y sistemas que se implantaron en plena dictadura militar, en un período donde escabullir la realidad para no cuestionar el modelo se transformó en una práctica que terminó por confundir el sentido de la política, alejándola de la comunidad y de las y los ciudadanos.
La sociedad chilena requiere restablecer un sentido de humanidad que contenga a tiempo las consecuencias de no enfrentar la realidad por la que hoy pasa La Legua. No podemos seguir siendo tolerantes al control territorial por parte del narcotráfico, al dolor, la violencia, o al poder del dinero. Todos estos síntomas generan formas de individualismo extremo que termina por desintegrarnos como sociedad, y se convierten en la principal amenaza a nuestra vida democrática. Si buscamos distintos resultados, no podemos seguir haciendo lo mismo. Que la innovación de las formas, el compromiso del Estado y el actuar eficiente, sean nuestra nueva esperanza para un mejor futuro en La Legua.