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Facho pobre es una falacia ecológica

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Ricardo Rivas
Por : Ricardo Rivas PhD Candidate in Sociology University of Arizona, Tucson USA.
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Las elecciones son un fenómeno particular si se entiende como una construcción producto de los medios de comunicación. No me refiero a un constructivismo desatado propio de estos tiempos, sino que es un fenómeno analíticamente aislable para transformarlo en objeto de estudio sociológico. Una de las características es el uso y transformación de los datos que se imbrican con las opiniones de informantes claves en los medios de comunicación, creando finalmente un relato que pretende dar sentido al bombardeo de información. Esos relatos quedan relativamente explícitos en el periodismo interpretativo. No me referiré a relatos en particular, sino al insumo que son los datos.

Haciendo un juicio de buena fe, aprendimos de la insuficiente preparación de columnistas, periodistas o profesionales asociados a los medios respecto al procesamiento de encuestas. Encuestas semanales no probabilísticas se transformaron en el alimento de los medios de comunicación para armar las pautas, seleccionar invitados, declarar ganadores y sobre todo perdedores. Reducir la complejidad de las diferencias y volver al paradigma de lo dual. La necesidad instalada, como ocurre en Estados Unidos, que solo a través de una diada es posible comprender y hacer comprensible la política.

A muy pocos les importo la serie de negligencias metodológicas que significaba obtener resultados de encuestas semanales. Y si eran por redes sociales de dos días, mejor aún. Es cosa de ver como el diario La Tercera da a conocer los resultados de la encuesta del ex tenista Marcelo Ríos hecha a través de su cuenta de Twitter.

Pero creo que la reflexión respecto a esas negligencias va a continuar en otros espacios, como el convocado por el colegio de sociólogos hace unas semanas. Al fin y al cabo, dichas consultoras ya cobraron y lo más duro que se han llevado como escrutinio social fue el desafiante emplazamiento de Beatriz Sánchez, después de la primera vuelta, a responder por los engañosos pronósticos que estas encuestas hicieron de su candidatura. Quedará para clases de metodología de investigación social como un buen ejemplo de las encuestas como constructoras, en vez de recolectoras, de actitudes.

[cita tipo=»destaque»]Supongamos que la comuna de San Fermín tiene un promedio de ingresos igual a 100 pesos y la de San Roberto tiene un promedio de ingresos de 250 pesos. En San Fermín fue electo el candidato de izquierda con 55%. En San Roberto el candidato de derecha con 67%. Tanto el promedio de ingreso como el porcentaje de votación son datos de nivel agregado. Si bien la unidad de información es un individuo, la relación que se quiere averiguar es a nivel comunal, es decir, a nivel agregado. Sacar conclusiones respecto al nivel socioeconómico de un habitante de San Fermín o de San Roberto y su tendencia política estaría bajo un serio riesgo de falacia ecológica.[/cita]

Pero el afán de reducir complejidad continúa. Hoy es tiempo de buscar el porqué del triunfo electoral de Sebastián Pinera y la supuesta derrota de la Nueva Mayoría. Y como se ha hecho en elecciones pasadas (especialmente desde las primarias que llevo a cabo la Concertación en 2013) las asociaciones entre algo que se acerque a estrato socioeconómico y resultados electorales están por todos lados. Existen varios ejemplos. Se ha tratado de asociar resultados de votación con el índice de desarrollo humano comunal, composición étnica, partido del alcalde o con algo más escueto aun, “comunas acomodadas” y “no acomodadas”. Si el concepto no importa, menos importara un acercamiento empírico serio a dichas asociaciones.

Mi emplazamiento no es a evitar el debate en torno a datos. Quisiera recalcar más bien que debe existir una explicación e interpretación de los resultados de esta elección en base a datos, pero respetando mínimamente la complejidad que eso significa. Por ejemplo, considerando el nivel de análisis. En 1950, William Robinson escribió un artículo en American Sociological Review donde demostró lo engañoso que podría ser comparar peras con manzanas. Esto es, cuando datos medidos a nivel agregado y su asociación son imputados a los individuos. A eso le llamó “Falacia ecológica”.

Permítanme explicarlo brevemente. Supongamos que la comuna de San Fermín tiene un promedio de ingresos igual a 100 pesos y la de San Roberto tiene un promedio de ingresos de 250 pesos. En San Fermín fue electo el candidato de izquierda con 55%. En San Roberto el candidato de derecha con 67%. Tanto el promedio de ingreso como el porcentaje de votación son datos de nivel agregado. Si bien la unidad de información es un individuo, la relación que se quiere averiguar es a nivel comunal, es decir, a nivel agregado. Sacar conclusiones respecto al nivel socioeconómico de un habitante de San Fermín o de San Roberto y su tendencia política estaría bajo un serio riesgo de falacia ecológica.

Tendríamos que tener el dato de ingreso y preferencia política para cada individuo para saber si este indicio de asociación se da efectivamente en nuestra población. O aplicar sofisticados procedimientos estadísticos. Y en este caso hipotético no tenemos los datos ni hemos aplicado dichos análisis. Pues bien, esta pasando lo mismo con los análisis electorales en los medios de comunicación.
Sin embargo, los mapas de colores señalando preferencia electoral por comunas “acomodadas” y “no acomodadas” proliferan en redes sociales y noticieros. Algunos comentaristas agregan valor afirmando por ejemplo la contradicción inherente de nuestra modernidad (como diría el profesor Carlos Pena) o el fin del eje izquierda/derecha. Esta bien, pueden ser interesantes, pero no son más que hipótesis. Pero solo eso.

Obviamente cumplen la función de reducir complejidad, construyen sentido y rompen el estado de incertidumbre post-moderna en la que creemos estar. Incluso fundamentan populares conceptos como el de “facho pobre” o “las marchas son una moda”.
Entonces, al menos, que nuestras comunidades epistemológicas o líderes de opinión en los medios de comunicación sean mas humildes y reconozcan que no tienen datos suficientes ni las herramientas analíticas para sus categóricos diagnósticos. Admito eso sí que poseen una excelente capacidad de formular loables hipótesis. Sera el rol de investigadores de hacerse cargo de estos fenómenos políticos con procedimientos transparentes y metodológicamente aceptables.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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