Por donde se miren los resultados de la segunda vuelta es evidente que Sebastián Piñera se impuso a Alejandro Guillier por sus propios méritos. Realizó una campaña de segunda vuelta que le permitió revertir la derrota simbólica de la primera mediante una estrategia bien diseñada que consistió en apelar por la derecha a votantes que no habían participado el 19 de noviembre y paralelamente a electores tradicionalmente de centro izquierda, incorporando como parte de su programa de gobierno las reformas de la presidenta Bachelet, particularmente la gratuidad y algunas de las propuestas de campaña de Ricardo Lagos y Carolina Goic.
La elección la ganó holgadamente Sebastián Piñera. Los más de 9 puntos porcentuales de diferencia con Alejandro Guillier son elocuentes al respecto.
Esta gran diferencia se basa en los 855.467 votos más que obtuvo en el balotaje el electo presidente respecto de la primera vuelta. Ese número supone que Piñera logró mantener competa su votación del 19 de noviembre (2.417.216 votos), agregar completa la votación que JAK obtuvo en esa misma ronda (523.213 votos) y añadir 855.467 votos adicionales.
Alejandro Guillier, en cambio, no logró sumar a sus 1.497.116 de primera vuelta los 2.158.784 votos que obtuvieron los otros candidatos de centroizquierda. Sufrió una merma de 495.675 votos de esos electores presuntamente afines.
Respecto de esos votos no logrados por Guillier, tomará un tiempo hasta que el SERVEL nos permita saber exactamente de donde se fugaron. Sin embargo, en lo esencial, creo que no vale la pena buscar en ese 23% de menor votación las responsabilidades de la derrota del candidato oficialista. Es más probable que esa merma provenga de un grupo heterogéneo conformado tanto por votantes de Beatriz Sánchez, Carolina Goic y MEO que del desmembramiento de un sólo segmento de electores. Perderá tiempo reflexivo la ex Nueva Mayoría si se queda lamiendo su derrota en torno a la supuesta desafección de los adherentes de Frente Amplio. No está ahí la causa de su fracaso.
Es más, incluso si todos quienes votaron por postulantes de centro izquierda -excluido Guillier- en primera vuelta hubiesen votado por el senador por Antofagasta sumándole esos 495.675 votos, igualmente hubiese perdido con Sebastián Piñera en una elección bastante más apretada, por cierto.
Por donde se miren los resultados de la segunda vuelta es evidente que Sebastián Piñera se impuso a Alejandro Guillier por sus propios méritos. Realizó una campaña de segunda vuelta que le permitió revertir la derrota simbólica de la primera mediante una estrategia bien diseñada que consistió en apelar por la derecha a votantes que no habían participado el 19 de noviembre y paralelamente a electores tradicionalmente de centro izquierda, incorporando como parte de su programa de gobierno las reformas de la presidenta Bachelet, particularmente la gratuidad y algunas de las propuestas de campaña de Ricardo Lagos y Carolina Goic.
Al hacerse eco de propuestas en torno a la gratuidad educacional, la Ley General del Cáncer, el Auge para adultos mayores -entre otras- y habiendo incluido a Manuel José Ossandón en su comando, la campaña de Piñera logró resolver la disonancia cognitiva o contradicción de muchos electores que, estando ideológica o históricamente más cercanos a la antigua Concertación o al bacheletismo, preferían votar por un candidato que les hacía sentir más tranquilos frente al devenir de la economía y la conducción del país en general.
Complementariamente, apelando al temor involutivo que supondría un gobierno de Izquierdas parecido al de Maduro en Venezuela y, ayudado por desafortunadas declaraciones de Guillier -como meterles la mano a los bolsillos a los más ricos-, la campaña de Piñera azuzó a muchos votantes históricamente de derecha a salir de sus casas para el balotaje como no lo había hecho para la primera vuelta.
Pese a que terminó cediendo poder a Ossandón y aceptando que los cuatro años de Bachelet dejaron una impronta de derechos sociales de los que tendrá que hacerse cargo, Piñera ganó por amplia ventaja el balotaje evidenciando que en esta pasada había superado el antipiñerismo logrado empatizar bastante mejor con el votante medio que el oficialismo.
Buscar chivos como el Frente Amplio para purgar las propias responsabilidades en la derrota no le servirá a la Nueva Mayoría más que como una pataleta catártica y ciertamente más adolescente que aquellos a los que se buscaría imputar.