Hace 50 años tuvo lugar uno de los procesos más significativos de la segunda mitad del siglo pasado. El movimiento conocido como el mayo francés de 1968 remeció a la sociedad francesa pero sus repercusiones fueron mundiales incluyendo a Chile en que los jóvenes de la época experimentaron cambios también destacables. Esta serie de artículos tiene por objeto describir tal situación pero sin descartar las notorias analogías que podrían encontrarse con la situación de Chile entonces… y quizás ahora.
Los años 60 en Francia fueron una época de acelerados cambios culturales. La época estaba caracterizada por la aceleración del éxodo rural, el considerable aumento del nivel de vida, la masificación de la educación nacional y universitaria, la aparición de una cultura del esparcimiento, el acceso a espectáculos y medios de comunicación masivos. Todo ello en menos de una generación.
Los jóvenes adquieren protagonismo en una dialéctica de ser beneficiarios de una sociedad de consumo creciente pero subordinados a prácticas conservadoras y elitistas en lo valórico y en lo político. En la época aparecen subculturas juveniles como los movimientos beatnik o hippies. Esta juventud, por ejemplo, tenía sus propios ídolos musicales como los Beatles, Rolling Stones, cantautores como Bob Dylan y Léo Ferré, etc. Pero estos movimientos cuestionaron y criticaron el estilo de vida “plástico” ofrecido por el mercado de consumo y la organización capitalista de la posguerra. Esta juventud también engrosaba los partidos políticos de izquierda entonces contestatarios del sistema.
En el plano filosófico varias obras y autores tuvieron gran influencia en el movimiento que se avecinaba en Francia: Jean Paul Sartre con su existencialismo; Wilhelm Reich, freudomarxista, cuyo manifiesto, La revolución sexual, daba nombre a una de las consignas más repetidas; Herbert Marcuse con El hombre unidimensional, publicado en Francia en 1964 y que fuera reeditado en 1968 y recién conocido en Chile en ese momento, así como su otra obra maestra “El marxismo soviético”; Raoul Vaneigem, con el Traité de savoir-vivre à l’usage des jeunes générations de 1967; Guy Debord con La sociedad del espectáculo, también de 1967. Pierre Bourdieu y Jean-Claude Passeron publicaban en 1965 Les étudiants et leurs études donde hacían una ácida crítica al sistema educativo francés y sus mecanismos de reproducción social, que permitían a las elites conservar su poder de generación en generación.
Mientras tanto en la École Normale Supérieure, el filósofo marxista (militante del PC) Louis Althusser formaba una generación de pensadores marxista-leninistas que, sin embargo, formaron el embrión de las primeras organizaciones maoístas. Otros importantes intelectuales marxistas no leninistas se leían ente los jóvenes como Roger Garaudy y Georges Lefebvre.
[cita tipo=»destaque»]En definitiva, un momento de crítica al colonialismo, al autoritarismo, al conservadurismo y a la indiferencia con un despertar de jóvenes que no querían más de lo mismo. Esto era el contexto mundial de 1968.[/cita]
Francia, hasta entonces un país muy católico, también mostraba grandes pugnas en el seno de la Iglesia. Tanto en la aparición -también en Francia- de los curas obreros, que fueron condenado por la jerarquía católica hasta 1965, como en un debate que se hacía público entre cristianismo y revolución.
En el plano educacional el elitismo era aún flagrante: 92% de los estudiantes universitarios provenían de las capas sociales más altas de la población. Los liceos mixtos recién comienzan a aceptarse. A las estudiantes no se les permite usar pantalón ni fumar (aunque no por razones de salud sino por prejuicios sociales) y en los hospedajes de mujeres universitarias estaba todavía prohibido el ingreso de hombres. Se dice que este fue el detonante de la revuelta que comenzó en la Universidad de Nanterre en mayo de 1968.
La píldora anticonceptiva en Francia se admite recién (o así de adelantado!!!) en 1967 pero por cierto mal vista por los espíritus conservadores. Sin embargo, hay consenso que el movimiento fue mucho más lejos de lo que nadie pensó. Vaya coincidencia con los movimientos estudiantiles en Chile (2011) o contra las AFP (2016) pero también en las revueltas árabes de 2010-2013 conocidas como la primavera árabe y, para que decir, nadie ha podido explicar aun como se cayó el Muro de Berlín y con él nada menos que el sovietismo.
De otra parte, los pequeños (de porte, como dijese el cantautor Victor Jara) vietnamitas así como el Che Guevara, Fidel Castro y los guerrilleros de todo un Tercer Mundo (Asia, Africa y América Latina) cobraban un aire heroico y atractivo para los jóvenes europeos. El periodista francés Regis Debray que teorizó sobre la revolución en América Latina (su artículo Revolución en la Revolución de 1967 fue difundido por la revista Punto Final en ese momento) y luego se unió a la guerrilla en Bolivia de Ernesto Guevara. Debray fue, él mismo, un héroe de estas gestas, románticas pero reales.
En Estados Unidos los Panteras Negras, movimiento socialista y liderado por negros también logra su momento de gloria con Angela Davies en estos tiempos. La Oficina Federal de Investigaciones (FBI) declaró al partido «la mayor amenaza interna para la seguridad del país». En los Juegos Olímpicos de México de 1968, en la ceremonia de entrega de medallas de la prueba de los 200 metros planos, Tommie Smith (medalla de oro) junto con John Carlos (medalla de bronce) levantaron el puño en alto con un guante negro mientras sonaba el himno de los EE.UU. como símbolo del movimiento y en protesta por el racismo en EE. UU. y el Apartheid en Sudáfrica en 1972.
En definitiva, un momento de crítica al colonialismo, al autoritarismo, al conservadurismo y a la indiferencia con un despertar de jóvenes que no querían más de lo mismo. Esto era el contexto mundial de 1968.