Señor Director:
Acabo de leer la columna del Sr. Rodolfo Fortunatti, a propósito de conmemorarse 40 años del cobarde y criminal secuestro, con posterior asesinato, del Primer Ministro italiano de la época, el destacado político que militó en las fila de la extinta Democracia Cristiana italiana y no puedo creer que el el autor haya omitido de forma tan flagrante algunos importantes aspectos de ese trágico episodio del país de mis padres.
Como primera cosa, el Sr. Fortunatti no dice que a Aldo Moro lo secuestró y asesinó las llamadas Brigate rosse (Brigadas rojas), es decir ese grupo armado de clara orientación y vinculación con el «ideario» de la izquierda más radicalizada y que en los años ’70 sembró el terror en la península, a través de crímenes de todo tipo, incluyendo asaltos a bancos.
Solo cabe esperar que dicha omisión haya sido sólo un olvido y no que se haya omitido ex profeso, para que algunos piensen que fue un crimen hecho por la «derecha reaccionaria y fascista», lo que sería grave; no porque el Fascismo italiano no tenga muchas otras culpas, sino porque en este episodio no hay evidencias de su participación y los autores de este magnicidio, que están en la cárcel, nunca han renegado de su lugar en el abanico político.
Por otro lado, el Sr. Fortunatti tampoco explica a las nuevas generaciones que si bien Enrico Berlinguer era el Secretario general del extinto Partido Comunista Italiano de la época, su planteamiento político era más cercano a lo que hoy se podría definir como un Socialdemócrata, es decir que adhería honestamente al sistema democrático multipartidista de tipo occidental y estaba alejado del «ideario» de administración del estado por un partido único (Partido Comunista), al estilo soviético o chino.
Siguiendo a Harari, se podría decir que Berlinguer no era un religioso del comunismo, algo que no puede decirse de los comunistas de estas latitudes, que sí tienen esa postura dogmática respecto de lo que sostuvo el estudioso y exiliado alemán del siglo XIX.
Es significativo que el Sr. Fortunatti omita el hecho que Enrico Berlinguer fue el padre del llamado «Eurocomunismo», es decir aquella síntesis política en que se trata de rescatar los aspectos positivos de la democracia, en el sentido occidental del concepto, con aquellos aspectos de justicia social que desde la más pura teoría pretendía defender Marx, algo que no anda ni cerca de nuestros comunistas chilensis.
En efecto, nuestros comunistas, lejos de cuestionar los llamado «socialismos reales» representados por la extinta URSS y todos sus países satélites, además del sistema impuesto por Mao en Chino (que no tiene casi nada que ver con la actual situación), no sólo los aceptaban, sino que tampoco los renegaron luego del estrepitoso cataclismo politico y geopolítico que significó la desintegración de la URSS.
Es más, nuestros comunistas son capaces de dar su bendición activa o por carencia de crítica, incluso a aquellos impresentables regímenes dinásticos, por el sólo hecho que dicen ser comunistas; a ese extremo llega su «religiosidad no teísta».
Por lo tanto, sugerir que la DC y el PC de Chile también deberían suscribir sin mayores problemas un «Compromiso histórico», emulando a Moro y Berlinguer, me parece un acto de ingenuidad política o bien distorsionar la realidad política de los últimos 50 o 70 años.
Finalmente, agradezco el espacio que dan para expresar todo tipo de opiniones.
Atentamente,
Edoardo Tosti-Croce A