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El rol de la universidad en un Estado democrático

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Kurt Scheel
Por : Kurt Scheel Derecho UDP
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La palabra «unus«, de universitas, expresa un integral que no admite división. Un universo, un todo, derivado a la vez de “unus-a-um”, un uno, un todo que existe por sí mismo. La universidad es, en pocas palabras, una expresión de una visión globalizada.

Es sabido que, por su parte, la democracia ha calado profundamente en las raíces y culturas de la mayoría de los países del mundo. Ella nos exige un constante debate y participación en la sociedad como sujetos portadores de derechos y deberes. Luego, no hay manera de que la universidad sea menos que un punto medio en la formación crítica y cívica de los ciudadanos, pues ella suele ser, coincidentemente tanto en tiempo (edad de las personas) como espacio (rol cultural de la universidad en el Estado), el punto medio de la vida, en términos de desarrollo cultural, político y de envejecimiento.

Ahora bien, es interesante observar las 7 Partidas, escritas en el año 1250 aproximadamente, tal vez el cuerpo normativo compilatorio de mayor vigencia en nuestra historia hispanoamericana. En él, en la Partida 2, Título XXXI, Ley 6, yace un texto fundamental para comprender el rol político de la universidad desde hace más de 7 siglos. Esta ley, traducida al castellano, señala: “tenemos por derecho que los maestros y los escolares puedan hacer esto en el estudio general (a propósito de alojarse en ayuntamientos), porque ellos se ayuntan con intención de hacer bien, y son extraños y de lugares repartidos, por lo que conviene que se ayuden todos en derecho cuando les fuere menester en las cosas que sean en provecho de sus estudios o amparo de sí mismos y de lo suyo”. De este párrafo no podemos menos que desprender que el universitario estudia con “intención de hacer bien”, donde el “bien” no puede referirse menos que a uno inherentemente político y social, que se externalice en base al aprendizaje y estudio de una ciencia o arte. El bien es siempre una cuestión ético-moral. Así pues, bajo la mira de esta época, en la universidad se estudia para hacer el bien. La pregunta que inmediatamente salta es, entonces, ¿cómo “el bien” no podría ser una cuestión política e ideológica? Y si la respuesta a esa pregunta es que efectivamente lo es, ¿cómo se espera que en la universidad no se dé el debate político acerca de qué es “el bien”?

[cita tipo=»destaque»]Así pues, bajo la mira de esta época, en la universidad se estudia para hacer el bien. La pregunta que inmediatamente salta es, entonces, ¿cómo “el bien” no podría ser una cuestión política e ideológica? Y si la respuesta a esa pregunta es que efectivamente lo es, ¿cómo se espera que en la universidad no se dé el debate político acerca de qué es “el bien”?[/cita]

Nos resulta imposible imaginar que en la universidad no se maneje un lenguaje ideológico, pues hasta el más inerte de los maestros es un ser político. Luego, lo que aparece en la universidad es, entonces, la cosmovisión del estudiante (futuro profesional), que tendrá en este espacio el resultado del choque y la convergencia de una fauna social incalculable. Esta misma fauna será la que ponga el punto final en la formación basal del individuo como ciudadano.

Como resultado de la mezcla entre el factor democracia y el origen histórico-etimológico de la universidad en Hispanoamérica, en ella no podemos hacer menos que encontrar nuestra propia definición de lo que es “hacer el bien”, lo que como ya aventuramos en el párrafo anterior, es siempre una cuestión ético-moral.

En consecuencia, el estudio universitario representa para el estudiante un proceso de crecimiento cultural y político que no solo se da en su aprendizaje estrictamente académico, sino también en el ético-moral. La única pregunta que resta es: ¿qué significa en nuestros días hacer el bien? Debemos dar este debate en la universidad, pues los estudiantes de hoy son los órganos profesionales de la política y el Estado del mañana.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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